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Por Publicado el: 29/03/2010Categorías: Crítica

Peter Sellars ritualiza la Pasión

Festival de Salzburgo
Peter Sellars ritualiza la Pasión
“Pasión según San Mateo” de Bach. M.Pamore,T.Lehtipuu, C.Gerhaher, C.Tilling, M.Kozená, T.Quasthoff, A.Scheidig, S.von Billerbeck, J.Schneider. Runfunkchor Berlin, Salzburger Festspiele Kinderchor, Orquesta Filarmónica de Berlín. P.Sellars, ritualista. S.Rattle, dirección musical. Grosses Festspielhaus. Salzburgo, 28 de marzo.
Tres han sido las grandes “Pasiones según San Mateo” programadas en la Pascua salzburguesa en las últimas cuatro décadas: las de Karajan, Abbado y Rattle, siempre con la Filarmónica de Berlín. La primera, la de más imborrable y grato recuerdo, con un número amplísimo de atriles y coristas, mientras que la segunda redujo la Filarmónica a una orquesta de cámara. ¿Qué tenía más mérito, que ciento veinte músicos sonasen como cuarenta (Karajan) o que cuarenta lo hiciesen como ciento veinte (Abbado)? Rattle se ha situado en una posición intermedia, con algo menos de cincuenta atriles y algo más de sesenta coristas para las dos orquestas y dos coros –amén del infantil- que requiere éste Bach. Los dispuso muy separadamente, potenciando los efectos de estereofonía que ya debió introducir el autor en la iglesia de Santo Tomás en 1727 y fue cambiando de posición a algunos profesores, según conveniencia, a lo largo de las casi tres horas que le duró la partitura. El director colocó su podio junto a los grupos de la izquierda y se desplazó para dirigir sin él a los de la derecha, aunque en ocasiones dejó que tocasen solos e incluso -cosa manifiestamente criticable- se ausentó del escenario en una ocasión. Resulta difícil encontrar una explicación que justifique la diferencia de concentración entre primera y segunda parte. El espectador llegaba al descanso con una sensación de frustración, de que aquello no respondía a las expectativas. Cierto es que los berlineses, aún siendo extraordinarios, no pasan por su mejor momento -la revista inglesa Gramophon les sitúa por detrás del Concertgebouw- y que su sonido ha perdido la ductilidad y el refinamiento de la era Karajan para globalizarse y aproximarse más a la contundencia de los conjuntos americanos. Cierto también que Rattle volvió a abusar de rotundidades sonoras, exceptuando en las intervenciones de Jesús. Por arte de magia todo cambió n la segunda parte del oratorio, llegando a él inspiración y emociones, si bien éstas limitadas por el sonido “blanco” de las cuerdas.
Se encargó a Peter Sellars una “ritualización” de la obra, llevada a cabo con simplicidad, efectividad y sin distraer demasiado la concentración del espectador. Una reflexión profunda, una misa en la que intérpretes y público sean cooficiantes es lo que ha pretendido. Para ello movió los coros según el contexto dramático, centró la actividad escénica en el Evangelista -un Mark Padmore convertido en lo mejor de la velada- entregándole el personaje de Jesús en torno al cual los demás cantantes expresaban actoralmente sus partes. Incluso desplazó a los instrumentistas solistas que acompañaban cada aria junto a cada intérprete de las mismas, realzando su protagonismo. Así fueron preciosas las páginas del tenor con el oboe -“Ich will bei meinem Jesu wache”- o la de la mezzosoprano con el violín -la bellísima “Erbarme dich”-, si bien los dos oboes de amor llegaron a apagar a la soprano en el “Ich will hier bei dir Steen”.
Además del ya citado Padmore colaboró un plantel de grandes nombres de la actualidad, correctos sin más, ya que a unos les faltaba la tesitura realmente requerida -Kozená- y otros mostraron no estar en su mejor momento vocal –Gerhager o Quasthoff-, pero en su conjunto global se escuchó una muy notable “Pasión”, hecho que pudo comprobar nuestra Reina, asidua de esta obra en el Real cuando Frühbeck la programaba anualmente con la OCNE.

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