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Por Publicado el: 12/04/2014Categorías: Crítica

EL MANDO DE BYCHKOV

EL MANDO DE BYCHKOV

Obras de Saint-Saëns y Chaikovski. Jean-Yves Thibaudet. Orquesta Nacional de España. Director: Semyon Bychkov. Auditorio Nacional, Madrid. 11-4-2014.

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            Toca cómoda la Nacional con Bychkov, se deja mecer en sus suaves y oscilantes movimientos de vaivén. Desde aquella cita de hace años con una soberbia “Sinfonía Leningrado” de Shostakovich hasta el “Requiem de guerra” de Britten que abrió la presente temporada. En el concierto que ahora comentamos se tenía que haber interpretado, una rareza: la imponente “Sindonía nº 2” de Franz Schmidt. Fue sustituida por la tan conocida y tocada  “nº 6”, “Patética”, de Chaikovski, de nuevo en atriles. Lástima. Tuvimos, es cierto, una relativa compensación ante los resultados obtenidos en esta última partitura, pues la ejecución, sin ser perfecta –hubo desigualdades (en los giros iniciales del primer tema del Allegro inicial) y alguna que otra confusión de planos-, sí tuvo temperatura, brío, homogeneidad, tensión y, en los pasajes adecuados del Vals, enunciado cálidamente, refinamiento.

            Los brazos de Bychkov, elásticos, circulando en distintos estratos armoniosamente, el mando sugerente y atento, consiguieron excelentes efectos en el fraseo  y en las dinámicas, del pianísimo al fortísimo. Se nos ofreció una narración compacta, bien hilada, férvida, de “pathos” controlado, con acordes secos y restallantes y algunos magníficos clímax  -final del desarrollo del primer movimiento, ápice del cuarto-, quizá demasiado acelerada en la siempre resultona, efectista y endemoniada marcha que es el “Allegro molto vivace”. Muy convincente interpretación por tanto, que hizo olvidar la tan anodina de Belohlavek de la pasada temporada.

            Para hacer boca, escuchamos en la primera parte el Concierto para piano nº 5 de Saint-Saëns, Egipcio, que fue tocado limpia y cristalinamente por el infalible Thibaudet, que se sintió a gusto desde el principio con el acompañamiento, pegado a él como una piel. Las escalas cromáticas, las octavas, los diseños exóticos de raíz otomana o egipcia, las melopeas en las que la obra es rica no plantearon problema. Más lo tuvo el pianista para dar con la clave expresiva y poética de la “Pavana para una infanta difunta” de Ravel, ofrecida como bis. Arturo Reverter

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