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Por Publicado el: 14/05/2025Categorías: En vivo

Crítica: Dudamel, de todo hay en la viña del Señor. La London Symphony Orchestra en Ibermúsica

Dudamel, de todo hay en la viña del Señor

Obras de Mozart, Mahler, Strauss y Ravel. Marina Rebeka, soprano. London Symphony Orchestra. Gustavo Dudamel, director. Ciclo Ibermúsica. Auditorio Nacional. Madrid, 9 y 12 de mayo de 2025

Dudamel con la Sinfónica de Londres en Ibermúsica

Dudamel con la Sinfónica de Londres en Ibermúsica. Foto Rafa Martín/Ibermúsica

La temporada 2024/25 de Ibermúsica concluyó recibiendo a uno de los directores más aclamados del momento: Gustavo Dudamel. El actual director musical y artístico de la Filarmónica de Los Ángeles y de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar llegó con dos conciertos al ciclo madrileño para ponerse al frente de la London Symphony Orchestra, habitual en el ciclo desde 1974 y casi residente.

Ambiente diferente al habitual en el Auditorio, sin duda atraído por la presencia de uno de los directores más populares y carismáticos del presente y, también, por el público de su país, amén de la siempre admirable London Symphony Orchestra.

Mucho tiempo ha pasado desde aquel desastroso debut en la Scala con Boheme y Dudamel aprendió la lección. La fama puede ser peligrosa y aún más antes de tiempo. Ahora es un director que, entre otros méritos, admira por su técnica, por la forma de comunicarse con los profesores de las orquestas, al menos a aquellas de las que es titular o a la misma sinfónica londinense, y sacar lo mejor de ellos. Igualmente sabe disimular algunas carencias con tres armas muy utilizadas: volumen, velocidad y contraste.

Prueba fue la Titán malheriana, con un impresionante pianissimo suspendido o el vibrante ritmo que imprimió a la danza del Länder del segundo tiempo desde su reposado inicio, hasta alcanzar la apoteosis del final enardeciendo a los asistentes. Lo mismo mostró en el principio del Don Juan straussiano, con una sonoridad que hería los oídos, absolutamente acelerado e imposible para la misma estupenda agrupación. Demasiada extroversión que, afortunadamente, quedó compensada en los momentos más líricos.

Gran contraste con las tres melodías –AsieLa flûte enchantée y L’indifférent- de la Shéhérazade raveliana, de quien celebramos los 150 años de su nacimiento. Carácter muy intimista que cantó la soprano letona Marina Rebeka, en plena forma, con su bello timbre, su cuidadoso fraseo y la seguridad del registro alto. Dudamel la cuidó para que la orquesta no la sepultase excepto en algún pasaje de Asie. 

Curioso emparejamiento el de la última sinfonía de Mozart con la primera de Mahler. Lo hizo Maazel en Galicia hace años. Una Júpiter lejana al estilo que se lleva hoy en día, con una muy nutrida orquesta a la que le faltó empaste cuando el maestro pisó el acelerador, epidérmica y un tanto insulsa. Ahora, que la Iglesia está de moda, “De todo hay en la viña del Señor”.

No lo fue la lectura de la Rapsodia española, vibrante, cuidada y con gran lucimiento de maderas y vientos, secciones en las que destacaron a lo largo del segundo concierto la flauta, los fagotes, trompetas y trompas. Como era de esperar, apabullante final de algarabía en La feria. Lo mismo que en el vals y la coda final, absolutamente pletóricos.

Este Strauss fue lo mejor del segundo concierto, y se pudo disfrutar de los cambios bruscos de dinámicas en el vals inicial, de los violines en las variaciones, del violín solista y el oboe en la transición, del Trio con el tema inolvidable de la ópera y, en definitiva, con el juego entre la ironía y la nostalgia, lo trascendente y burlesco de la suite. Con la sala llena a rebosar, un clamoroso triunfo para la orquesta, levantada repetidamente en solistas y secciones por Dudamel y el propio maestro, sin partitura alguna en ambos conciertos.

Gonzalo Alonso & Fernando Garcia Arribas

Un comentario

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