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Bodas de fino, fandango y azahar
Por Publicado el: 14/07/2009Categorías: Crítica

Grandes en ciernes

Grandes en ciernes. LEVANTE.VALENCIA

Quedamos muy gratamente sorprendidos quienes por primera vez oíamos tocar a José Franch-Ballester y veíamos dirigir a Sergio Alapont. Muy próximos por edad y origen, ambos artistas demostraron en sus respectivas especialidades interpretativas una madurez en contradicción constante con su casi insultante juventud y que hace pensar que nos hallamos ante grandes nombres en ciernes.
El clarinetista (Moncofa, 1980) protagonizó del «Concierto de Copland» una versión a cuyo arranque, allí donde el compositor crea más un clima o una atmósfera real que sólo un ambiente sonoro, con mucha dificultad se le podrían haber insuflado más fragancia. La sensación, falsa pero muy convincentemente creada, de improvisación aumentó con la cadencia y una parte final en la que la componente jazzística se integró sin resquicio alguno para la incoherencia. Además de una digitación y un control de la respiración impecables, se pudo admirar un timbre hermosísimo, virtud que se siguió sobre todo explotando en el «Oblivion» de Astor Piazzolla ofrecido como propina de la primera parte.
En el acompañamiento de estas dos piezas, el director (Benicàssim, 1976) no se limitó a prestar apoyo sólido pero flexible al solista, sino que supo extraer de las cuerdas de la orquesta subrayados e inflexiones de parejos refinamiento y eficacia. Pero no faltaron precisamente éstos en el resto del programa. Si en la «Fanfarria para el hombre común» de Copland y la «Obertura cubana» de Gershwin se cumplió con aproximadamente el máximo de corrección técnica que constituye el techo interpretativo en estas dos obras, en «El Salón México» y en «Un americano en París» se lograron varios pasajes de algo, bastante más que virtuosismo. Las labores individuales de los primeros atriles de trompeta, tuba y clarinete se destacaron con justicia al final. Los factores principalmente determinantes del éxito fueron, sin embargo, la seriedad máxima con que toda la orquesta se siguió tomando hasta el último compromiso de la temporada y la incontestable solvencia con que se los guió desde el podio. ALFREDO BROTONS MUÑOZ

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