Recomendación: Zimmermann, Sepec y Queyras
Del mundo mundial…
Hace ya algunos años hubo una guía de espectáculos llamada On Madrid, que publicaba el diario El País. Durante la casi década que duró aquella aventura escribí un puñado de artículos, de esos que los periodistas llaman ´previos´. Y recuerdo que uno de ellos lo titulé: ‘Tabea Zimmermann, la mejor viola del mundo’. Pocos la conocían por entonces aquí, e incluso alguno, muy informado al parecer, me afeó el titular, por exagerado. Desde entonces la hemos vuelto a escuchar en Madrid varias veces, sola o acompañada, y no solo ha ido consolidando su indiscutible (para mí) maestría, sino que se ha superado a sí misma. Ahora escribiría ‘del mundo mundial’.
Para quien no lo sepa todavía, a sus 52 años, Tabea Zimmermann acumula en su carrera unos cuantos logros. Al margen de los datos que arrojan su formación primera, exquisita, y de sus premios, y de que se hayan fijado en ella gentes como Ligeti, Holliger, Rihm, Lentz, etc. para escribirle música, debemos de fijarnos en un dato especial: ante de ser lo que es hoy (y ayer), una de las profesoras de viola más reputadas de Alemania, una solista prodigiosa, un músico de cámara de lujo, anteayer fue músico de orquesta; de la Gewandhaus, de la Filarmónica de Berlín… Es decir, que antes que patrón fue marinero. Pero tras las experiencias que vivió al sentarse ante los grandes maestros que dirigían esas agrupaciones, decidió dar un giro a su carrera, a cuya puerta llamaba con insistencia la música de cámara. En Madrid, ya digo, la hemos escuchado sola y acompañada; pero también como miembro del mítico Cuarteto Arcanto, que formó junto a Antie Weithaas y, precisamente, los dos compañeros con los que regresa ahora al Auditorio, el violinista Daniel Sepec y el violonchelista Jean-Ghihen Queyras. Por consiguiente, lo que tendremos esta semana en el Auditorio de Madrid va a ser algo más que a la señora Zimmermann; va a ser lo más próximo posible al recuerdo de uno de los mejores cuartetos de nuestro tiempo. Música para trío de cuerda, que además no es plantilla que abunde en los conciertos de cámara por estos lares.
El programa es singular. Podría haber sido tríos de cuerda, y punto. Pero no es así. Para empezar, vuelve a ponerse de manifiesto el interés de esta gente por la música del siglo XX, porque se programa una obra de un autor, Sándor Veress (1907-1992), poco o nada conocido por el gran público. Este señor fue discípulo de Bartók y Kodály, y maestro de Ligeti, Kurtág y Holliger. Quizá fuera más importante como folclorista que como compositor (fue asistente de László Lajtha en sus estudios e investigaciones sobre la música popular húngara y moldava), pero parece que recuperar su música es buena idea. La pieza escogida, un trío para cuerda de 1954, se tocará entre medias de dos clásicos, Beethoven y Mozart, por ese orden. De Beethoven se escuchará la Serenata para violín, viola y violonchelo en Re mayor op.8, y de Mozart, el Divertimento en Mi bemol mayor K 563. La primera, escrita entre 1795 y 1797, es una pieza de juventud que supone una especie de ensayo general para unas intenciones que rondan en la cabeza de su autor, pero que no se atreve todavía a materializar: la serie de los Op.18, de cuatro años más tarde. Todo el esfuerzo y el pensamiento crítico de esta primera serie de cuartetos no están presentes en la serenata, música fácil y exenta de complicaciones. Aunque está por ver qué harán nuestros músicos. Al contrario, el concierto se cerrará con una obra de madurez de su autor, que además tiene que ver poco con la clasificación del título. De divertimento, nada. Es que fue el último.
Todo buen aficionado a la gran música de cámara sabe bien que este concierto puede ser una maravilla. Así que me dirijo a quienes por las razones que sean no lo sepan. Ni se les ocurra perdérselo. Pedro González Mira
Daniel Sepec, violín; Tabea Zimmermann, viola; Jean-Ghihen Queyras, violonchelo. Obras de Beethoven, Veress y Mozart. Auditorio Nacional de Música, Sala de cámara. Jueves 14, 19.30. Entre 10 y 20 €.
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