Crítica: McCreesh en Valencia, ¡qué soporífero tostón!
McCreesh en Valencia, ¡qué soporífero tostón!
TEMPORADA 2024-2025 del Palau de la Música. Programa: Obras de Vaughan Williams (Fantasía sobre un tema de Thomas Tallis. Sinfonía de Londres) y Grainger-Atkinson (Lincolnshire). Orquestra de València. Director: Paul McCreesh. Lugar: Palau de la Música. Entrada: Alrededor de 1.000 espectadores. Fecha: viernes, 30 mayo 2025.

Paul McCreesh en Valencia
Fue un tostón de aquí te espero. Volvió Paul McCreesh a la Orquestra de València -de la que actualmente es principal director invitado- para aburrir a las musarañas con un tedioso programa centrado en la música de su paisano Ralph Vaughan Williams, cuya creación soporífera mira más al decimonónico mundo victoriano que a su propio tiempo, cohabitado por Schönberg, Prokófiev o Falla, por citar solo tres compositores de infinita mayor enjundia.
Para redondear el tedio del programa, el mismo se completó con el estreno absoluto de una versión para vientos y percusión de Lincolnshire, un insufrible y vacuo pastiche más viejo que Matusalén de Percy A. Grainger, que lo mejor que le puede ocurrir es que siga durmiendo el sueño de los justos.
El programa, tan british, tan inglish, tan london -en Londres nació McCreesh, en 1960, y Londres inspira y titula la Segunda sinfonía de Vaughan Williams soportada en la segunda parte del programa de marras- llega en medio de una temporada que ha descuidado por completo la creación musical española y valenciana, un olvido -o descuido- que se ha convertido en el verdadero talón de Aquiles de esta programación que ya termina.
El Palau de la Música ha de escuchar el consejo de Albéniz, quien en octubre de 1907, en un encuentro en París con los jóvenes Falla y Turina, les dijo: “Miren a la música española”. La Orquestra de València, que atraviesa el mejor momento de su historia, debe recuperar su tradición de servidora de la mejor música española. Ni el alemán Liebreich ni el londinense McCreesh se van a ocupar del asunto. Por ello, es fundamental el peso de la dirección del Palau de la Música -Vicente Llimerá- para descomponer este rumbo equivocado que enturbia el buen momento de una orquesta que nunca ha sonado como ahora.
Si el programa era un error de principio a fin, su realización no fue a la zaga. Frente a la orquesta esplendorosa disfrutada semanas atrás, con obrones como Asi habló Zaratustra de Strauss (Liebreich) o Cuadros de una exposición de Músorgski-Ravel (Steinberg), en esta ocasión se escuchó un instrumento desajustado, impreciso y fallón, en el que apenas brillaron los estupendos solos de viola a cargo de Pilar Marín en la añeja Fantasía sobre un tema de Thomas Tallis -con diferencia, lo mejor o menos malo del programa- y en la hueca y rimbombante Sinfonía Londres (¡a años luz de la magistral Sinfonía Londres de Haydn!)
En tan aciaga tarde, no faltaron teléfonos impertinentes que sonaron sin piedad. Tampoco aplausos fuera de tiempo y lugar de un público -no numeroso- en el que abundaban espectadores con pinta british. El dislate fueron las palabras de McCreesh, empeñado en explicar en inglés, entre movimiento y movimiento, con palabras básicas y argumentos pueriles más propios de jardín de infancia que de una sala de conciertos, los intríngulis de cada uno de los seis episodios que integran el tostonazo de Lincolnshire. ¡Un poema!
Justo Romero
Publicado en Levante el 1 de junio de 2025
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