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Por Publicado el: 03/02/2009Categorías: Crítica

Un “Fausto” con altura de miras

Temporada del Palau de les Arts
Un “Fausto” con altura de miras
“Fausto” de Gounod. V.Grigolo, E.Schrott, G. Viviani, V.Prato, N. Kovalova, E. Gubanova, A. Vavrille. D. McVicar y B. Ravella, dirección de escena. F.Chaslin, dirección musical. Coro de la Generalitat Valenciana y Orquesta de la Comunitat Valenciana. Palau de les Arts. Valencia, 2 de febrero.
La vida está llena de casualidades y a veces, como en esta ocasión, oportunas. El Teatro Real programa en breve un ciclo dedicado al “Fausto” de Goethe con la ausencia llamativa de la ópera de Gounod, la más popular de todas, y el Palau de les Arts rellena el gap programándola simultáneamente. Lo efectúa con una coproducción grande de cuatro teatros comandados por el Coventa Garden, que es también una buena producción. Decorados monumentales, de concepto tradicional, en los que se desarrolla una acción bien explicada, perfectamente clara para el espectador, lo que siempre es importante. Hay, cómo no, algunos de esos detalles en los que un regista quiere demostrar lo moderno que es y, en vez de ello, acaba cagándola. Sucede así con el vino que ofrece Mefistófeles en la fiesta de campesinos, que brota del costado de un Cristo crucificado; cuando éste se viste de mujer en la orgía infernal o cuando Fausto se pica. Todo ello innecesario. Otras cuestiones son simplemente opinables: ¿puede presentarse como el infierno un teatro en el que los espectadores copulan con las bailarinas? Más de uno se apuntaría a tal segunda vida. Con todo, se trata de un buen espectáculo.
Sería absurdo pretender hoy repartos como los de hace cincuenta años -tipo Corelli-Ghiaurov-Freni- y ampararse en ello para asegurar que “la ópera ha muerto”, como algún espectador apuntaba. No, simplemente ha cambiado el concepto, para bien y para mal. Ni Natalia Kavalova – de voz que corre, pero con destemplado registro alto y con fuerzas venidas a menos a lo largo de la función- ni Erwin Schrott –un Mesfisto excesivamente intelectualizado en perjuicio del esplendor vocal- alcanzan niveles de antaño, pero en cambio ofrecen una actuación absolutamente creíble. Da gusto ver a los tres protagonistas: jóvenes, guapos, ágiles y auténticos actores. Tanto Schrott como Vittorio Grigolo debutaban es sus papeles en una apuesta lujosa del Palau. Volverán a él, pero tienen sus agendas completas hasta el 2013 y en ellas no figuran ni Madrid ni Barcelona. Grigolo, que fue Cassio en el Liceo hace cinco temporadas, es un tenor en claro ascenso y muy a tener en cuenta por su bella voz natural, empleada un poco a la manera Di Stefano y un comodísimo registro agudo. Que cuide su carrera y evite los errores de Villazón. El resto del reparto cumplió con algún problemilla que otro, como Gabriele Viviani a quien elmpapel de Valentin le viene demasiado estrecho.
Decía Ros Marbá, con toda la razón, que la gran baza de este teatro son sus cuerpos estables. Lo volvieron a demostrar coro y orquesta bajo la vital y potente dirección de Frederic Chaslin, triunfador sustituto de Maazel. A pesar de las altas horas, el público vitoreó una función de la que salió muy complacido. Gonzalo Alonso

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