Suscribirse a la Newsletter de Beckmesser

¡No te pierdas ninguna noticia!

¡No enviamos spam! Lee nuestra política de privacidad para más información.

Busca las entradas de cada mes

Últimas 20 entradas

Últimos tuits de Beckmesser

La carta de Alfredo Kraus al Teatro Real
coro-nacional-españaAnte la huelga del Coro Nacional de España
Por Publicado el: 23/10/2014Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

Recordando a Alfredo Kraus

alfredo_kraus_elmundo.jpg_1306973099

QUERIDO ALFREDO;

Hace apenas unas horas que hemos hablado. Tu voz sonaba apagada frente al poderío de esos vibrantes “does” que hasta hace muy poco prodigabas sin esfuerzo. Me contabas que a ratos te sentías mejor y a ratos peor. Querías creerte que saldrás de ésta. Me consta que conoces tu enfermedad pero no su alcance y, por ello, aún tienes fe en las sesiones de quimioterapia. Quizá te anime el ejemplo de Tordesillas, que acaba de visitarte. Yo, sin embargo, tengo muchas menos esperanzas que tu. Por eso escribo ahora con el corazón encogido. Porque sé que no tardaré en recibir una mala noticia.

Pensar en ti significa pensar en toda mi vida musical. Lo mismo les pasará a muchos amantes de la lírica de los nacidos a mediados de siglo. Con tu voz y la de tu hermano Francisco empezamos a escuchar ópera y zarzuela. Entonces los padres aún no ponían a los niños delante de una televisión para evitar hacerles caso. Sólo teníamos las radios, mamotretos en las que se nos ofrecían noticias, novelas, sermones, cuentos y música. “Por el humo se sabe donde está el fuego” sonaba de cuando en cuando. A muchos les enganchaste a la música con aquella romanza, a mí no. Me seduciría Montserrat una década después, pero su primera ópera completa, “Lucrecia Borgia”, la grabó contigo. Luego pasarían muchos años hasta que os volvieseis a encontrar en un estudio. Por aquella época tu ya debutabas en El Cairo con “Rigoletto” y algunas otras obras que, como “Aida” o “Tosca”, pronto eliminarías de tu repertorio. El Covent Garden llegaría tres años después, en 1959, de la mano de Edgardo. La Scala, un año más tarde, de la de Elvino. Por las mismas fechas te unías a María Callas en la famosa “Traviata” lisboeta. Eras ya una figura internacional y nosotros sin apenas enterarnos. Se decía que había un tenor que cantaba muy bien, pero era un poco frío y soso en escena. Aquí, como siempre, los peros. En 1962, vía Chicago, empezaste a triunfar en Estados Unidos y en 1966 pisaste el viejo Metropolitan por vez primera.

Apenas unos pocos años más tarde fue cuando nos conocimos. Empezaba yo entonces, de forma un tanto ingenua, a meterme en el mundo en que estoy ahora. No tenía veinte años cuando me presenté en tu casa de la calle Miguel Ángel a hacerte una entrevista para la revista “RITMO”. Posamos en un sofá y esa foto, que me firmaste posteriormente, lo tengo ahora mismo delante de mis ojos. Se te ve joven, pero los rasgos de tu cara denotan la tenacidad y fortaleza que sólo te faltaron una vez en la vida. Hay un detalle que siempre me hace sonreír porque es compartido. Aún no ganabas diez millones por gala, pero querido Alfredo, seguro que ya tenías suficiente como para no llevar agujeros en las suelas de los zapatos. Desde entonces mantuvimos el contacto y te convertiste en uno de mis ídolos. No había entonces mucha ópera en España pero te vimos con frecuencia en la Zarzuela, escenario de tantos triunfos, empezando por la ya célebre reposición de “Doña Francisquita”. “Rigolettos”, “Traviatas”, “Pescadores de perlas, “Lucias di Lammermoor”… tantas y tantas noches gloriosas hasta llegar a “Romeo y Julieta” o “Los cuentos de Hoffmann”.

