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Por Publicado el: 21/02/2021Categorías: Colaboraciones

Joyas barrocas de la lírica

Joyas barrocas de la lírica

Platón, en su obra “Diálogos”, pone en boca de Sócrates (480 a.C. – 399 a.C.), que “el conocimiento empieza en el asombro” y cierto es ¡voto a bríos! cuando la curiosidad en conocer pasados tiempos de la lírica en suelo hispano peninsular te lleva a descubrir, con profunda tristeza, como en esta España cainita, en la que el pasado, por lo general, es materia de destrucción y aniquilamiento, pues solo el presente tiene valor, el asombro de conocer hechos que, en verdad, parecen irreales. Nuestra característica perenne de la petulancia del presente en cada momento nos lleva a cometer barbaridades contra el conservacionismo patrimonial. Cuanto más se profundiza en conocer nuestra historia no se sale de un estado de permanente asombro, más para lo malo que para lo bueno.

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Real Teatro de Aranjuez

Viene cabalgando este previo exordio sobre un flaco y triste jamelgo, cuando se da uno de bruces con la realidad de la existencia -extinta- del madrileño Teatro de la Cruz (conocido también como el “teatro de los chisperos”), inaugurado el 16 de diciembre de 1584 y derruido al poco de iniciarse 1845, en el que se estrenó la zarzuela, en dos jornadas o actos, titulada El imposible mayor en amor, le vence Amor un 24 de julio de 1710, con música de Sebastián Durón. Ya se hacía dinero -entonces- con la especulación inmobiliaria. Tan solo de aquellos pretéritos pasados tiempos nos queda en pie, vivo y ejerciente, el Real Teatro de Aranjuez, de época de cuando reinó Carolo, o sea el borbón Carlos III. 

Por ello en el afán de búsqueda cervantina de don Alonso Quijano iremos en pos de encontrar otras joyas barrocas dedicadas, principalmente, a la lírica, por lo que se ha de traspasar la pirenaica frontera (tanto geográfica como ideológica), y adentrarnos allende países del Norte en el que bien merecen destacarse cuatro pequeños teatros de relumbrón, de riqueza decorativa y de lujo desbordante.

Y ándate que te andarás llegamos, distinguida lectora, dilecto lector, hasta la bávara Alta Franconia, concretamente a la ciudad de Bayreuth donde sorprende el Markgräfliches Opernhaus, u Ópera del Margrave, inaugurada en 1748, bajo el mecenazgo de la princesa Guillermina de Prusia, hermanda de Federico el Grande y esposa del marqués (‘margrave’ en alemán) que luego sería Federico III; mujer de un vastísimo conocimiento artístico y musical. La profundidad de su escenario causó sorpresa a Richard Wagner en su visita a la ciudad en 1872, donde dirigió la Novena Sinfonía de Beethoven. Don Ricardo, egocentrista y cabezota como él solo, se quitó de la testa llevar allí sus dramas líricos y para ello, en la colina que domina Bayreuth, construyó su famoso teatro en el que se continúan representando, tan solo todas sus óperas, en su Bayreuther Fetspielhaus, desde 1876. En la Ópera del Margrave, declarado Patrimonio de la Humanidad se representa ópera barroca, habiendo sido utilizado, por su especial belleza interior, para rodar determinadas escenas de la película Farinelli.

Llegando a la capital bávara, en la zona del casco antiguo de Múnich, bajo el gobierno del príncipe elector Maximiliano José III (1745-1777), en la zona residencial de la corte, se encarga al veterano arquitecto belga François de Cuvilliés, la construcción de un teatro para la representación de ópera, que en sus inicios estaba reservado solo para miembros de la corte, [se abre al público en 1795] siendo conocido como Cuvilliés-Theater, si bien antes tuvo la denominación de Altes Residenztheater, estando considerado como una de las joyas del barroco teatral, si bien el clasicismo de su fachada sorprende ante la belleza que encierra su interior. Se inauguró el 12 de octubre de 1753 con la ópera Catone in Única de Giovanni Batista Ferrandini. Su importancia viene dada por los estrenos que en su interior se dieron como fueron, a modo de ejemplos, la ópera Idomeneo de Mozart, en 1781, y Abu Hassan, en 1811, de Carl Maria von Weber. En este edificio queda palpable el amor del pueblo alemán por su historia y su cultura, ya que en el año 1943 ante los bombardeos que sufría la capital bávara este teatro fue despiezado para evitar su total destrucción, como ocurrió en el viejo edificio de la Ópera Estatal de Baviera, también conocido como el Teatro Nacional de Múnich, en marzo de 1944. Semejante desmonte supuso su traslado a otra zona de la misma Residencia real, conservándose la casi totalidad de sus tallados de madera en los que predominan los colores blanco, rojo y marfil, aunque por desgracia se perdió la gran cúpula obra del pintor Johann Baptist Zimmermann. En el año 2008, tras una cuidada y meticulosa restauración, fue reabierto definitivamente con la consiguiente alegría de la ciudadanía y de sus gobernantes. Entonces Idomeneo volvió a estar presente. 

Seguimos hacia el destemplado norte europeo para recalar en el pequeño pueblo de Bohemia, de la República Checa, llamado Český Krumlov, protegido por su poderoso castillo que alberga uno de los teatros barrocos mejor conservados del mundo, el famoso Teatro del Castillo de Český Krumlov declarado Patrimonio de la Humanidad, cuya construcción se inició en 1680, y tiene el mérito de que entre los años 1705 a 1706 el político y gran preboste de la ciudad, hombre que había recorrido los mejores teatros de aquella Europa en ebullición nacionalista, incorporó al teatro una completísima maquinaria escénica (cabestrantes, poleas, elementos para la producción de efectos especiales y un prodigioso bastidor de iluminación móvil), con claras bases en los dibujos de Da Vinci, que a la fecha de hoy están en perfecto estado de conservación y funcionamiento, conservándose y dando efectivo uso a los bancos originales escalonados, así como diversidad del attrezzo y decorados de la época y una envidiable colección del vestuario usado en aquel entonces, confeccionados por  Giuseppe Galli da Bibiena.

Pone fin a este extraordinario periplo el sueco Drottningholms Slotttteater (Teatro de Drottninghlm) sito en el interior del Palacio del Real Dominio de Drottningholm (Patrimonio de la Humanidad), en Estocolmo, en el que todos los veranos se puede disfrutar de óperas barrocas compuestas por Haydn, Händel, Gluk, Mozart y otros. Su sala tiene una capacidad reducida para 400 espectadores (+/-), siendo inaugurado en 1766, y también dotado de una maquinaria escénica excepcional construida por el italiano Donato Stopani, que sigue funcionando a nuestros días. En el año 1792 es asesinado el rey Gustavo III, siendo el teatro cerrado y cayendo en el total olvido. Tal acontecimiento histórico da pie la ópera verdina Un ballo in Maschera. En 1922, ya dotado de energía eléctrica, volvió a reanudar sus actividades liricas que han continuado hasta ahora. Tal es su belleza interior que bastantes escenas de la película La flauta mágica de Ingmar Bergman, en 1975, fueron rodadas en su dentro de su artístico contenido.

¡De verdad, qué envidia de la buena! Manuel Cabrera.

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