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Por Publicado el: 06/11/2020Categorías: Recomendación

Recomendación: Rusalka en el Teatro Real

RUSALKA (A. DVORÁK)

Morir por amor

Dvořák: Rusalka. Grigorian/Golovneva, Cutler/Butt Phillip, Mattila/Deshorties, Karakaev/Humes, Dalayman/Von del Damerau, etc. Coro y Orquesta del Teatro Real. Director musical; Ivor Bolton. Dirección de escena: Christof Loy. 12, 13, 14, 16, 24, 25 y 26 de noviembre, 19.30; 15 y 22 de noviembre, 18.00.   

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Escena Rusalka

Rusalka es una ondina que, como todas esas encarnaciones atípicas de la madre naturaleza, posee un hermoso cuerpo y sangre tan roja como la de los humanos. Pero, a diferencia de estos, no tiene alma; pertenece al reino de los espíritus, no puede amar. Tales criaturas, que  han dado origen a muy buena literatura de ficción, han sido protagonistas esenciales en la ópera; no hay más que recordar a aquellas ninfas wagnerianas que vigilaban los escondidos tesoros de los fondos del Rin. Sin embargo, si estas, como avezadas vigilantes, cumplían rigurosamente la norma de no cambiar riqueza material por amor, a la protagonista de la historia que Jaroslav Kvapli regala a Dvořák para su ópera le sucede lo contrario: busca desesperadamente ser una mujer que pueda amar, aunque ello conlleve el sufrimiento. Incluso la muerte. El poeta escribió su texto sin esconder su influencia hacia la literatura fantástica de Hans Christian Andersen, y, más directamente, de los cuentos de hadas de Karel Jaromír Erben y  Božena Němcová. Y estaba convencido de que encontraría un compositor que le acompañara en la aventura de convertirlo en ópera. Este fue Dvořák, que se encontraba en un momento de su carrera en el que tenía la necesidad de emular a los grandes autores del género, aunque sin seguir las reglas establecidas por ellos. O, al contrario, usándolas todas para convertir su ópera en una hermosísima síntesis. Ni le faltaba técnica ni oficio ni experiencia para  abordar la composición, no en vano este trabajo llega cuando ya lo ha demostrado todo en el campo sinfónico (sus cuatro últimas sinfonías y el Concierto para violonchelo) y en el camerístico, con su serie de cuartetos de cuerda y el Quinteto op.97. Ronda ya el año 1900 y Dvořák parece entrar en otro tiempo, un tiempo más teatral, pues nacerán en él  sus poemas sinfónicos, obras maestras todas, y, claro está, sus dos óperas Armida y Rusalka.

Rusalka es, pues, una obra de madurez extrema que a su autor no le importa convertir en una suma de virtudes, todas ellas extraídas de lo mejor de cada casa. De la técnica narrativa de Wagner, del modernismo melódico del Lied de Liszt, del fundamento formal de su amigo Brahms y, en fin, de todo lo que había aprendido de sí mismo a lo largo de una carrera en la que el folclore checo se había constituido en guía. Todas estas cosas son, a la vez, Rusalka, una ópera maestra cuya ausencia de la escena ha sido inexplicable hasta hace unos años. El Teatro Real tenía una deuda con ella y ha estado a la altura programándola, y hasta diría que, bravamente, pues no la ha retirado a pesar de las innumerables dificultades que hoy todo el mundo tiene para hacer cosas siquiera parecidas. La producción es compartida por varios teatros y la dirección escénica corre a cargo de Christof Loy, mientras que la dirección musical quedará en manos de Ivor Bolton. Es una buena noticia. Todo lo que le he visto a Loy últimamente me ha encantado, cuando no sencillamente maravillado, como es el caso de su Capriccio de Richard Strauss de este mismo teatro en los tiempos de antigua normalidad. Este verano, en la ya moderna anormalidad, su Così fan tutte salzburgués fue sencillamente una muestra de inteligencia teatral absoluta. Así que bien es de esperar que nos vuelva a sorprender en esta mágica pieza teatral. No les hablo de los cantantes, un equipo de primera, porque seguro que voces más doctas que la mía les informarán desde estas páginas. Por lo que a mí respecta, les recomiendo vivamente esta función. Hagan lo imposible por conseguir una entrada. Pedro González Mira    

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