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Por Publicado el: 20/01/2025Categorías: En vivo

Manuel Blanco, cuando la trompeta es intuición y sentido

Manuel Blanco, cuando la trompeta es intuición y sentido

TEMPORADA 2024-2025 del Palau de la Música. Programa: Obras de Verdi (Obertura de La forza del destino), Hummel (Concierto para trompeta y orquesta en Mi mayor) y Beethoven (Séptima sinfonía). Orquesta de Valencia. Solis­ta: Manuel Blanco (trompeta). Director: Martín Baeza. ­Lu­gar: Palau de la Música. Entrada: 1.781 espectadores (lleno). Fecha: viernes, 17 enero 2025.

Manuel Blanco, cuando la trompeta es intuición y sentidoTEMPORADA 2024-2025 del Palau de la Música. Programa: Obras de Verdi (Obertura de La forza del destino), Hummel (Concierto para trompeta y orquesta en Mi mayor) y Beethoven (Séptima sinfonía). Orquesta de Valencia. Solis­ta: Manuel Blanco (trompeta). Director: Martín Baeza. ­Lu­gar: Palau de la Música. Entrada: 1.781 espectadores (lleno). Fecha: viernes, 17 enero 2025.

Manuel Blanco y Martín Baeza

Daba gusto toparte con el Palau de la Música lleno hasta la bandera. Uno, al llegar el viernes y ver sus 1781 localidades sin un hueco, se preguntaba las razones: ¿La trompeta y la presencia de un solista tan querido y brillante como Manuel Blanco? ¿La siempre bienvenida Séptima sinfonía de Beethoven? ¿La conocida obertura de La forza del destino? ¿El maestro Martín Baeza? ¿El ansia de música tras el periodo navideño? Probablemente responda a un cúmulo de todo.

El programa, modelo gazpacho, era una mezcolanza sin hilo ni concierto que trufaba las músicas de Verdi y Beethoven con el Concierto para trompeta en Mi bemol de Hummel. Al final, el triunfador de la variopinta y multitudinaria noche fue Manuel Blanco (1985). Ni la Orquestra de València tuvo su mejor día bajo el gobierno impulsivo y poco indagador del maestro almanseño, ni de lejos se escuchó el mejor Beethoven del mundo.

Desde los primeros compases del programa, con una obertura de La forza del destino de brocha gorda en la que la introducción de los trombones se escuchó más estridente que fuerte, más estruendosa que sugestiva, se sintió que la noche no iba a ser un olimpo de exquisiteces ni perfección. Algo que se confirmó en la segunda parte, con un Beethoven de carácter y pulso, en el que asomó la palpable condición de gran músico de Martín Baeza (1972), en su día virtuoso de la trompeta, hasta que -como en tantos otros casos- decidió colgar los trastos y volcarse en el muy diferente oficio de director de orquesta.

No alcanzó a obtener el ahora maestro las mejores excelencias de una Orquestra de València cuya cuerda anduvo corta de ajuste, precisión y empaste, mientras que la sección de vientos -con la excepción de flautas, fagotes y trompas- se mostró menos fina y afinada que de costumbre. El Presto rozó el precipicio. ¡Bravo sin reservas al timbalero, convertido en vital dinamizador métrico de la sinfonía!

Lo mejor se concentró en el brillante Concierto de Hummel, pieza angular del repertorio concertante de trompeta, tan cargado de aires mozartianos y pre-rossinianos. No solo por la sobresaliente intervención de Manuel Blanco, que reafirmó su condición de as de su instrumento y artista de intuición y sentido, sino también por el cuidado acompañamiento que le brindó el maestro, en el que asomó su pretérita condición de trompetista. No dejó de ser significativo que Baeza acompañara el concierto de Hummel de memoria y, sin embargo, dirigiera la Séptima de Beethoven con la partitura sobre el atril.

Blanco, nacido en Daimiel y manchego como Baeza, consiguió un éxito clamoroso y merecido. El público se volcó con él y con su interpretación rezumada de estilo, sentido expresivo y enjundia instrumental. Locuaz también con la palabra, y después de varias salidas a saludar, se dirigió con franqueza al público.

Tras recordar que “este concierto es muy especial para mí: por ser dirigido con quien en su día fue mi propio profesor de trompeta, y por estar en València, con una orquesta llena de amigos, en una ciudad en la que residí en mis tiempos de estudiante durante cuatro años, cuando estudiaba con José Ortí -aquí hoy presente, entre el público-, cuando vivía en Primado Reig”. Palabras salidas del alma y regadas con el calor del éxito. Tocó de propina, con todo “mi cariño y en recuerdo a las víctimas de la DANA”, una pieza tan cargada de “melancolía” como Oblivion de Piazzolla.

Emocionante, incluido el estupendo solo del concertino, Enrique Palomares. Aún tuvo que regalar una segunda pieza: la “Nana” de Falla, cuya quietud íntima acabó por templar el caldeado ambiente y cerrar su gran noche.

Publicado en el Diario LEVANTE el 19 de enero

Justo Romero

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