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Por Publicado el: 16/09/2014Categorías: Crítica

El Escorial y Vittorio Ghielmi: el jardín escondido de la belleza

Sábado 13 de septiembre, Teatro Real Coliseo Carlos III. Ciclo de grandes intérpretes instrumentales. «Bajo el cálido sol de septiembre»: Les voix humaines, les voix des anges. Vittorio Ghielmi, viola da gamba. San Lorenzo de El Escorial

Un concierto de viola de gamba a solo en un entorno como el Teatro Real Coliseo Carlos III es todo un brindis a la intimidad, no hay otra forma de enfocarlo. Sin huir de este concepto pero tampoco hacinándose en él, Vittorio Ghielmi  presentó un programa titulado Les voix humaines, les voix des anges, donde la variedad y el intento por no repetir lugares comunes se traslucían de una forma muy especial. Piezas de Forqueray, Abel, Marais o Hume alternadas con arreglos propios pero, por debajo de todo ello, músicas de baile contrapuestas a piezas de carácter, a guiños sonoros, a bellezas escondidas.

Uno de los principales logros del concierto es que no echásemos de menos un formato más plural (con su compañero habitual en este repertorio cuando de grabaciones se trata, el tiorbista Luca Pianca), y que la sonoridad o el repertorio jamás funcionasen como una realidad austera. Tras sentar las bases con dos piezas de Forqueray, Ghielmi inició la velada con la música buscavidas del canalla Tobias Hume, con todo su mundo de evocaciones guerreras y efectos de arco. Técnicamente impecable, el violagambista italiano propone visiones muy personales con una multiplicidad dinámica que lo ocupa todo y unas ornamentaciones que nunca pasan de efectivas a efectistas. Para la música de Jenkins Ghielmi utilizó un recién restaurado pardessus de viole de 1750, el hijo pequeño de la famila de las violas da gamba. Introducciones didácticas y sentido del humor iban diferenciando los bloques.

Con todo, el concierto no cogió todo su vuelo hasta llegar a la selección de piezas de Marin Marais, y que conste que no fue tanto por mitomanía hacia el compositor sino más por empatía emocional del intérprete con esta música. Un enfoque muy personal de la disonancia marcó este conjunto de Marais organizado en forma de suite y que contenía algunas de las piezas más conocidas del francés, como la confesión sonora de La Badinage, exquisitamente interpretada, o la que daba nombre al programa, Les voix humaines, una de esas cimas de creación que la humanidad consigue de tanto en tanto contenidas en escasos cinco minutos. Hubo dolor pero sin aspaviento, sin retórica. Esta música sigue sin perder su espíritu de reivindicación de un instrumento que iniciaba el camino del desuso, y Ghielmi explotó su afinidad con la voz humana con una interpretación plagada de efectos vocales (descarados portamenti, respiraciones, ataques de nota descompensados, etc.) que encajaban a la perfección con la forma y el fondo.

Aplausos encendidos, buena entrada (más considerando que coincidía con cierto terremoto futbolístico) y miradas emocionadas entre los asistentes a la salida, agradecidos por haber presenciado algo más profundo que un mero locus amoenus. A veces la intimidad es una flor rara en el jardín escondido de la belleza. Mario Muñoz Carrasco

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