Ciclo Ibermúsica
Tito en concierto
“La Clemenza di Tito” de Mozart. C.Reid, L.Slepneva, I.Kupke, D.Sindram, M.Sandis. T.Jesatko. Coro de la Ópera del Nationaltheater y Orquesta Nationaltheater de Mannheim. A.Fischer, director. Auditorio Nacional. Madrid, 25 de abril
La última ópera de Mozart, escrita al tiempo que el “Réquiem”, no ha entrado en el repertorio hasta bastante recientemente. Las opiniones sobre ella van de un extremo a otro, desde quienes la colocan a la altura de “La Flauta Mágica” hasta quienes ven en ella un producto escrito con prisas –apenas un mes- para obtener dinero con el que subsistir. Hoy las cosas han cambiado por la fuerza de los hechos y, por poner un ejemplo, en Madrid escuchábamos la obra en versión de concierto al mismo tiempo que en Zurich se ofrecía una nueva producción encabezada por Vesselina Kasarova. Y, en ambos casos, con gran complacencia del público a pesar de las considerables dimensiones de la partitura. La música de Mozart, aunque el texto sea excesivo para su duración y los recitativos demasiado numerosos y amplios, sobrevive por encima de todo.
Ibermúsica ha traído los cuerpos estables del Nationaltheater de Mannheim con un plantel de solistas jóvenes en los inicios de sus carreras para ofrecer la cuestionada ópera mozartiana. Fue de alabar ante todo el pulso con el que Adam Fischer concertó, con tempos vivos y sin desmayos. La mayoría de los solistas se encuentran en compañías de teatros más o menos importantes interpretando papeles de menor peso que los que aquí tuvieron encomendados. Así, no le es lo mismo a Charles Reid cantar el Pang de “Turandot” que el Tito y naturalmente se nota cuando llega el aria del segundo acto «Se all’impero, amici Dei», en donde el tenor lo pasó mal. También estuvieron apuradas Ludmila Slepneva en el rondó “Non piú di fiori” –requiere más voz, más registro grave y más personalidad- y Daniela Sindram en el más popular “Parto, parto”. Ambas páginas son escuchadas en recitales y, por tanto, conocidas del público. El resto del reparto tuvo menos problemas dado que sus responsabilidades también eran menores.
Dicho todo ello es justo añadir que el conjunto funcionó por encima de las individualidades y pudo gozarse de la interpretación. Prueba de ello fue que el público que no se fue en desbandada en el descanso –el concierto terminaba a horas no acostumbradas- aplaudió muy largamente a todos los participantes. Gonzalo ALONSO