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DON CARLO (G.VERDI). Teatro Campoamor de Oviedo.
La ORCAM aborda "La Creación"
Por Publicado el: 30/01/2013Categorías: Crítica

Un «Parsifal» de interés musicológico

DE INTERÉS MUSICOLÓGICO

Wagner: “Parsifal”. Matthias Goerne, Victor von Halem, Kwangchul Youn, Johannes Martin Kränzle, Anna Larsson, Simon O’Neill. Pequeños Cantores de la JORCAM, Batlhassar-Neumann-Chor, Balthassar-Neumann-Ensemble. Director: Thomas Helgenbrock. Teatro Real, Madrid, 29-1-2013.

En estos tiempos críticos los teatros abaratan costes brindando óperas en versión de concierto, con lo que se las priva de uno de sus elementos esenciales. Esta interpretación de “Parsifal” no nos ha conmovido, aun aceptando que Helgenbrock es un director musical, paciente, ordenado y juicioso. Pero a la postre su labor, que parte de un gesto sin batuta, de brazos abiertos, nada sugerente, nos ha parecido un tanto anodina, exenta de contrastes y de grandeza mística, de espiritualidad. Algunos pasajes denotaron falta de trabajo fino, sobre todo en el tercer acto y, particularmente, en los “Encantos de Viernes Santo” y toda la escena final, donde los planos se confundieron y no se logró la limpidez y el aura necesarias en la progresión dramática.

Determinados pasajes aparecieron dificultosamente suturados y en la secuencia de las muchachas flor faltó el tan definitorio balanceo sensual. Hay que decir, por supuesto, que no nos enfrentábamos a un espectro acústico al uso, ya que la Orquesta Balthassar- Neumann, creada por el propio director en 1995, viene constituida por instrumentos similares a los del estreno de 1882, lo que arroja una pátina muy diferente a la que conocemos, de menor brillo,  redondez y densidad. La imagen es más seca y áspera, los metales son más opacos y las cuerdas –generalmente de tripa- menos satinadas. Muy interesante en todo caso el toque casi pictórico que aportan las maderas.

La pirámide armónica, con unos contrabajos bastante débiles, no posee de este modo el relieve adecuado y la propuesta se queda algo anclada en la tierra De todas formas, el equipo vocal tuvo un nivel más que digno. Por encima de todos, el bajo coreano Kwangchul Youn, matizado, sensible, pleno en los forte, delicado en los pianos, aquejado, eso sí, por un vibrato bastante acusado. Goerne, cada vez más engolado y áfono, hizo un Amfortas sufriente y concentrado, pero muy esforzado en los agudos. O’Neill, de timbre claro y nada bello, estuvo seguro y eficiente como Parsifal. Anna Larsson, sustituta improvisada de Angela Denoke, fue una Kundry demasiado oscura y no se sabía del todo su parte. Sonoro y homogéneo, quizá demasiado lírico, el Klingsor de Kränzl y algo temblón el Titurel del muy veterano Von Halem. Cumplieron con decoro las muchachas flor, los escuderos –dos de ellos niños- y los caballeros del Grial, todos menos los infantes miembros de un coro poco potente y desigual. Bien los niños de la JORCAM. Arturo Reverter

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