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LA DISCRECIÓN COMO VIRTUD
TÉCNICA Y EXPRESIÓN
Por Publicado el: 13/06/2012Categorías: Crítica

Festival del Mediterraneo: Una «Medea» para no perderse

Festival del Mediterraneo
Una «Medea» para no perderse
«Medea» de Cherubini. V.Urmana, M.J. Montiel, O.Sala, S.Skorojodov, D.Beloselski, etc. Coro de la Generalitat Valenciana y Orquesta de la Comunitat Valenciana. G.Vera, dirección de escena. Z.Mehta, dirección musical. Palau de les Arts. Valencia, 12 de junio.
«¡Cruél. Te lo he dado todo. Cruél!». Corría el año 1953 y María Callas tenía problemas en su templo de la Scala. Se adelantó al borde del escenario y dedicó estas palabras al público en vez de a Giasone. A su expúblico en vez de a su exmarido. La reacción fue una cerrada ovación tras una pausa de incredulidad. Había preparado muy bien su regreso: nada menos que Visconti y un joven debutante cuyo apellido era Bernstein y que, por cierto, terminó la noche de forma imposible de contar para menores. Aquellas mismas palabras podrían dedicárselas muchos responsables de teatros españoles a los políticos que los ahogan hasta la extenuación. No todos con razón, pero sí algunos. Helga Schmidt entre éstos. El Palau lo da todo en esta «Medea» y arriesga lo indecible. Debutan en sus papeles todos los cantantes y hasta Zubin Mehta. Tiene la consideración de la fidelidad a la cuota local, con Ofelia Sala como Glauce, y economiza aprovechando sabiamente los decorados de «Trovador», que Gerardo Vera emplea con más acierto que en aquél, aunque existan momentos sin acabar de solucionarse, entre ellos la iluminación de la escena final.
La vida da a veces satisfacciones y en este caso el resultado es redondo. Es difícil que «Medea» se haya representado en algún sitio tras las despedidas de Callas en Dallas y Londres con mayor nivel global. Dmitri Beloselski asombra por el caudal de una contundente voz de bajo de calidad, que será un estupendo Gran Inquisidor. Ofelia Sala se defiende en el incómodo papel de Glauce. Enorme acierto el tenor Serguéi Skorojodov, hallado tras unas audiciones internas, pues la tesitura de Giasone es terrible y la afronta con valentía y sin problemas. María José Montiel cosechó lógicos vítores tras el aria de Neris, pues la cantó modélicamente. La voz preciosa, llena de armónicos y corriendo de forma que iluminaba el Palau, gusto y musicalidad intachable. Parece aria fácil, pero no lo es y ella logró lo que Cherubini quiso: parar el tiempo. Habían ofrecido a Violeta Urmana cantar «Norma», pero ella apostó por aprenderse «Medea» en la misma versión de Franz Lachner que utilizó Callas. Pepel tremendo, sin descanso y plagado de intrincadas dificultades. Admirable su dominio para lo que es un debú. Entregada, arriesgando, firmes los agudos, poderoso el centro, lejos de la frialdad de otras ocasiones. Merecidísimo el exitazo que se llevó a la cama.
Valencia logra que todo un Mehta se aprenda un nuevo título lejano a su repertorio y el maestro lo estudia con la pasión de un joven. Bravo por su lectura de un Cherubini próxima al primer Beethoven. Impresionante el intermedio del último acto, como también solos como el de fagot. Estupendo nuevamente el coro, más en la escena final que en la excesivamente potente del inicio. El público, educadísimo esta vez, vitoreaba y no se levantó de sus asientos hasta pasados diez minutos. Sinceramente: si a usted le gusta la ópera, no debe dejar pasar la ocasión de esta «Medea». En décadas no ha habido una más redonda y tardará en volver a haberla. ¡Enhorabuena! Gonzalo Alonso

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