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Por Publicado el: 03/10/2012Categorías: Colaboraciones

ESPAÑA SIGLO XX

ESPAÑA SIGLO XX

Obras de Montsalvatge, Aragüés, Palomo y Falla. Ainhoa Arteta, soprano. Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid. Director: Víctor Pablo Pérez. Auditorio Nacional, Madrid. 2-X-2012.

Víctor Pablo Pérez, que será a partir de la próxima temporada titular de los conjuntos madrileños, confeccionó un programa valiente y bien urdido de música española del siglo XX, con un estreno: dos canciones del ciclo “Bidai Doinua” (Melodía para el viaje) del turolense afincado en San Sebastián Tomás Aragüés (1935). Sobre textos ambiciosos, de corte filosófico, de Patxi Ezkiaga, el compositor muestra su dominio de la materia y su vena melódica, conectada con la música popular, sobre todo en la segunda de ellas, “Argizko” (“Somos telaraña luminosa”), en la que acertamos a reconocer un estilizado aire de zortziko, que combina con figuras más poéticas.

Arteta, identificada con los pentagramas, desplegó su voz lírica, algo débil en graves, bien proyectada arriba –con si bemol agudo esforzado-, manejada con gusto y línea, aunque no siempre con nítida vocalización. Cualidades que percibimos en sus intervenciones en “Dulcinea”, cantata de Lorenzo Palomo (1938), de la que se ofrecieron tres números. Brillante orquestación, imaginación rítmica, “ostinati” y trazos claros y precisos adornan una música algo periclitada pero eficaz, con ciertos ribetes cinematográficos. Correctos los tres solistas del coro –Julieta Navarro, Diego Blázquez y Alfonso Baruque- en sus breves intervenciones.

El concierto había comenzado con una suite del ballet “Manfred” de Montsalvatge, obra de juventud, mimética y bien hecha, temáticamente variada, con hermosas cantilenas y pasajes sinfónicos realizados con oficio, en la estela de las músicas danzables de Chaikovski u Offenbach, con algunas gotas orquestales de Richard Strauss. Muy bien el solo de violín de Arriola. Y, en general, la prestación de la formación comunitaria, llevada en volandas por una batuta que se mostró generalmente clarificadora, entusiasta y medida y que logró como cierre una colorista –en ocasiones un punto acelerada y confusa- interpretación de la segunda suite de “El sombrero de tres picos” de Falla. Composición que, a la postre, nos pareció la más avanzada de las tocadas en la sesión.  Arturo Reverter

 

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