Crítica: Magnífico pianista con la Euskadiko Orkestra interpretando Brahms y Dvorak
MAGNÍFICO PIANISTA
16-I-2024. Concierto para piano nº 1, de Johannes Brahms. Sinfonía nº 6 en Re mayor, Op. 60, B. 112, de Antonín Dvorak. Denis Kozhukhin, piano. Euskadiko Orkestra/Orquesta Sinfónica de Euskadi, Alexandre Bloch, director.

Denis Kozhukhin
Escuchar a la Euskadiko Orkestra/Orquesta de Euskadi, con o sin su director titular, Robert Treviño, existe una diferencia manifiestamente notoria. Con él en el podio hay un color tímbrico que no se muestra cuando la batuta está en manos de otro maestro concertador. Tal así se apreció por el autor de estas líneas en el concierto que aquí se valora. Y no es cuestión, por ello, el poner en negativo este evento musical.
Alexandre Bloch, francés, es un director de orquesta que en esta ocasión realizó una labor interesante, pero sin más. Su gestualidad corporal, tanto de cintura para arriba como para abajo, presentó movimientos un tanto impropios en los ademanes para ofrecer su expresividad. En ocasiones los de sus brazos dejaron escapar precisiones sobre los músicos en cuanto a significar modulaciones en la melodía interpretada., así como para indicar el modo de apianar el sonido no hace falta ponerse casi en cuclillas. Sin embargo, las dos obras que conformaron el programa musical tuvieron en Bloch unas lecturas sin sobresaltos.
La atracción principal del concierto estuvo en las manos del emergente pianista ruso Denis Koszhukhin (Mizhny Novogorod – 1986) quien llevó el peso del Concierto n 1 en Re menor para piano y orquesta, Op. 15 que es unos de los tours de force con el que todo pianista que se precie ha de enfrascarse. Hizo una magnífica exposición de su dominio sobre las 88 teclas, con pulcritud en la pulsión de la mano izquierda.
Su gestualidad -excesiva- con la derecha no dañó, en absoluto, el brillo y la precisión sonora de su tarea, sobre todo en el Adagio que constituye el segundo movimiento de esta composición brahmsiana. El respetable reconoció su empeño con fuertes aplausos, sobre todo en el regalo que, de propina, hizo cual fue En una Iglesia, nº 24 del Álbum para la juventud’ de Tchaikovsky, donde la delicadeza y la intimidad expresiva fueron puro glamour.
La Sinfonía nº 6 en Re mayor de Antonín Dvorak constituye un opus compuesto a sus 39 años en un término de 49 días. A veces se le suele aplicar el apodo de “la checa” dado que en su urdimbre existen claras referencias al folclore eslavo. La Euskadiko Orkestra/Orquesta de Euskadi se encontró asentada en una mejor comodidad ya que la partitura le permitió mayor presencia en el primer movimiento Allegro non tanto sobre todo en la sección de cuerda, especialmente con los violonchelos.
Con el Adagio, que constituye el segundo movimiento, la orquesta vasca desgranó romanticismo a través del sentimentalismo que conlleva el compás 2/4, en modo de rondó libre. En el Scherzo (Furiant). Presto que conforma el tercer movimiento la viveza que conlleva el compás ¾ fue bien acogida por el ensemble orquestal, en donde el pícolo puso el timbre de luz necesaria para enaltecer las danzas bohemias que rezuman desde la partitura. El cuarto movimiento, Finale. Allegro con spirito, en forma de sonata, tuvo su especial trato de relieve en la sección de viento metal (trompas4, trompetas2, trombones3 y tuba), sobre todo en la explosión del desarrollo de la coda final.
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