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Que nadie llore
Por Publicado el: 06/06/2011Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

Dilema en la Zarzuela (artículo completo)

Dilema en la Zarzuela

Esta semana se reunió la comisión elegida por el INAEM para que le recomendasen media docena de candidatos para ocupar la dirección del Teatro de la Zarzuela tras el concurso convocado al efecto. El INAEM ha de pensarse muy mucho la decisión porque son muchos y graves los problemas de un teatro para el que no hay una definición clara. Hace años que Cultura no sabe qué hacer con él. En tiempos intentó pasarselo a la fundación del Real y al Ayuntamiento. Incluso se publicó en el BOE su cesión a la fundación citada, pero la comisión ejecutiva del Real, que se enteró una vez publicada la disposición, se negó a recibir la cesión si no recibía información completa sobre sus cuentas y el ministerio no aportaba los fondos para mantenerlo. El ministerio tuvo que echar marcha atrás. Todo figura en el BOE. En tiempos, recordémoslo, el nombramiento por unos días de Jose Carlos Plaza le costó el cargo de director general del INAEM a Tomás Marco, porque el secretario de Estado no estuvo de acuerdo. En tiempos un secretario de Estado alardeaba en los restaurantes vecinos al teatro de que lo iba a cerrar. Aquella actitud me supuso ganar una apuesta en uno de ellos: si lo cerraba pagaría el doble de la cuenta cada vez que fuese y si ganaba podría cenar gratis todas las veces. Me empeñé en evitarlo y lo logré, pero nunca cobré la apuesta. Me conformé con una invitación a gintonic. Esta es la claridad del ministerio de turno respecto a su teatro.

¿Por qué el Ayuntamiento de Madrid se haya al margen del teatro que lleva el nombre de su género más castizo? ¿Por qué no hay la más mínima coordinación con el Real? Su dependencia jurídico-organizativa es problemática: un teatro no puede dirigirse desde el BOE. Se opone frontalmente a la agilidad con la que ha de funcionar un ente artístico del tercer milenio. Impone un corsé que lo ahoga e incluso obliga a sus gestores a actuar en ocasiones en el límite de la ley o incluso traspasándolo. La dependencia administrativa tan directa ha llevado a cerrar en falso amenazas de huelga, firmando convenios a todas luces perjudiciales.

¿Hacer sólo zarzuela? ¿Cómo abordar las recuperaciones? ¿Cómo enfrentarse a una enésima «Verbena de la Paloma»? ¿Sería la ópera-estudio un camino a iniciar? ¿Cómo renovar un público avejentado? ¿Cómo reorganizar un cuerpo técnico excesivo, de más de setenta personas, y caro, que dificulta las giras con sus enormes dietas? ¿Cómo “convencer” al coro que han de prestar su venia a las grabaciones? Son muchos los debates abiertos de carácter general a los que hay que dar solución. No lo podrá arreglar un mero gestor sin un claro apoyo por parte de un INAEM, que tendría previamente que “arreglar” la situación eliminando sapos y culebras. Pero no lo hará porque, para empezar, acaba de nombrar sobreintendente a la funcionaria Isabel Vazquez, antigua directora del Auditorio Nacional. Lo justifica como simple “cuestión administrativa”, pero no se entiende el nombramiento de alguien que no va a pisar el teatro.

Y también los de carácter particular e interno, ocasionados por la gestión de estos años. ¿Por qué las direcciones musicales se han empobrecido tanto a favor de las escénicas? ¿Por qué los repartos dejan frecuentemente mucho que desear? ¿Por qué siete de las once producciones en almacén llevan las firmas de Olmos, actual director, o Ochandiano, socia en tiempos? ¿Por qué se han destruído otras de superior valor artístico? ¿Acaso para lograr una perpetuación en el centro, aunque ya no se ocupe cargo en él? ¿Por qué se despidió a su director musical de forma tan dudosamente legal que los tribunales han dado la razón a éste? La presente etapa ha de acabar del todo y el INAEM ha de solucionar tanto desaguisado y, sólo después, nombrar un responsable. Mas, ¿acaso corresponde colocar alguien por cinco años, prorrogables por otros tres, a ocho meses de unas generales? Y, ¿ha habido alguien trabajando en un proyecto en paralelo con el instituto y, por tanto, con ventaja comparativa respecto a quienes sólo han tenido un par de meses para presentar su proyecto en el concurso convocado? ¿Dónde una interpelación parlamentaria, con profundidad y no con palos de ciego, sobre tanto absurdo?

Pero, dispuestos al mar menor, que el INAEM elija un candidato que ame el género, lo conozca y esté dispuesto a dar la batalla con honestidad. Y que no sea director de orquesta ni regista, sino un gestor. ¡Menudo regalo envenenado!
Gonzalo Alonso
Twitter: @gonzaloalonsor
Facebook: http://www.facebook.com/goalri

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