OEX: Falla 2, Shostakóvich 8

Programa: Obras de Falla (El amor brujo) y Shostakóvich (Sinfonía número 12, “El año 1917”). Orquesta de Extremadura. Director: Manuel Hernández Silva. Solista: Celia Romero (cantaora), Lu­gar: Badajoz, Palacio de Congresos. Entrada: Alrededor de 800 personas (prácticamente lleno). Fecha: Jueves, 18 de enero de 2018 (repetido el viernes 19 en Cáceres).

Fue un concierto tremendamente desigual, que frente a una versión de El amor brujo desechable por la muy inapropiada participación solista de la cantaora extremeña Celia Romero, confrontó una dramática y comunistísima versión de la Sinfonía número de 12 de Shostakóvich en la que la Orquesta de Extremadura sacó a relucir sus mejores cualidades. En el podio, como oficiante de todo, el maestro venezolano Manuel Hernández Silva, quien volvió a mostrar su solvencia y clase en esta confrontación hispano-soviética en la que el ruso ganó por goleada al gaditano. «Falla 2, Shostakóvich 8». Exactamente lo que escribió alguien al WhatsApp del crítico instantes después de concluir tan desigual concierto.

Ni por vocalidad, ni por preparación, ni por tablas ni por tradición podía la joven cantaora de Herrera del Duque salir airosa del brete de cantar El amor brujo. Una empresa que le venía grande por los cuatro costados. Para colmo, se optó por amplificar sin contemplaciones su pequeña voz, con lo que todo quedó aún más a flor de piel. Fue una Candelas imposible. Las canciones de El amor dolido y del Fuego fatuo únicamente parecieron parodias de lo imaginado por Falla, mientras que las en esta ocasión nada intensas palabras recitadas del prodigioso Romance del pescador remitían a función colegial de fin de  curso.

Acaso descolados por tan adversa situación, ni maestro ni orquesta aparentaban ser lo que son. Hernández Silva despachó una versión de trámite, que más parecía buscar perentoriamente el acorde final que recrearse en el genial pentagrama. Sin salir de la corrección, los profesores extremeños tocaron fondo en una versión desganada no exenta de desajustes e imprecisiones instrumentales. Ni siquiera el sustancial solo de viola sonó con la claridad, pureza, prestancia y sentido que en él vuelca Falla.

Por fortuna, tras una pausa transfiguradora, todo cambió en el victorioso Shostakóvich. Desde los primeros compases de la más comunista de sus quince sinfonías, la Duodécima, compuesta en 1916, titulada “El año 1917” y dedicada Lenin, con esa entrada impresionante, desgarradora de la cuerda grave, se sintieron derroteros nuevos. Todo fue in crescendo, de un solo y gigantesco trazo los cuatro movimientos, en una versión tan plena de sentido narrativo como entidad musical. Todas y cada una de las secciones de la ahora sí crecida Orquesta de Extremadura se implicaron en una visión verdaderamente impactante, sobresalientemente calibrada y gestionada por un Hernández Silva a cuyo intenso temperamento le van que ni pintadas estas obras de alta tensión emocional y fuerte poder descriptivo. Fue tal el realismo y la implicación en la música, que por momentos, durante el último movimiento, y tras tantas y tantas vivencias y evocaciones narradas por el camarada Shostakóvich en los tres primeros movimientos, al final casi tomó visos de realidad “el amanecer de la humanidad” augurado por Lenin en 1917, cantado por Shostakóvich en 1961, estrenado por Mravinski ese mismo año (¡por supuesto el 1 de octubre!) y admirablemente revivido ahora en Badajoz por Hernández Silva y los versátiles profesores extremeños. Amén. Justo Romero