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Por Publicado el: 18/12/2021Categorías: En vivo

Crítica: Pablo Ferrández con la Orquesta de Valencia. Acaso el mejor concierto desde…

ORQUESTRA DE VALÈNCIA (A. LIEBREICH)

Acaso el mejor concierto desde…

Pablo Ferrández (violonchelo). Alexander Liebreich (director). Programa: Obras de Francisco Cuesta, Haydn, Korngold y Janáček. ­Lu­gar: València, Palau de les Arts (Auditori). Entrada: Alrededor de 1.300 personas. Fecha: miércoles, 15 diciembre 2021.

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Pablo Ferrández con la Orquesta de Valencia

Ha llovido mucho desde entonces, pero acaso no resulte exagerado afirmar que el concierto que el miércoles ofrecieron la Orquestra de València y su titular Alexander Liebreich ha sido el mejor desde el dirigido en septiembre de 2013 por Gustavo Gimeno. Un variado programa con dos obras interpretadas por primera vez, y coronado  con una impactante y muy descriptiva versión de la “rapsodia” Taras Bulba de Leoš Janáček, fue base y clave de esta actuación cuidadosa y brillantemente dirigida, cuya redondez quedó completada con la presencia solista del madrileño Pablo Ferrández, un as del violonchelo contemporáneo que cargó de detalles y sentidos el Concierto en Do mayor de Haydn y el de Korngold, formulado en la misma tonalidad y que se escuchaba por primera vez en los atriles de la muy crecida Orquestra de València. Hasta las documentadas, inteligentes y nítidas notas al programa de César Rus marcaron un punto de excepcionalidad.

Habla precisamente Rus de la obra que abrió el programa, apenas unos melodiosos y llanos pentagramas del “Arriaga” valenciano, el compositor Francisco Cuesta, fallecido en 1921 cuando estaba a punto de cumplir los 31 años, y cuya música, según refiere Rus con palabras de López-Chavarri, “tiene el sol de València, brillo y alegría”. No es el caso de Impresiones de la huerta de València, página tenue impregnada de “soberana sensibilidad”, estrenada en el Teatro Principal, el 17 de mayo de 1917 y ahora recuperada por Liebreich y sus músicos valencianos. En ella, el malogrado compositor explora con sencilla ingenuidad las sonoridades de la cuerda desde ese particular nacionalismo levantino que tan finamente concilia los afrancesados nuevos aires impresionistas con motivos prestados del propio folclore. Liebreich, al que hay que aplaudir su decidida disponibilidad para rescatar y dirigir músicas nacidas en la tierra de la orquesta de la que es titular, cuidó texturas y fraseos, pulió el sonido de las cuerdas y se implicó en una versión cuyas calidades y sutilezas hubieran dejado boquiabierto al propio Francisco Cuesta, invidente como Joaquín Rodrigo.

También Haydn hubiera aplaudido vivamente la luminosa y virtuosa interpretación que de su Concierto para violonchelo en Do mayor protagonizó Pablo Ferrández, actual artista en residencia de la Orquestra de València. Extrajo oro puro de su brillante Stradivarius “Lord Aylesford”, de 1696, con un sonido pletórico de colores, registros, luminosidades, guiños propios -final del movimiento inicial- y un dominio instrumental natural y de alta escuela que asomó con específica fuerza solista en las cadencias. Contó, además, con el acompañamiento feliz, estilizado y minucioso de un Alexánder Liebreich que se mueve como pez en el agua en el terreno clásico.

Tras la pausa, Ferrández hizo gala de su versatilidad y amplitud de miras en una visión entusiasta y rotunda del breve Concierto para violonchelo de Korngold. Apenas quince minutos de música nacidos a partir de materiales propios extraídos de la banda sonora que compuso para la película Engaño, de Irving Rapper, protagonizada en 1946 por la “pianista” Bette Davis y el “violonchelista” Paul Henreid. Fue el final de una actuación en la que Ferrández dejó patentes las razones por las que ha escalado al podio de los mejores violonchelistas. Muchos aplausos, bravos y reiteradas salidas a saludar al final de la actuación no bastaron para propiciar un bis tan deseado como quizá excesivo después de tocar dos conciertos en una misma actuación.

Desde el primer día de su llegada al podio de la Orquestra de València, Alexander Liebreich no ha dejado de expresar y revindicar su fascinación cercana por la música del moravo Leoš Janáček, compositor infrecuente en los atriles de la Orquestra de València, pero que en marzo de 1999 hicieron escuchar la magistral Misa Glagolítica de la mano de Manuel Galduf. Poco tiene que ver aquella formación orquestal con el rejuvenecido y entregado conjunto que el miércoles protagonizó una versión de Taras Bulba de poderoso sentido narrativo -Gógol-, cargada de empaque instrumental y suntuosidad expresiva. Desde el podio, con un gesto contagioso, vivo, siempre natural y efectivo, Liebreich ahondó en la naturaleza dramática de los tres movimientos, de las tres secuencias que configuran el opulento tríptico gogoliano.

A pesar de la cortedad de ensayos -tres y general-, apenas se percibieron desajustes o imperfecciones en una profesionalizada lectura en la que los mejores solistas de la Orquestra de València no desaprovecharon las muchas ocasiones de lucimiento que brinda la partitura. Excesivo pormenorizarlas, así que mejor concentrar el expansivo aplauso al solo de flauta de Salvador Martínez y en el trabajo de Liebreich. En apenas unas semanas, el nuevo titular ha reconvertido a la fracturada y desmotivada OV en un conjunto rico en ilusiones y empaque. Bravo y que dure. Justo Romero

Publicada el 17 de diciembre en el diario Levante

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