La Asociación de Amigos de la Ópera de Bilbao celebró elecciones a su junta directiva el pasado sábado. En ellas, al cierre de estas líneas, no hubo más que una candidatura. Así pues el resultado debería de estar más que cantado. Una segunda candidatura hubiera beneficiado la discusión sobre algunas de las cuestiones que gravitan sobre la asociación. El hecho de no haber surgido otra opción vendría a dar la razón a quienes sostienen que más que una asociación de amigos de la ópera se trata de una agrupación de abonados.
La junta actual ha promovido una enorme renovación en las costumbres tradicionales de ABAO, que entraña sus riesgos y resulta de difícil reversibilidad. Ha conseguido aumentar muy considerablemente su financiación, convirtiéndose posiblemente en la temporada con mayor aportación económica del Estado salvo las de Madrid y Barcelona. Naturalmente en buena parte gracias a la especial relación PNV-PSOE. Contando con una economía muy saneada y el incremento de ingresos ha profesionalizado la gestión lírico-administrativa de forma que han desaparecido las comisiones de socios entregados gratuitamente a la causa. Actualmente casi todo se contrata al exterior, con sus ventajas e inconvenientes. Es claramente una apuesta por un determinado modo de funcionar y una alternativa perfectamente válida. Ahora bien, ¿qué sucedería si cambiasen las necesidades de quien gobierne en el Estado español tras el 9 de febrero respecto del PNV y, como consecuencia de ello, se redujesen sustancialmente las aportaciones estatales a ABAO?
Otro asunto, si se quiere menor, pero llamativo, es la drástica reducción en la nueva junta de personas con sólido criterio artístico. Resulta extraño en una asociación de verdaderos amigos de la ópera. Quizá tanta profesionalización acabe por convertir definitivamente a ABAO en grupo de abonados y, con ello, se estaría firmando su acta de defunción, pues las instituciones vascas podrían asumir directamente la gestión de las temporadas. El tema no es baladí.