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Por Publicado el: 19/04/2009Categorías: Crítica

Poder apabullante

Temporada de la OCNE
Poder apabullante
Obras de Prokofiev y Shostakovich. Arkadi Volodos, piano. Orquesta Nacional de España. Lawrence Renes, director. Auditorio Nacional. Madrid, 18 de abril.
Programa totalmente ruso esta semana en la ONE, uniendo dos compositores coetáneos que se amaron y odiaron porque rivalizaron por el favor de público y autoridades. José Luis Pérez de Arteaga lo relata con amenidad en sus sabias notas del programa de mano El segundo de los conciertos para piano de Prokofiev es obra en la que se deja sentir con claridad la juventud y las ganas del autor por sobresalir siendo «diferente». Si en su estreno le increparon con un «¡vete al infierno!», el gerente del Auditorio debió tener tentaciones de gritarle a Arkadi Volodos un «¡no me rompas el piano!». Tal fue la arrolladora fuerza con la que el también ruso tocó el primer tiempo. Volodos es intérprete ideal para la partitura, venciendo sobrado las inmensas dificultades de las cadencias, resolviendo virtuosísticamente las inacabables octavas del breve «scherzo» o imponiendo marcialidad en el «intermezzo», aunque un poco a costa de perder ironía y un mucho a base de emborronar. Acompañó con garra Lawrence Renes, introduciendo muy bien el impresionante pasaje en forte de la orquesta con los metales a la cabeza.
La «Octava» de Shostakovich, con su característico esquema «a cinco», es sinfonía de guerra que tiene importantes cosas en común con la «Quinta» de Prokofiev. Obra pesimista que refleja el sufrimiento de un pueblo ruso de Stalingrado que sin embargo ya vislumbraba la victoria y que por ello le supuso la incomprensión, el insulto y la condena política. Asombrosamente fue estrenada en España hace tan sólo once años, en parte quizá porque es sinfonía de firmas orquestales y directoriales. Terrier y la ONE realizaron un trabajo muy meritorio, de entregada intención y buena factura final en resolución de tensiones y sonoridad, aunque asomaran algunas asperezas en el inicio del descomunal primer tiempo. Gonzalo Alonso

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