Un buen día de este verano llega a alto nivel del Ministerio de Cultura una recomendación política interesándose por un supuesto candidato para suceder a Mortier. Allí se preguntan de qué va la cuestión y descubren que Mortier ha estado haciendo castings en junio para buscarse un sucesor. Donde menos se espera salta la liebre.

Parece que el lío está ya organizado. La enfermedad de Mortier puede ser de las más serias y su salida del teatro en breve. Hay apuestas para todos los gustos por las alturas. Unos se inclinan por Matabosch, pero éste quire seguir en principio en el Liceo en un momento en que la situación es delicada, pero en el que cuenta con todos los apoyos de Convergencia y ya no tiene en frente a Juan Francisco Marco. De otro lado hay serias dudas sobre la reacción que podría generarse en Madrid la presencia de un catalán para dirigir el Real. Otros apuestan por Plácido Domingo, que tiene a su favor su origen, su fama, su personalidad y, en definitiva, sus muchas valias, pero también sus serias limitaciones y las servidumbres que se generarían dependiendo el teatro de un clan con cantantes, directores de escena y de orquesta, etc. de la escudería de la casa, que dirige su hijo Álvaro. Otros vienen a decir: Plácido sí, peros sin la familia y no olvidan que casi no hay dos teatros más lejanos que Los Ángeles y Madrid.

Y también hay para quien una solución transitoria sería lo ideal: que Emilio Sagi, actualmente trabajando en «El barbero de Sevilla» se hiciese cargo por dos o tres temporadas de un teatro que conoce bien y, mientras tanto, se busca con calma el sucesor del sucesor.

Y, naturalmente, aún queda el factor sorpresa…