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Por Publicado el: 21/02/2019Categorías: Diálogos de besugos

Críticas en la prensa a ‘Idomeneo’ en el Teatro Real

Ya se han publicado en los diarios de difusión nacional las críticas a «Idomeneo» en el Teatro Real. En esta ocasión parece que los críticos sí han estado en el mismo espectáculo y hay bastante coincidencia. Una producción escénica que actualiza la ópera sin deformarla, haciendo pensar al espectador, una dirección orquestal de primera -aquí pone peros el ABC- con orquesta y coros brillantes y unos intérpretes más bien correctos que deslumbrantes.

El País 20/02/2019

Grecia existe: Robert Carsen y Ivor Bolton ofrecen un ‘Idomeneo’ actualizado que es toda una invitación a la reflexión

Idomeneo. Música de Wolfgang Amadeus Mozart. Eric Cutler, David Portillo, Anett Fritsch y Eleonora Buratto, entre otros. Orquesta Titular del Teatro Real. Dirección musical: Ivor Bolton. Dirección de escena: Robert Carsen. Teatro Real, hasta el 1 de marzo.

….Idomeneo es –no caben dudas al respecto– una gran obra de arte, una ópera extremadamente valorada por el propio Mozart, que no dejó de pulirla, añadiendo, quitando y remozando elementos hasta el último momento, tanto en su estreno en Múnich como en su única reposición (privada) en Viena cinco años después. En Madrid se ha decidido coger lo mejor de una y otra versión, como quizás habría hecho el propio compositor, que no dejó dicha su última palabra sobre su configuración final porque la realidad no le brindó la oportunidad de poder expresarla. De ahí que no sea descabellado tenerla por una suerte de work in progress en la que cualquier opción parece admisible en función del tipo de producción planteada y de las características de los cantantes implicados, aunque la decisión más trascendente es, como aquí se ha hecho, confiar el papel de Idamante a un tenor (en vez de una mezzosoprano o un contratenor), ya que ello redunda en la más inmediata credibilidad del personaje, tanto en la crucial escena de la anagnórisis con su padre en la playa como en sus encuentros con Ilia, si bien siempre resulta cuestionable si los conjuntos en que participa (trío del segundo acto y el formidable cuarteto del tercero) ganan o pierden con el cambio, o si es una buena idea confiar a Idomeneo e Idamante la misma tipología vocal…..

….Robert Carsen puebla el escenario de un sinfín de figurantes, que se mueven, junto con el coro, con una coreografía de movimientos perfectamente diseñados y sincronizados a las mil maravillas con música y texto. La decisión podría justificarse por su deseo de mostrar con claridad que las actuaciones de los poderosos –ya sean monarcas o políticos– tienen una repercusión inmediata y directa, activa o pasiva, en la vida de muchísimas personas. No acaba de entenderse, eso sí, que el coro “Godiam la pace, trionfi Amore” lo canten únicamente los soldados cretenses mientras los supuestos troyanos permanecen sorprendentemente mudos. Y el coro final, «Scenda Amor, scenda Imeneo«, habría ganado también en fuerza y congruencia si hubiera tendido un puente simbólico con el comienzo, repartiendo de nuevo coro y figurantes (y, mucho mejor, entremezclados) entre soldados y refugiados. Hasta el despojamiento postrero de los uniformes podría haber resultado más efectivo al igualar por fin a ambos colectivos.

Aparte de poder y política, también hay pasiones en juego, por supuesto, con dos mujeres que se disputan el amor del mismo hombre, pero Carsen despeja entonces el escenario, siempre desnudo y con un mar y un cielo, claros u ominosos, o una ciudad devastada proyectados al fondo, para que este otro enfrentamiento, así como los encuentros entre padre e hijo, se diluciden en privado, sin testigos. Es la gran virtud de su montaje que, como es característico en el canadiense, es diáfano, pródigo en pequeños símbolos (imposible no emparejar, por alusiones, el cuerpo de Elettra tendido largamente en el suelo tras su última aria y el cadáver de Fasolt presidiendo casi todo el tramo final de El oro del Rin) y nunca se entromete en la música, sino que la escucha…./…

Robert Carsen se expresa aquí con más claridad que en el recientísimo Oro del Rin (a la espera de que futuras entregas de la tetralogía aclaren su punto de vista, demasiado vago en el prólogo) en este mismo teatro, aunque su labor fue en parte abucheada en los saludos finales. Ha tenido la suerte de contar con Ivor Bolton, un excelente abogado de su causa, porque el británico, de sólida trayectoria en este repertorio y muy buen conocedor de las óperas de Gluck, realiza una labor extraordinaria en el foso. Con flautas de madera, trompas y trompetas naturales, o trombones históricos en la escena de la voz del oráculo, la orquesta da toda una lección de estilo, articulación y transparencia. Ya desde la modélica y muy bien contrastada obertura quedó claro que, musicalmente al menos, la representación estaba en inmejorables manos…..

