El Teatro de los Escoriales: Ambición por cumplir
La construcción de un nuevo teatro en San Lorenzo de El Escorial, por iniciativa de la Comunidad de Madrid, plantea una serie de cuestiones que merecen ser abordadas con detenimiento, ya que su entrada en funcionamiento habría de incidir de forma singular en la vida cultural de la región, con implicaciones concretas en el panorama musical del país, en función de la dimensión definitiva del proyecto. El Teatro del Escorial nació con la idea de que sirviese como ejemplo de una de las formas en las que la CAM podría cooperar con las empresas privadas, compensando sus esfuerzos fiscales en la Comunidad con la potenciación de su imagen. El proyecto parte de la fusión de Repsol con YPF Argentina, cuya tributación fiscal se produjo en esta Comunidad. Repsol iba a estar ligada al proyecto tanto en su fase de construcción como en la posterior explotación. Diversas causas lo impidieron. En cualquier caso, el Teatro de El Escorial comenzó con un fuerte compromiso político, creándose una infraestructura muy superior a la demanda de la propia villa. No es en consecuencia un proyecto para y sólo para San Lorenzo de El Escorial. Sin la continuidad de este fuerte compromiso político será inviable una actividad adecuada al Teatro y a la inversión realizada. Para bien o para mal, está ahí, como lo está el Monasterio, monumento por cierto muy infrautilizado, como parece ser el mal de muchas de las posibilidades que encierra la localidad. Se trata ahora de hacerlo funcionar. Se ha afirmado reiteradamente que lo importante de estas infraestructuras no es el continente sino el contenido.
El Escorial es un enclave muy peculiar. Baste apuntar que no hay otro lugar en España, salvo Madrid, a donde acudan reyes y presidentes de gobierno con tal frecuencia. No deben ignorarse en este sentido las condiciones muy especiales de San Lorenzo de El Escorial y la necesidad de otorgar a la Sierra Norte de espacios culturales. Este municipio no posee las salidas industriales de sus vecinos dado su entorno, con el Monasterio y el monte de Abantos limitando sus actividades. Entre éstas ha de anotarse la universitaria, en franco descenso tras la aparición de universidades privadas en localidades más próximas a la capital sin que nadie haya realizado ningún esfuerzo especial para tratar de conservar el ambiente universitario escurialense. Sí que, en cambio, se han llevado a cabo acciones para dotar al municipio de un cierto ambiente musical, con su escuela integral, las actividades del Teatro Carlos III o el desaparecido festival barroco. En este sentido es importante mantener una visión ambiciosa de forma que la apertura del Teatro impulse otra serie de actuaciones encaminadas a crear una vida que va desapareciendo. El Teatro de El Escorial debería suponer un repulsivo para la imagen y la economía escurialense, de modo que tirase de otros muchos proyectos que o no se han puesto en marcha con decisión (el Parador, el desdoblamiento de la carretera a Guadarrama, etc), que cada día andan más mortecinos (el citado Monasterio con sus muchas potencialidades, la Escuela María Cristina, etc) o que directamente ya han sucumbido (la continuidad de aquella actividad universitaria, encarnada un día en la Escuela de Ingenieros de Montes, el desaparecido Hotel Felipe II, reconvertido en sede de cursos bancarios y prácticamente cerrado al público, etc.). De todo ello puede tirar el futuro Teatro si existe un fuerte apoyo político. Y sólo así, a través de las dimensiones cultural, universitaria y turística de calidad se recuperará una localidad entrañable que lleva camino de acabar como ciudad-dormitorio a base de tener que recurrir únicamente a la construcción como vía de ingresos municipales.
El complejo consta de un teatro principal con capacidad para 1.200 espectadores y una segunda sala para 300. Está situado en un emplazamiento privilegiado, tanto por acceso y aparcamiento como por proximidad a toda clase de servicios de restauración y ocio, así como a las instalaciones de Euroforum, que podrían servir de apoyo a actividades paralelas relacionadas con la programación principal. A todo ello, debe unirse el hecho de la existencia del Real Coliseo Carlos III, de la propia Basílica con su Lonja y las dos casas «principescas» como lugar adecuado para conciertos complementarios.
Parece lógico que, a la vista de las circunstancias expuestas, la primera cuestión que se plantee sea la de abordar el carácter estacional o permanente de dicho teatro, si su perfil debe estar determinado por dos propuestas definitorias y compatibles entre sí. Es decir, si el teatro debe ser la base de un acontecimiento musical de carácter estacional y si, al mismo tiempo, se ha de trabajar sobre un equipamiento que puede y debe realizar una actividad permanente, siempre a la medida realista de lo que la demanda hace aconsejable en un centro urbano de carácter residencial y turístico. Baste citar algunos ejemplos de necesidades sin satisfacer: en España no hay ningún centro de enseñanza de actividades escénicas, la JONDE precisa una sede estable, etc. No parece descabellado colegir que ambas propuestas son compatibles y, por tanto, abordables en el diseño de plan de actuaciones a medio plazo y la Comunidad de Madrid ha de continuar con el compromiso político con el que nació el nuevo equipamiento, posiblemente dando una entrada parcial a la financiación privada a través de una fundación, para terminar de desarrollar un proyecto que puede convertirse en una referencia. La ambición no debe decaer.
Gonzalo ALONSO