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Por Publicado el: 05/11/2025Categorías: En vivo

Crítica: Por fin… La OSG interpreta el Réquiem de Mozart

Por fin…

A Coruña, 31 de octubre y 1 de noviembre de 2025, Palacio de la Ópera. Programa: Franz Joseph Haydn; Sinfonía nº 44 en mi menor Trauer-Symphonie; Wolfgang Amadeus Mozart, Réquiem en re menor, K 626, versión de Robert Levin (1993). Maëliys Robinne, soprano; Carlos Mena, contratenor; Rodrigo Carreto, tenor; Ferrán Albrich, barítono-bajo. Coro de la OSG; director del coro, Javier Fajardo. Orquesta Sinfónica de Galicia (OSG). Director, Roberto González-Monjas. 

Por fin…A Coruña, 31 de octubre y 1 de noviembre de 2025, Palacio de la Ópera. Programa: Franz Joseph Haydn; Sinfonía nº 44 en mi menor Trauer-Symphonie; Wolfgang Amadeus Mozart, Réquiem en re menor, K 626, versión de Robert Levin (1993). Maëliys Robinne, soprano; Carlos Mena, contratenor; Rodrigo Carreto, tenor; Ferrán Albrich, barítono-bajo. Coro de la OSG; director del coro, Javier Fajardo. Orquesta Sinfónica de Galicia (OSG). Director, Roberto González-Monjas. 

Roberto González-Monjas dirige el Réquiem de Mozart al frente de la OSG

Sí: por fin un réquiem en su día más apropiado; en las vísperas de días de difuntos. Mejor, desde luego que en esa celebración que suele representar un concierto de clausura de temporada o, como el de Verdi, inaugurando más que brillantemente un Festival como el Mozart de 2010.  

La introducción de la Trauer symphonie de Haydn impregnó el inicio del programa de una adecuada solemnidad. Así dio cauce González-Monjas a un Allegro con brio más apasionado que alegre, muy en la línea del “Sturm und drang”, que explicó en su alocución previa al concierto. El final, claro y nítido, fue línea de demarcación ante el Menuetto allegretto. Las repeticiones propias de la forma fueron interpretadas multiplicando la pesantez melódica y ambiental, que no armónica ni instrumental, del tema principal. En el Trio, destacó el sonido de los vientos y una sonoridad como hilada de los violines sobre el fondo de las trompas.

El  Adagio estuvo lleno de delicadeza, pero dotado asimismo de una gran tensión expresiva. El camino idóneo a un Finale, presto tan presto como tormentoso con líneas melódicas aparentemente independientes, pero tan orgánicamente unidas como las aguas de un remolino o los vientos de un tornado.

El Réquiem de Mozart ha venido siendo diana de arreglistas y finalizadores desde el momento de la muerte de su autor. Tras el fiasco de Joseph Eybler, las urgencias monetarias de Constanze hicieron recaer, la perentoria finalización para su entrega al destinatario y el acuciante cobro del encargo en Franz Xavier Süssmayr, colaborador de Wolfgang más allá de la música.

Tal vez estas prisas, acaso la inalcanzable genialidad de Mozart, hicieron que el trabajo de Süssmayr cayera en imperfecciones que no impidieron que, durante casi un siglo,  su versión fuera “la versión” más interpretada y considerada como auténtica de la obra. Estudios musicológicos más fundamentados llevaron a diversas versiones o acabados; caso de la de Robert Levin, de 1993, interpretada por la OSG en este programa.

En general podríamos decir que la interpretación de González-Monjas con la Sinfónica y su Coro tuvo un planteamiento muy serio y bien organizado, además de, como es marca de la casa, una gran adecuación estilística. La orquesta se entiende a la perfección con su director titular y. después de actuaciones de no demasiado grato recuerdo, el coro parece estar en una trabajosa línea ascendente que ojalá dé sus frutos, por el bien de todos.

Las voces agudas femeninas mostraron por momentos una cierta tendencia a tensiones excesivas, sin llegar al grito, como en el Dies irae de la secuencia. El eterno desequilibrio de voces masculinas de los coros se hizo notar especialmente en la sección de tenores, en la que faltó asimismo el color propio de esa cuerda.

Los mejores momentos del coro estuvieron en el Ofertorio, con un Domine Jesu lleno de buen contraste y matiz dinámico; el Sanctus, bien empastado y lleno de poderío y la claridad contrapuntística del Hosanna, con una soberbia distribución espacial del sonido. También en el Kyrie, por la espléndida y muy orgánica relación establecida entre trombones y voces. Del Agnus Dei,  el tema fugado desde los bajos del coro y la presencia siempre soberbia de los trombones en un todo otra vez muy orgánico.

El cuarteto solista cumplió. Robinne, que tiene una voz con un agradable timbre y un buen brillo, pienso que tendrá un buen futuro si cuida su maduración con sensatez. Mena mostró un apoyo bastante trasero, llegando por momentos al engolamiento; Carreto maneja bien su voz, con un canto bastante natural pero algo escaso de potencia; Alberich, por su parte, mostró una afinación algo vacilante en el Tuba mirum pero fue a más y cumplió bien su parte. Los concertantes estuvieron muy bien empastados por González-Monjas en potencia y precisión rítmica y la Orquesta Sinfónica de Galicia tuvo uno de sus grandes días; era Mozart,  era su Réquiem y era el día. A tal señor, pues, tal honor.

Una reflexión final, otro “por fin”. Está la Sinfónica de Galicia en tiempo de cambios y, por lo que se ha visto tras el cambio de gerente, se puede empezar a confiar en que estos cambios sean a mejor. Y también parece necesario que mejore la seriedad de los contratos y su cumplimiento.

Todo esto viene a cuento de un último “por fin”, el director artístico del Coro de la OSG volvió al Palacio de la Ópera tras sonoras cancelaciones como la del Réquiem de Bontempo, los días 26 y 27 de mayo de 2023; o la del de Cherubini, la de finales de mayo de 2024 en la que se cambió la sinfonía programada por El amor brujo y fue sustituido por José A. Trigueros.

O la de 24 y 25 de mayo pasado, cuando no estuvo en el Réquiem de Cherubini pero permaneció en el cartel del concierto del día 26 con el Mesías de La Cetra Barockorchester & Vokalensemble Basel. Parece que el del último fin de semana de mayo no va a ser el mejor programa para contratarle. Si es que puede serlo alguno después de estos antecedentes.

Julián Carrillo Sanz

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