….Tuvo sobre el escenario a un reparto muy bien elegido, aunque triunfó quien más arriesgó y quien posee una materia prima de más calidad, que fue la soprano italiana Eleonora Buratto. Aquella joven Norina de 2013, dirigida por Riccardo Muti, ha madurado no poco y su voz ha ganado en riqueza y posibilidades expresivas. Su mejor aria fue la del segundo acto, “Idol mio, se ritroso”, pero caben muy pocos peros para las del primero (aquí se mostró quizás algo tímida en el arranque) y el tercero, esta última la colosal “D’Oreste, d’Aiace”, una de las grandes joyas de la partitura, donde prefirió asegurar a lanzarse por un trampolín de final incierto: lo que se perdió en furia y desafuero se ganó en perfección técnica. Buratto se llevó los aplausos más cálidos y prolongados de la noche, a pesar de ser la primera en salir a saludar, y es muy justo que así fuera recompensada su completísima actuación.

Anett Fritsch, la inolvidable Fiordiligi en el Così fan tutte de Michael Haneke, fue una Ilia delicada y frágil, que dio lo mejor de sí en el dúo con Idamante al comienzo del tercer acto, “Spiegarti non poss’io” (uno de los dos grandes añadidos de la versión de Viena) y en el ya mencionado cuarteto, del que el propio Mozart escribió que “no hay nada en mi ópera de lo que me sienta tan satisfecho como este cuarteto”. Podía esperarse algo más de la soprano alemana, una cantante de innata comunicatividad y poderosa presencia escénica, pero la suya ha sido también una contribución de gran altura. David Portillo es un excelente cantante, y así lo demostró el pasado verano, también bajo la dirección de Ivor Bolton, en el Orlando Paladino de Haydn estrenado en Múnich, pero su voz, pequeña y dúctil, de agudos fáciles, parece avenirse mejor a papeles cómicos y de carácter que a un personaje como Idamante, que requiere múltiples recursos expresivos y dramáticos. Eric Cutler, con el italiano más deficiente de los cuatro protagonistas, canta muy bien, aunque no acaba de transmitir la emoción y la autoridad que deben dimanar de un Idomeneo. A pesar de cerrar la tanda de solistas, no recibió grandes aplausos, pero tampoco los propició. Se mostró tan musical e integrado en la labor colectiva como sus compañeros, sobre todo en la versión vienesa de «Fuor del mar«, y juega a favor de todos ellos que, uno por uno, resultan absolutamente creíbles, en lo que respecta a su presencia física, como los personajes que encarnan.

En su breve pero sustancioso recitativo accompagnato, «Sventurata Sidon«, Benjamin Hulett fue un Arbace de gran entidad vocal (se suprimieron, con buen criterio, sus dos arias). Y ha sido todo un lujo contar con Alexander Tsymbalyuk (el sobresaliente Fafner de El oro del Rin) para cantar la brevísima pero capital intervención de la voz del oráculo, situado con gran acierto junto a trombones y trompas en lo alto del anfiteatro. Mención obligada final para el Coro Titular del Teatro Real: cuando más se le exige, y esta es una ópera más que comprometida para el coro, mejor responde. Con una actuación vocal y escénica completísima, y sin perder ni un momento la concentración, se ha hecho merecedor de un bravo incondicional y al mismo nivel del que debe dispensarse a la orquesta…. Luis Gago

