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Por Publicado el: 06/04/2005Categorías: Crítica

La London Philharmonic para novatos

Concierto de primavera
La London Philharmonic para novatos
Ooras de Rimsky-Korsakov, Tschaikovski y Dvorak. V. Repin, violín. Orquesta Filarmónica de Londres. E.Krivine, director. Auditorio Nacional. Madrid, 5 de abril.
La calidad de las agrupaciones inglesas pasa por rachas que dependen mucho de sus circunstancias presupuestarias. La Filarmónica de Londres ha llegado en muy buen momento artístico. Sus maderas resultan lo más destacable, incluso por encima de la cuerda, impecables de afinación y con sonido primoroso en el siempre problemático inicio del pasaje de la salmodia de «La gran Pascua rusa». Lo volvieron a demostrar oboe, flauta, clarinete y fagot en el tercer tiempo del «Concierto para violín y orquesta» de Tschaikovski.
Vadim Repin es solista serio, de sonido más bello que claro, y afortunadamente poco dado a caprichos, aunque algunos hubo en el tiempo central. Detalles como el desvanecimiento del sonido en el final primera cadencia al dar entrada a la orquesta, mostraron su talento musical. Los violinistas, mucho más escasos en número que los pianistas, no necesitan tanto como éstos «diferenciar» sus interpretaciones y se centran con mayor facilidad en tocar lo escrito.
Acompañó con brío el maestro Emmanuel Krivine, cuyas lecturas son tan vibrantes y rápidas como las legendarias de Toscanini, no siendo una cuestión de duración sino de intensidad. Así la llamada “Sinfonía inglesa” de Dvorak sonó como llevada a matacaballo, sin embargo no se acortaron los treinta y cinco minutos habituales. Los conceptos cilibidachianos parecen haber pasado a mejor vida en la música actual.
Al público que asistió a este concierto extraordinario bien podía habérsele repartido una hoja con instrucciones sobre cómo comportarse en un acto así. No sólo molestaron las ya inevitables toses, sino que se aplaudió la conclusión del primer movimiento de Tschaikovsky como si se tratase de su auténtico final, no dejando continuar al solista. Y, por si no fuera poco, otro tanto sucedió tras cada tiempo de la “Octava” de Dvorak. ¿Qué habrían pensado los ingleses de la cultura musical de pueblo español si no fuera porque conocen otras audiencias a través de los ciclos de Ibermúsica? Ante tanta incultura sobraban y sobraron las propinas. Gonzalo ALONSO

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