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Por Publicado el: 01/01/2010Categorías: Crítica

PRÊTRE VOLVIÓ A SENTAR CÁTEDRA

PRÊTRE VOLVIÓ A SENTAR CÁTEDRA

Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena
Obras de Johan STRAUSS (padre e hijo), Josef STRAUSS, Eduar STRAUSS; Jacques OFFENBACH, Otto NICOLAI y Hans Christian LUMBYE. Orquesta Filarmónica de Viena. Director: Georges Prêtre. 1 de enero de 2010, Goldene Saal, Musikverein, Viena

En el 2008 rompió la barrera de la longevidad filarmónica: nadie había dirigido el Concierto de Año nuevo de la Filarmónica de Viena con 83 años; pero ayer Georges Prêtre (París, 1924) pulverizó su propio record, al ponerse delante de público y orquesta con 85 primaveras que hacen palidecer de envidia salutífera a humanoides dos y tres décadas más jóvenes. El músico francés, parece innecesario afirmarlo, es una fuerza de la naturaleza, pero lo es sobre todo del espíritu, que empieza con su mismo talante lúdico, risueño: Prêtre se dedica a dirigir música porque, es obvio desde que sale a escena, es lo que más le divierte en el mundo, y, al igual que hace dos años, dejó claro que nadie se lo pasa mejor que él en el “Neujahrkonzert”. Es, seguramente, una de las razones por las que es uno de los “amados” de la Filarmónica de Viena: la agrupación le adora, con esa complicidad recíproca que en el pasado fue patrimonio de Hans Knappertsbusch, de Clemens Krauss, de Willy Boskowski -que además era de la familia, o sea, de la orquesta-, de Karajan, de Karl Böhm, de Carlos Kleiber, de Bernstein y que hoy, acaso, sólo Zubin Mehta comparte con el maestro francés.
Pero, como ya se ha escrito por activa y por pasiva, Prêtre no es sólo el mas vienés de los franceses por antigüedad, contumacia o persistencia, y tampoco por simpatía personal y empatía profesional con los “Philharmoniker” –que ambas tiene con creces-, sino por una singular sabiduría musical que descansa en su dominio total del llamado “estilo vienés” –expresividad, acentuación, fraseo, y por encima de todo la flexibilidad del `rubato’-, técnica, manera, modo, llámese como se quiera y pueda, que fuera propiedad casi exclusiva de algunos de los maestros previamente mentados (pero sobre todo de cuatro de ellos, Knappertsbuch, Boskowsky, Karajan y Kleiber). Si un director al uso, o sea, el 95 por ciento de los que se encuentran en activo, se permitiera “rubatear” “Vino, mujeres y canciones”, “El murciélago” o el mismo “Danubio azul” tal como Prêtre se faculta, sería tildado de artificioso, afectado y antinatural, y de inmediato sería arrojado al erebo del rebuscamiento y la torpeza; de nada de esto se puede acusar al que fuera director predilecto de Maria Callas o amigo entrañable de Francis Poulenc, porque esa forma de Prêtre de controlar/liberar la pulsación emana con perfecta naturalidad, con musicalidad absoluta, con “vieneseidad” inusitada.
Como en el 2008, el artista se marcó ayer un “Danubio azul” para las antologías, pero no menor fue su impronta en la portentosa Obertura de “El mucielago” o en similar página de “Die Rheinnixen” de Offenbach –pronúnciese “pre-Barcarola” de “Los cuentos de Hoffmann”-, o, tercera Obertura, “Las alegres comadres de Windsor” de Otto Nicolai, el fundador de la Filarmónica, por no hablar de su bis dramática, de gran director de ópera, en estas últimas obras, o en las páginas “pequeñas” de la sesión, “En el bosque de Krapfen”, la “Champagner –Polka” o, joya en miniatura del concierto, el “Perpetumm Mobile”, piezas todas de Johann Strauss hijo.
Prêtre es directo, practica la retórica de la concisión, por ello, a diferencia de otros colegas y predecesores, no entra en consideraciones políticas o arengas especulativas al felicitar el año con la orquesta, y se limita al tradicional “La Filarmónica de Viena y yo les deseamos ¡Feliz Año Nuevo!” Sabe de qué va este concierto, no lo necesita como palanca para nada; y es que, año tras año –y ya son muchos-, el artista programa Bruckner o Mahler en los conciertos de abono de la formación, o sea, un repertorio, no radicalmente distinto -no es tanta la diferencia estilística o cronológica de estos autores con los Strauss, a los que idolatraban-, pero sí de una sustancia musical, artística, que no se pide el 1 de enero. Hasta en este saber estar en cada situación Prêtre da clases a buena parte de la profesión. Si los vieneses vuelven a pedirle “tercera edición” dentro de dos años –tendrá entonces 87, pero ese dato, en su caso, no parece relevante-, no habrá por qué extrañarse. José Luis Pérez de Arteaga

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