De ti he admirado muchas cosas, pero sobre todo la honestidad con el arte. Eres consciente de tus límites, de tus fortalezas y debilidades y supiste quedarte en el repertorio que más te convenía. Algunas óperas belcantistas difícilmente volverán a encontrar mejor paladín. Entre ellas esos “Puritanos” que no vacilaste en abandonar cuando comprobaste que no podías seguirlos cantando al mismo nivel. Decidiste dejarnos sin frases maravillosas por no poder con un par de ellas. Eso es honradez artística. Mucho tenemos que aprender de tu ejemplo y extrapolarlo a nuestras profesiones. También he admirado tu fraseo, la línea de canto, la dicción. Las melodías levantaban el vuelo sin esfuerzo aparente, con naturalidad, y su texto era siempre perfectamente inteligible. Hasta los “does” y los “res” eran para ti algo tan natural que podías emitirlos incluso con catarro. Impostabas la voz como nadie y por eso tuviste un récord aún no igualado. Hasta hace pocos años no habías cancelado ningún concierto o representación. De hecho, yo sufrí la primera de un concierto. Fue en el desaparecido Liceo, donde no te prodigaste por razones que no vienen al caso.

Desde hace tres o cuatro años nos hemos visto mucho más. Stephen Lisnner, el director artístico que dio la espantada en el Real, nos unió con su todavía incomprensible afán de dejarte fuera de la programación. Recordarás la lucha que tuvimos un par de personas por conseguir que inaugurases la segunda temporada con Offenbach. La enfermedad echó al trate con todo. Rosa falleció. Tu decías, como Edgardo, que deseabas acompañarla y te deprimiste profundamente. Por fortuna la música vino a rescatarte de la mano de la enseñanza. Te entregaste a tus alumnos y volviste a hallar sentido a la vida. Hace sólo unos meses volvías a estar animado y sonreír. A la salida de la Escuela Reina Sofía me invitaste a “El hombre de la Mancha”, ¿te acuerdas? Pero no pude ir.

Y, ahora … Pronto te reunirás con Rosa y a nosotros nos dejarás huérfanos de belcanto. ¿A quién van a piropear tus fans desde los gallineros aquel “¡eres el mejor!”? Pero parte tranquilo. Dejas una escuela de canto y un ejemplo de honestidad a seguir. Yo me voy, con las gafas empañadas, a franquear esta carta para que la recibas cuando llegues al más allá y para que, entonces, también la lean los lectores de “La Razón”. No me sentiría capaz de escribir una sola línea, y tendré obligación de ello, estando reciente tu partida. “Tu che a Dio spiegasti l’ali”, haznos de vez en cuando un milagro y cántanos desde el infinito. Dios no puede ser tan egoísta como para querer sólo para sí a Werther, Nadir, Edgardo, el duque de Mantua o Romeo. Gonzalo ALONSO

Artículo publicado como Primera de La Razón en septiembre de 1999.

La entrevista de 1974 en RITMO

Kraus entrevista 1974 RITMO p1Kraus entrevista 1974 RITMO p2

3 Comments

  1. Angelica Aldunate Hidalgo 02/11/2014 a las 04:43 - Responder

    Krausistas unidos de todo el mundo. Felicitaciones por compartir los sentimientos que nos han unido en torno a Alfredo Kraus, sin medida ni tiempo.

  2. Angelica Aldunate Hidalgo 02/11/2014 a las 04:48 - Responder

    Siempre en torno al arte y figura de Alfredo Kraus.

  3. Oscar Valdivieso 02/11/2014 a las 11:16 - Responder

    "Gafas empañadas…", eso es tan cierto, tan real… Inmortal Alfredo Kraus Trujillo.

Deja un comentario Cancelar la respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

banner-calendario-conciertos

calendario operístico 2023