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Por Publicado el: 04/02/2025Categorías: En vivo

Crítica: Silencio y pasión. El Haydn inmaculado del Cuarteto Quiroga

Silencio y pasión

El Haydn inmaculado del Cuarteto Quiroga

III FESTIVAL ATRIUM MUSICAE. Cuarteto Quiroga. Haydn: Las siete últimas palabras de Cristo en la cruz. Lugar: Cáceres, Iglesia de Santiago. Fe­cha: 1 febrero 2025.

Silencio y pasiónEl Haydn inmaculado del Cuarteto Quiroga
III FESTIVAL ATRIUM MUSICAE. Cuarteto Quiroga. Haydn: Las siete últimas palabras de Cristo en la cruz. Lugar: Cáceres, Iglesia de Santiago. Fe­cha: 1 febrero 2025.

El Cuarteto Quiroga en el festival Atrium Musicae
Fotografía: Sandra Polo

Aunque el título de esta crítica tiene aires semanasanteros, nada tiene que ver con nazarenos y procesiones. Silencio de un público fascinante y fascinado por la música genial que Haydn compuso en 1787 para la capilla de la Santa Cueva de Cádiz. Y pasión, laica y musical, la que el Cuarteto Quiroga volcó en su interpretación de la obra maestra, Las siete últimas palabras de Cristo en la Cruz.

Fue una versión de honda espiritualidad y apasionado sentido musical. De referencia. Quieta y memorable, de esas que quedan en la memoria per sæcula sæculorum. Ninguna de las cientos de personas que la mañana del sábado abarrotaron la cacereña lglesia de Santiago olvidará esta interpretación, enmarcada por el magnífico retablo mayor, de 1557, nacido en el taller de Alonso de Berruguete, y cuyos lentos movimientos encontraron en este más que exitoso tercer festival Atrium Musicae el mejor marco, al mejor público y, desde luego, sus mejores intérpretes.

Es difícil imaginar versión tan redonda, intensa y genuina. Pura música, que vuela más allá de su específico sentido religioso y descriptivo para instalarse en los recovecos más íntimos de la sensibilidad y la percepción artística. Ni siquiera la dramatizada y estupenda lectura de cada una de las últimas palabras, recitadas más que enunciadas entre movimiento y movimiento desde el atril por Cibrán Sierra (violín segundo del cuarteto), lograron desenfocar la clave musical de la obra de arte.

El silencio del público contribuía y retroalimentaba el ambiente emocional de esta versión incandescente, reflexiva, compungida y lírica, arraigada en su esencia clásica, pero que, en su genialidad, escapa y apunta más allá de marcos y estilos. Puro Haydn, pura música. Universalización abstracta del sentido religioso.

Desde su nacimiento en 2003, el Cuarteto Quiroga no ha parado de crecer, hasta ser hoy uno de los conjuntos punteros en el mundillo de la música de cámara. Una referencia. No exageró el New York Times cuando escribió de él: “Exquisito: interpretaciones precisas, perfectamente equilibradas, interpretativamente frescas, expresadas en tonos consistentemente cálidos”. Tampoco exageramos aquí y ahora al hablar de que en Cáceres, con la música medular de Haydn, añadieron a todas esas cualidades un caudal inagotable de matices  e ideas; de contrastes y colores.

La concentración en cada uno de sus quietos movimientos no declinó ni un instante, como si en cada nota, en cada mínimo sonido, en cada instante, fuera la vida. Cuatro instrumentos, cuatro artistas, cuatro sensibilidades fusionadas en el instrumento único que conforman las 16 cuerdas y las cuatro almas del auténtico cuarteto de cuerdas.

Al final, en el estremecedor movimiento último, en el terremoto en el que recalan todas las meditaciones precedentes, la quietud se torna inquietud, y el aire íntimo que impera en la obra queda fracturado por el “presto e con tutta la forza” que reclama la partitura y el sentido religioso de la narración. Fieles al texto y a su propio sentido musical, los violinistas Aitor Hevia y Cibrán Sierra, la viola de Josep Puchades y el violonchelo de Helena Poggio se inflaron de nervio y tensión para coronar esta versión inmaculada y plural. Tan atea, agnóstica o religiosa como espiritual y fervorosa.

Allá y allí, bajo las bóvedas de crucería del templo, y bien asentados en sus esculturas, escuchaban en silencio cómplice Nuestra Señora de la Esclarecida, el Cristo de los Milagros, Jesús Nazareno el apóstol Santiago a caballo y hasta San Judas Tadeo, al que tan devotos son los cacereños. Inexplicablemente, en su quietud de cartón piedra, ninguno de ellos se sumó a la interminable y más que merecida ovación con la que el resto del público premió y cerró la inolvidable mañana festivalera.

Justo Romero

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