III Festival de El Escorial
Ecléctico puente
Obras de Ravel, Falla, Granados, Rodrigo, Gardel, Bartok, Tschaikovsky y Dvorak. Mayte Martin con Katia y Marielle Labeque. Mahler Chamber Orchestra con Janine Cansen y Daniel Harding. Iñaki Fresán, Joan Cabero, María José Suárez, Manuel Ariza, Orquesta de Cámara Carlos III y Juan Manuel Alonso como director. Teatro de El Escorial. 23, 24 y 26 de julio.
Los novecientos mil euros de presupuesto artístico de la presente edición del Festival de El Escorial se han empleado fundamentalmente en la muy digna “Madama Butterfly” y en los espectáculos del último fin de semana de julio, en los que ha existido una variedad capaz de satisfacer todos los gustos, quizá a costa de dispersar la imagen del certamen.
La cantaora Mayte Martin, acompañada a dos pianos por las hermanas Labeque, ofrecieron el concierto que ha dado lugar a un disco presentado simultáneamente. Canciones populares adaptadas por Joan Albert Amargós y Luis Vidal, así como nuevas piezas de los citados o de la propia Martin fueron desgranándose ante un público escaso, pero bien avenido, que vitoreó unas interpretaciones muy relamidas.
Tampoco congregó muchos espectadores “El retablo de maese Pedro”, ofrecido en doble sesión, una de ellas infantil, con tres solistas entre los que sobresalió el Maese de Joan Cabero, de muy clara dicción. Fue una pena que la considerable inclinación del patio de butacas de la sala pequeña, donde fue trasladado el concierto, permitiese ver por encima del teatrito de títeres los manejos de los técnicos. El espectáculo se completó con una lectura, algo desangelada, del “Concierto para clave” de Falla, en parte debido al muy inferior acoplamiento cuando el clave se sustituye por piano.
Más interesante y recaudatorio resultó el generoso concierto protagonizado por una Mahler Chamber Orchestra que sonó espléndidamente bajo la impulsiva y eficiente batuta de Daniel Harding en el “Divertimento para orquesta de cuerda Sz 113” de Bartok y las “Danzas eslavas Op.72” de Dvorak, aunque el plato fuerte vino con la excelente lectura de la joven Janine Jensen del “Concierto para violín” de Tschaikovsky, quizá áspero en sus inicios pero redondo en segundo y tercer tiempos. Al menos este nivel sinfónico es el que debía de mantenerse si se desea asentar el festival, a cuyo fin también sería deseable que se aprovechasen para restauración las oportunidades de la magnífica terraza, totalmente infrautilizada con horarios incomprensibles. Gonzalo Alonso