OCNE: El gran maestro y el mediano solista
EL GRAN MAESTRO Y EL MEDIANO SOLISTA
Orquesta Nacional de España
Obras de BRAHMS y SHOSTAKOVICH. Francesco Piemontesi (piano). Orquesta Nacional de España. Dir.: David Afkham. Auditorio Nacional, 10-12 de junio de 2016.
En los últimos días el público de Madrid ha podido escuchar dos obras estrechamente vinculadas a los totalitarismos. Por un lado, “El emperador de la Atlántida”, cuyo estreno en el Teatro Real el día 10 se comentó en estas páginas; la ópera compuesta por Viktor Ulmann, durante su reclusión el campo de concentración de Therezin, le costó la vida al autor tras el ensayo general, porque la parodia de un sátrapa dictatorial con ambiciones universales y sin escrúpulos fue demasiado para los oficiales nazis, que trasladaron al músico judío directamente a Auschwitz.
Por otro lado, la Orquesta Nacional terminaba el penúltimo concierto de su ciclo sinfónico con la “Quinta Sinfonía” de Dimitri Shostakovich, dirigida por su titular, David Afkham. Son de sobra conocidas las circunstancias del estreno, que muy bien relata Stefano Russomano en las notas al programa: el compositor soviético se sintió amenazado de muerte tras una crítica oficial drásticamente negativa hacia su ópera “Lady Macbeth de Mensk” y, llevado por la prudencia, guardó en un cajón su “Cuarta Sinfonía” -demasiado vanguardista para los ortodoxos oídos de Stalin y los suyos-, y compuso una “Quinta” escrita para gustar. Y lo consiguió, sorprendentemente sin dejar de ser él mismo en su música. El éxito le salvó de Siberia o de una sórdida desaparición.
Ante la partitura del ruso, Afkham volvió a hacer patentes todos los logros de la Orquesta Nacional, con plantilla joven y ampliada. El conjunto sonó con potencia en los momentos álgidos, homogénea y compacta en las secciones marciales, y profundamente etérea –sobresalientes las sutilezas del arpa y la celesta- en los pasajes de remanso de la pieza. A todo esto, hay que añadir el excelente hacer del nuevo concertino, el violinista Vlad Stanculeasa. La obra emocionó, vibró y llevó a la audiencia a momentos de respiración contenida. Tan sólo algún móvil, inevitable, o las toses entre movimientos pusieron la nota desagradable. La ONE se ha convertido en una gran orquesta, tan grande que se merece solistas que no la fuercen a rebajar su potencial.
Porque en la primera parte se interpretó el imponente “Concierto para piano nº 1” de Brahms con el joven solista Francesco Piemontesi (Locarno, Suiza, 1983), un músico que está consiguiendo excelentes críticas en Inglaterra gracias, sin duda, a su innegable técnica. Pero desde los primeros compases, en los que se notó que la orquesta tendía a frenarse, a contenerse, quedó claro que director y solista tenían distintas visiones de la obra, y esa disparidad conceptual se fue agrandando en el curso de la página. La ONE no pudo lucir todo su potencial debido a que su sonido se ahogaba para dejar hueco al piano. Piemontesi tocó con delicadeza y buen fraseo, pero con un sonido apagado, y sin prestar oídos a los músicos ni levantar apenas la vista para mirar al director. Faltaron comunicación visual, intelectiva o musical, o las tres juntas. ¡Qué gran concierto, si hubiera buen solista! José Luis Pérez de Arteaga
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