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Por Publicado el: 09/04/2012Categorías: En la prensa

Peter Gelb: “Nada garantiza que la ópera vaya a seguir existiendo”

Peter Gelb: “Nada garantiza que
la ópera vaya a seguir
existiendo”
FRANCESC PEIRÓN. La Vanguardia. 01/04/2012
Nueva York. Corresponsal
La ventana es, en realidad,
una pantalla de
televisión. A través
de ella, mientras responde
a las preguntas,
Peter Gelb no quita ojo a lo
que pasa sobre el escenario del
Metropolitan Opera de Nueva
York, a escasos metros de su despacho,
donde ensayan Manon, cuya
première se produjo el lunes.
Hace seis años que Gelb se hizo
cargo del que, según él, se ha
convertido en el recinto líder en
el mundo del teatro lírico. Al menos
ha conseguido algo insólito.
Ha logrado ampliar el aforo, sin
meter ni una silla más. Introdujo
la novedad de proyectar las representaciones
del Met en los cines.
Hoy ya son 54 países y 1.700 salas.
Han recaudado más de 12 millones
de dólares. En una temporada,
el templo del Lincoln Center
atrae a 800.000 espectadores.
Las pantallas suman tres millones.
Cuando el día 7 se proyecte
Manon, con Anna Netrebko a la
cabeza del elenco, a los 3.000
asistentes “en directo” se les unirán
otros 250.000, desde la Costa
Oeste de Estados Unidos hasta
Moscú, pasando por Australia o
China, recién incorporada.
¿El cine, una buena pareja?
Es bueno para el Metropolitan y
para el espectáculo en general.
Forma parte de la responsabilidad
que asumí de hacer la ópera
más accesible a un público más
amplio sin reducir los estándares
artísticos. Uno de los peligros
que encaramos es que se trata de
una vieja forma de arte que puede
alejarse y aislarse cada vez
más de lo que sucede en la cultura
predominante en la sociedad.
Han logrado más audiencia y
han creado un desafío para los
cantantes, que ahora han de ser
más actores que nunca…
Deben comprender que no están
actuando en un rincón, sino en el
centro de un escenario mundial.
Es cierto que no son actores normales.
Los cantantes de ópera
son gente muy especial, son más
delicados, se enfrentan a mayores
desafíos técnicos porque han
de producir música con sus cuerpos.
Pero también han de ser actores.
Las más grandes estrellas
han conectado emocionalmente
con lo que interpretan.
El público está más cerca y
les exige más…
Tienen que olvidarse de las cámaras
porque necesitamos que el público
tenga una experiencia teatral
y laópera es la forma más gloriosa
de experiencia teatral. Conjunta
todos los elementos. Por
eso los cantantes han de ser buenos
actores. Las cámaras no hacen
más que recordarles eso un
poco más, saben que no pueden
esconderse, no pueden dormirse.
¿Qué opinan ellos y ellas?
Les gusta. Los mejores cantantes
quieren ser actores, quieren ser
unos artistas completos, quieren
conmover al público y saben que
para ello no sólo se requiere la
voz, sino también la habilidad actoral,
ser convincentes.
Porque para ustedes la proyección
les supone una fuente
de ingresos que no existía…
Es una pequeña parte. Necesitamos
mucho dinero para equilibras
un presupuesto de más de
320 millones de dólares anuales.
Poco menos del 50% llega por los
ingresos de la venta de entradas,
aquí y en los cines. El resto procede
de las donaciones, la mayoría
de personas individuales. Este es
el sistema estadounidense, diferente
del europeo.
La temporada anterior cerraron
con récord de contribuciones,
182 millones por esta vía.
¿Hay una fórmula mágica?
No existe una manera fácil para
conseguir más dinero. La solución
pasa por forzar una forma
de arte que avance creando un
plan que sea atractivo para el público.
Nada es automático. La
asunción de la idea de que la ópera
ha existido durante siglos no
garantiza que vaya a existir en el
futuro. Debemos ofrecer más cosas
a los que aman la ópera y, a la
vez, atraer más público. Una de
las peores cosas que puedo hacer
en mi cargo es sentarme y relajarme
pensando que el público viene
a nosotros. No. Somos nosotros
los que tenemos que ir hacia
el público, implicarlo, dentro del
teatro y fuera. Pero, al mismo
tiempo, hemos de mantener al
viejo público.
¿Las donaciones marcan?
A los patrocinadores privados los
tengo que convencer de que lo
que hacemos es apasionante. El
Met tiene este perfil y los donantes
están orgullosos de vincularse
a una institución que hace algo
por la ópera. Ven que lo que realizamos
es positivo ypor eso incrementan
sus aportaciones.
Usted tiene una frase: gastar
más para ganar más.
Es un axioma clásico de los negocios.
La cuestión es: ¿dónde gastar
más? No se trata de gastar estúpidamente.
Gastamos en proyectos
que dan más dinero.
