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Por Publicado el: 18/02/2009Categorías: Crítica

Un Rigoletto vocalmente espléndido

Temporada del Covent Garden
Un Rigoletto vocalmente espléndido
“Rigoletto” de Verdi. L. Nucci, F. Meli, E. Siurina. D. McVicar, dirección de escena. D. Orén, dirección musical. Royal Opera, Londres. 14 de febrero.
Resulta sorprendente que un teatro como la Royal Oper Theater pueda poner en sus fachadas el reclamo del título en cartel sin mención alguna a su reparto. ¿Quizá deseos de ahorrar de forma que los carteles sirvan para todas las funciones? El caso es que sólo la casualidad permitió disfrutar de una representación de magnífico nivel vocal casi como regalo de San Valentín.
Leo Nucci volvió a demostrar que no hay hoy mejor barítono verdiano, sacando sentido a cada frase, bordando el “Deh non parlare al misero”, echando el resto en el “Cortigiani” y sobre todo en la “Vendetta”. Resulta un placer, por su excepcionalidad, poder escuchar aún la vieja escuela de canto, la de los Bergonzi o Graus. Ekaterina Siurina dio muy buena réplica como Gilda, un papel no especialmente complicado para una soprano de coloratura con un cierto centro para el tercer acto. Ambas cualidades las posee, además del físico perfecto para el papel. La sorpresa de la velada vino con Francesco Meli, un joven tenor de 28 años que hasta hace bien poco se centraba en Rossini. Reúne condiciones vocales muy idóneas para el Duque de Mantua, con un centro de lírico más que suficiente para el “Parmi veder” y un agudo fácil, aunque abrevió excesivamente el “do” de su más célebre aria. Será quien sustituya a Flórez en Madrid y esperemos que rinda al mismo nivel. Sin descender de éste también el Sparafucile de Brindley Sherratt, la Magdalena de Sara Fulgoni, el Monterone de Iain Paterson y el resto de comprimarios.
Daniel Oren toreó los tempos, a veces rápidos y otras muy lentos, sin poder evitar que la orquesta –que no es mejor que la del Teatro Real- se desajustase en varios momentos. La dirección escénica de David McVicar ha cosechado bastante éxito desde su estreno de 2001, pero no deja de ser en el primer acto un tanto ordinaria, además de desviar la atención musical a detalles de improcedente contenido sexual. Muy mal resuelto todo el tercer acto, desde la gran escena del jorobado hasta la inmaculada aparición de Gilda, pasando por un acompañamiento al aria del tenor más propia de un musical actual que de una ópera verdiana.
¿Por qué en el Covent Garden apenas se aplauden arias o dúos? Afortunadamente los tres protagonistas pudieron vencer este mal hábito, aunque las grandes ovaciones se reservaron para los saludos finales, a tenor alzado por un error de la maquinaria. Gonzalo Alonso

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