Nuestra recomendación: Los Ashkenazy, padre e hijo
Padre e hijo
De Vladimir Ashkenazy, hijo de pianista, conocemos -al menos- a dos descendientes músicos en activo, el pianista Vovka –Vladimir, en realidad- y el clarinetista Dmitri. Desde luego ninguno de los dos se puede situar en la misma lista que su padre, imaginaria nómina de músicos hiperactivos donde los haya. A sus 80 años –que cumplirá dentro de un mes- sigue en activo al piano, aunque sobre todo dirige. Lo hemos escuchado la temporada pasada en los ciclos de Ibermúsica.
Ashkenazy padre ha sido uno de los mejores pianistas de los años 70 y 80 del siglo pasado, décadas durante las cuales grabó infinidad de discos. Y con criterio. Y con cabeza. En mi mente tengo sus numerosas integrales (Chopin, por ejemplo, un compositor por el que Ashkenazy sintió un especial amor y respeto desde que con 18 años ganara , en Varsovia, el segundo premio del concurso que lleva el nombre del maestro polaco), que nunca rehuyeron los altos compromisos: Beethoven o Mozart por allí anduvieron, por citar ejemplos de fuste. Sin embargo no puedo dejar de ligar su figura a la del compositor ruso Sergei Rachmaninov, de cuya música, tanto pianística como sinfónica, o ambas cosas al mismo tiempo, Ashkenazy fue un intérprete modelo. Su asociación con André Previn fue un prodigio. Pero desde su ´exilio´ en Islandia, a partir de 1968, ya había entrado en su vida otro compositor con el que ha hecho grandes cosas, sobre todo en disco. Hablo de Sibelius, un autor con el que Ashkenazy comparte una especial química norteña. Y en fin, es imposible hacer siquiera una lista de sus logros al piano, tanto –sobre todo- para el disco como en la sala de conciertos. Solo añadiré que en mi recuerdo de devorador de discos guardo el sonido de su piano como quizá el más hermoso que haya escuchado nunca: cristal puro, pero cristal hecho auténtico metal; potencia, volumen… y unos dedos prodigiosos.
Y como quien tuvo retuvo, no es ningún disparate recomendar este concierto, entretenido y precioso, que comenzará con una obra singular, Valse-fantasie, en arreglo de la versión orquestal, para dos pianos. Seguirá otra transcripción, la del bellísimo poema Ultava, de Smetana y, por fin una obra específicamente para dos pianos, o mejor dicho que nace con esa vocación aunque acabara siendo orquestada por su autor, para llegar a la versión que hoy es más popular: la Rapsodia española, de Ravel. La versión para dos pianos de las maravillosas Danzas sinfónicas op.45 de Rachmaninov cerrarán la velada. Lo dicho: un recital entretenido de un histórico del piano. O dos: Vladimir ´Wowka´, Vovka en Occidente, nació en 1961. Pedro González Mira
Vladimir Ashkenazy, Vovka Ashkenazy, pianos. Obras de Glinka, Smetana, Ravel y Rachmaninov. Auditorio Nacional de Música, Sala sinfónica. Lunes 5, 19.30. Entre 25 y 57 €.
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