Idomeneo-Real-playa

Escena de Idomeneo en el Teatro Real

ABC 20/02/2019

 
… En «Idomeneo» subyace el genio mozartiano liberado del yugo del padre dominador, y todo se culmina con un «lieto fine» de carácter ilustrado con el amor venciendo al odio y el acuerdo al enfrentamiento.
El destilado de Carsen asume estos puntos de vista en una robusta demostración de sabiduría teatral, propia de quien lee las obras con lógica y análisis, sabiendo entresacar las experiencias que impulsan la acción. Pero aun olvidando las ideas previas y las razones teóricas, una afinidad inmediata explica que hay mucho de verdad en esa multitud de figurantes sin referencia que se agolpan en el escenario del Real dispuestos a señalar la posibilidad de un «Idomeneo» antibelicista. …
…En ese sentido tan ingrata puede ser la escasez como el exceso de verismo con el que Eric Cutler asumió en el aria de Idomeneo «Fuor dal mar». Su actuación se asentó poco a poco, como lo hizo la voz de David Portillo, cuyo Idamante renqueó inicialmente por inestabilidad y falta de apoyo. Con independencia de las circunstancias que ayer se vivieron, el potencial del primer reparto es evidente, como también el del maestro Bolton quien abrirá a nuevos matices a esta producción. Su grandeza bien puede resumirse en la sutil iluminación de CarsenPeter van Praet o en la configuración de una escena estrecha y dominada por una gran pantalla de fondo. Allí es donde se plasma la «sombra dolorida» de Idomeneo, donde se agita la tormenta, donde se observan los estragos del monstruo en una imagen de derrota tras la guerra. El lugar en el que se esparce una alfombra de chalecos rojos ante la que sobran las palabras. Dar un sentido tan emocionante a «Idomeneo» significa sintetizar la importancia de una obra que rompió moldes, señaló caminos y encumbró la madurez de un Mozart de apenas 25 años. Demostrar que se trata de algo vivo. Alberto González Lapuente
Idomeneo-Real-ciudad

EL MUNDO 21/02/2019

‘Idomeneo’: Dislexia, esquizofrenia, guerra

Mozart escribió su ‘Idomeneo, re di Creta’ en 1781 y lo reformó en 1786, consciente de que era un libreto del entonces declinante teatro barroco -lo que se nota hasta en el largo metraje- y de que él lo dotaba de una luminosidad más moderna y profunda, con amplia línea vocal y experimentando en la riquísima orquesta de una manera ni sospechada por los entonces célebres Jommelli, Hasse y otros. El texto de Varesco se basa en una obra de Danchet que a su vez recala en el lejano Crébillon, 80 años antes. Narra la imprudente promesa de un rey cretense ante el peligro de naufragio que le lleva a plantearse inmolar a su hijo. Igualito que el relato homérico de Agamenón con Ifigenia. Con esas premisas, el libreto expone lo que expone y el texto dice lo que dice, mientras los directores de escena se dedican a impostarles sus propios argumentos que pegan o no pegan.

En este caso, repetía dirección -tras su ‘Oro del Rhin’- Robert Carsen, que aprovecha para hacer un alegato, un pelín topiquero, sobre la guerra y la tragedia de la emigración. Los troyanos son emigrantes y los cretenses son todos militares súper armados hasta el final, en el que hay una desmilitarización exprés con un ‘striptease’ de uniformes. Como tantas veces en los montajes de hoy, entre lo que se dice y lo que pasa hay una cierta dislexia, cuando no esquizofrenia. Eso suele gustar a los organizadores, porque el escándalo, por mínimo que sea, vende. Así sucede con una parte del público, mientras que a otra le repatea, de manera que Carsen y su equipo recibieron una perceptible división de opiniones.

Pero musicalmente, donde por ahora no se suele meter mano, todo fue irreprochable. La música de Mozart es poderosa y exacta, capaz de subrayar caracteres y de ir mucho más lejos. Aquí se hizo muy bien con una experta dirección de Ivor Bolton al frente de la Orquesta Sinfónica de Madrid, particularmente inspirada, y del Coro titular que tan magníficamente prepara Andrés Máspero.

Desde el punto de vista de las voces, donde proliferan los tenores, éstas fueron satisfactorias y, en general, coherentes con el estilo, destacando tanto Eric Cutler como David Portillo en los dos papeles masculinos principales.

El dúo femenino estaba servido con suficiencia por Anett Fritsch y Eleonora Buratto, que fue la más aplaudida en su formidable aria final, y aún habría que mencionar el papel de Benjamin Hulett. Tomás Marco

Idomeneo-refugiados

 

LA RAZÓN 21/02/2019

Mozart se vuelve pacifista

“Idomeneo” de Mozart. Eric Cutler, David Portillo, Anett Fritsch, Eleonora Buratto, Benjamin Hulett, Oliver Johnston, Alexander Tsymbalyuk. Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. Robert Carsen, dirección escénica. Ivor Bolton, dirección musical. Teatro Real. Madrid, 19 de febrero de 2019.

