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Por Publicado el: 21/01/2009Categorías: Crítica

Nemorino vuelve a casa

Nemorino vuelve a casa

L’ELISIR D’AMORE
Ópera de Gaetano Donizetti sobre un libreto de Felice Romani. Producción del Teatro Villamarta. Intérpretes: Ainhoa Garmendia, Ismael Jordi, Rodrigo Esteves, Stefano de Peppo, Leticia Rodríguez. Coro del Teatro Villamarta. Orquesta Filarmónica de Málaga. Dirección de escena e iluminación: Francisco López. Vestuario y escenografía: Jesús Ruiz. Dirección musical: Gianluca Martinenghi. Fecha: Martes, 20 de enero. Lugar. Teatro Villamarta. Aforo: Casi lleno.
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Andrés Moreno Mengíbar
Alguien ha escrito, a propósito de lo que ocurre a menudo en el Villamarta, sobre el “milagro lírico del Sur”. Y a la vista de lo que ocurrió allí la noche del pasado martes, hay que reconocer que los milagros existen. Porque milagro parece que un teatro pueda reaccionar con éxito ante la falta de profesionalidad y de seriedad de quien decía estar enferma para cantar en Jerez pero no para asistir a una tamborrada en San Sebastián en las mismas fechas. Claro que los milagros se consiguen a base de ilusión, de trabajo y de haber sabido crear una imagen del Villamarta que para cualquier cantante es garantía de trabajo bien hecho y de calor humano.
“Hemos salido ganando” era la frase más escuchada entre los entendidos en el Villamarta, porque la otra Ainhoa, la Garmendia, se mostró como una de las voces más frescas y apasionantes del actual panorama nacional. Y, sobre todo, con una seriedad y una solvencia a años luz de esa otra cantante mediática de quien el Villamarta debería prescindir en adelante. La guipuzcoana se metió al completo en el papel, teatral y musicalmente hablando, en sólo diez días. La voz es luminosa, de una enorme calidad tímbrica, refulgente y con una espléndida proyección que denota una muy sólida base técnica. El registro agudo es aún más brillante y se abre de forma deslumbrante mientras es capaz de atacar con precisión los pasajes picados y las escalas ascendentes y descendentes. La manera de atacar en piano la frase Prendi, per me sei libero, con toda la carga sentimental de la frase, fue realmente conmovedora.
Pero con lo que la velada se tiñó de colores mágicos fue con la interpretación de Ismael Jordi. No es interpretación en realidad, porque Jordi es Nemorino y así se evidencia en la naturalidad con la que se mueve y gesticula, haciendo totalmente creíble a este zangolotino tímido y crédulo. Vocalmente es su papel más conseguido y en el que va a más cada vez que lo interpreta. La seguridad técnica es pasmosa en su manera de regular y de pasearse de forma exultante por el resbaladizo terreno de las medias voces y la voz mixta, de los pianissimi y de las sfumature. Pero de nada serviría todo ello si no hubiese estado al servicio de una apasionante expresividad, de una inacabable capacidad de convocar las emociones mediante la voz, con profusión de acentos (Amina, credimi, por ejemplo) y de matices intencionales. Pero donde el tiempo se detuvo y se operó el verdadero milagro de la noche fue con Una furtiva lagrima en la que no se sabía si admirar más la paleta de recursos técnicos o la congoja que transmitía el canto, con una frase final en la que de un sólo fiato Jordi pasó del pianissimo al forte para volver al pianissimo en una messa di voce que nadie creía estar oyendo. Tanto que el delirio del público le llevó al hecho inusual de repetir el aria de forma aún más emocionante. Un momento para la historia del Villamarta.
No desentonó, sino todo lo contrario, el rotundo Belcore de Esteves, una voz impactante, segura, muy igualada en todos los registros y al servicio de una buena actuación teatral. No llegó a ese nivel De Peppo: además de claras carencias en el registro superior (mate y sin color), no supo encontrar los apropiados acentos bufos de su personaje. Estupenda, como nunca la habíamos escuchado, Leticia Rodríguez.
Todos se beneficiaron de la batuta de Martinenghi, ágil, clara, transparente y cargada de energía en los números de conjunto, como ese soberbio finale primo con un crescendo modélico. A sus órdenes, Coro y Filarmónica de Málaga firmaron una de sus más brillantes noches jerezanas.
No por conocida deja de admirar la producción de López-Ruiz, luminosa y colorida (lo que no es poco hoy día) y llena del más puro y fascinante teatro. Era la pieza que faltaba para rozar el milagro. Merece, pues, la pena, que la administración local siga apostando con generosidad por el verdadero corazón lírico de Andalucía. Todos nos lo merecemos.

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