¿Dónde?
Hay dos áreas básicas en las que
hemos invertido más. Una es la
producción en alta definición para
los cines. Fuimos los primeros
y hemos tenido mucho éxito.
¿Y la otra?
En hacer nuevas producciones.
Cuando llegué, el Met hacía dos
o tres por temporada. Ahora hacemos
seis o siete. Cuando hay
una nueva producción encontramos
dinero extra de las donaciones,
personas ricas que quieren
asociar su nombre a ese nuevo
trabajo. Estas nuevas producciones
actúan como un imán y se
venden más entradas.
¿Qué responde a los que dicen
que su iniciativa cinematográfica
es nueva modalidad de
colonialismo, que amenaza a
las óperas de otros lugares?
Lo que hacemos es proveer estímulos
para el público. Como ocurre
con las retransmisiones deportivas,
esto hace que más gente
quiera ir a los teatros, como el de
Barcelona. Hay gente que utiliza
lo del imperialismo como excusa
y nopuede ser una excusa para la
falta de creatividad de las compañías.
Si fueran creativas, tendrían
público.
Llegó a este cargo desde una
empresa como Sony…
Que el Met sea una compañía sin
ánimo de lucro no significa que
no deban aplicarse buenos principios
de negocios. Se tiene que dirigir
eficientemente y, al mismo
tiempo, entender que estás creando
arte y no fabricando sopas. Alguien
en mi cargo ha de conseguir
el equilibrio, una parte de mi
¿Cuál es su huella?
Creo que he cambiado un poco la
cultura del Met. Hemos conseguido
que la gente que trabaja aquí,
unas 600 personas, sienta que la
ópera ha de continuar siendo relevante
en el siglo XXI y para eso
es necesario trabajar juntos y
muy duro, de forma más abierta
y transparente.
¿Ha contribuido en algo a
cambiar esa idea establecida de
que el amante de la ópera es
conservador?
Nosotros hacemos cambios. Es lo
que algunos llaman la revolución
tranquila. Hemos innovado en lo
dramático. Muchos de nuestros
directores nunca habían trabajado
aquí, y ahora los tenemos. Vienen
de Europa, de otros lugares.
Todo estos nuevos directores
nos hacen cambiar.
¿A quiénes invitan?
Nos centramos en directores que
modernicen pero que crean que
lo más importante es hacer que
la historia se explique con claridad.
La Manon que representamos
ahora es una producción
con estética más moderna, no es
el París que habría visto en el
Met hace diez o veinte años. Pero
esto no afecta a la audiencia
porque lo entenderá siempre que
se le explique el relato sin distorsiones.
Los directores que vienen
no comprometen esta idea, y en
esto es en lo que creo. Por eso evitamos
algunos directores europeos
que están más interesados
en meterse con el argumento,
que creen que la historia puede
alterarse. Estos directores no están
invitados. Creo, personalmente,
que es desleal con el público.
¿Ahí sitúa el eje?
Hay que respetar al público. En
Europa, algunos programadores
creen que es una debilidad artística
dar al público lo que quiere.
Pero yo creo que es la seña esencial
para que la audiencia sienta
entusiasmo. Estoy intentando
continuamente impulsar al teatro
para desarrollar nuevos ángulos.
En última instancia, sin embargo,
hay que tener presente la
audiencia, estimularla, sorprenderla.
Muchas de las producciones
que hacemos van más allá de
lo que el público se imagina, pero,
cuando las ven, les gustan.
¿No es lo mismo en Europa?
Debería ser lo mismo. Si se espera
que los gobiernos subvencionen
a las instituciones teatrales,
el público ha de demandar. Se ha
de empezar por el público, porque
este elige a los gobernantes y
el gobierno ha de respetar lo que
la gente desea. Es el principio básico
de la democracia. Si el público
siente que está enajenado por
las instituciones culturales, entonces
el gobierno carece del sentido
de la responsabilidad.

……………

Peter Gelb (1953) dice
que, cuando no está en el
Met, no escucha nada.
Prefiere el silencio. Su
problema es que sus horas
de asueto son pocas. Entre
cuatro y media y cinco de
la mañana arranca su jornada,
que concluye entrada
la noche. Su conversación
está sembrada de
nombres de directores y
de cantantes. En esta ocasión,
el más citado es el de
la diva Anna Netrebko.
“Las estrellas son esenciales.
No soy lo suficientemente
estúpido para pensar
que hacemos estrellas.
Sólo podemos ayudarlas.
Si tienes un fuego y soplas,
se aviva. Colaboramos
a que sean todavía
más luminosas. Hay diferencias
con la música pop,
donde pueden llegar a ser
estrellas sin ser grandes
cantantes, porque tienen
un gran sentido del gusto
teatral, buena apariencia,
buenos micrófonos. Pero
para ser una estrella de
ópera, has de ser realmente
alguien especial”.

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