El Teatro Real coproduce “Idomeneo” con los teatros de Toronto, Roma y Copenhague, siendo quien corre con el estreno de la producción firmada escénicamente por Robert Carsen. Musicalmente ha elegido fundamentalmente la revisión de 1786 para Viena, cinco años posterior a la de su estreno, cuando el compositor apenas había cumplido 25 años. Es patente la influencia de la música francesa, así como la de Gluck y, en particular, en la estructura de su “Ifigenia en Tauride”. Mozart, que la amaba, la trabajó durante tiempo, sin duda consciente de una complejidad causada por la mezcla de temas de amor, conflictos generacionales, venganzas, política, dioses, etc. en una sucesión casi interminable de arias, dúos, tríos, cuartetos y escenas corales y concertantes, próxima a las tres horas de duración. Se podría hacer larga, aunque es cierto que algunos personajes, tienen músicas propias como las violentas de Elettra, que se haya bien contrastada la relación entre Illia y ella y que supone un avance respecto a las previas “Lucio Sila” y “El rey pastor”, por sus recitativos acompañados y ya no secos o una cierta continuidad global a través de algunos temas presentes desde la obertura. El Real ha decidido acertadamente abreviar recitativos y prescindir de las dos largas arias de Arbace para aligerar su duración, tal y como realizase el propio Mozart en Viena, si bien se recuperarán para la grabación en dvd que el teatro efectuará a lo largo de las nueve funciones programadas.

La puesta en escena de Carsen actualiza la trama a los tiempos actuales, con militares y refugiados, con lo que realmente apenas hay decorados. Una playa y el mar son los protagonistas y el centro donde, excepto en las impactantes escenas finales, sucede todo. Es donde se encuentran vencedores y vencidos de la guerra de Troya, convertidos en soldados y refugiados, en escenas masivas o donde se encuentran padre e hijo en escenas íntimas.  Gustará a unos y disgustará a otros, de ahí la combinación de ovaciones y abucheos al final. Al menos es una opción con menos controversia que la de Hans Neuenfels en Berlin en 2006, en la que aparecía Mahoma y hubo de cancelarse. Ya sabemos que hoy se trata de reinventar, porque reflejar el espíritu inicial con originalidad resulta mucho más complicado. Lo logró Jean-Pierre Ponelle en Salzburgo en 1983, con James Levine y un gran reparto encabezado por Luciano Pavarotti. Carsen es hombre de teatro que cuenta con grandes aciertos, como los “Dialogos de carmelitas” de 2006 en el propio Teatro Real y grandes desastres, como su “Tosca” vista en el Liceo en 2004. Reciente se halla aún el discutible “Rheingold”. En esta ocasión acierta. Los elementos mozartianos y otros añadidos quedan reflejados con pocos decorados, una excelente iluminación y muchos extras. Más de 100 figurantes se añaden a los 62 coristas del teatro, en una propuesta pacifista en la que acaban por hermanarse soldados y refugiados y que alcanza un buen momento psicológico al sugerir veladamente que el monstruo que exige el sacrificio de Idamante es su propio padre Idomeneo, en su deseo de perpetuarse en el trono. Estos pequeños detalles, así como tanta gente en escena sugiere cómo las decisiones de unos pocos afectan a muchos y nos obliga a pensar en nuestra realidad actual. Este “Idomeneo” alcanza un primerísimo nivel. En 2008 vimos la obra en el Real con López Cobos, DiDonato y Bayo, pero Luc Bondy no acertó en la escena.

El tenor americano Eric Cutler, que no acabó de convencer en el Real ni en “Cuentos de Hoffman” ni en “Hugonotes”, se mueve mejor como Idomeneo, aunque no acabe de conjugar el canto mozartiano con cierta tendencia al verismo. La voz de Eleonora Buratto ha ganado potencia y centro desde sus eternas Micaelas. Arrasa en su tercer aria, cantada con intensidad vocal y no tanta escénica. Inolvidable la Connell salzburguesa. Anett Fritsch convence como Illia porque comunica. Baja el nivel con el Idamante de David Portillo, demasiado ligero y falto de contrastes. Un lujo contar con las voces de Benjamin Hulett, Oliver Johnston, Alexander Tsymbalyuk.

Ivor Bolton realiza una lectura auténticamente mozartiana y logra una gran prestación de la orquesta. Hay muchos detalles imposibles de reflejar en este comentario. Sus gestos en el podio serían dignos de un video. Mención muy especial merece en esta ocasión el coro del teatro. Absolutamente magnífico en todas sus intervenciones.

Hay sin duda aspectos en los que podría profundizarse y Carsen posiblemente lo haga en Toronto, Roma o Copenhague. “Idomeneo” no es ópera fácil pero el real ha acertado musical y escénicamente, evitando que en algún momento surja el tedio y obligándonos a pensar que la guerra de Troya, los Príamos y Agamenones no nos quedan tan lejos. ¡Bravo! Gonzalo Alonso

Fotos: Javier del Real

 

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