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La profesión en música
Orgía de quintetos
Por Publicado el: 05/05/2004Categorías: Crítica

Vísperas sobrias

Ciclo de la Complutense
Vísperas sobrias
“Vespro della Beata Vergine” de Monteverde. Concerto Italiano. Rinaldo Alessandrini, director. Auditorio Nacional. Madrid, 5 de mayo. En tiempos de Monteverde la música del oficio de Vísperas se basaba primordialmente en el canto llano, al que en ocasiones se añadían algunas otras piezas entre las que la más frecuente era el “Magnificat”. Las iglesias no contaban con una colección completa para todo el oficio. Ese fabordón con el que Monteverde comienza sus “Vísperas” no solía estar escrito, sino que era improvisado por los cantores. Uno de los méritos de Monteverde en esta obra es haber creado por fin una colección completa para el mencionado oficio. Otro de ellos: el constante en Monteverde y que tanto sorprendía a sus contemporáneos: tomar de la tradición y sus antepasados todo lo útil para sus objetivos, en lugar de tratar de empezar de la nada. Pero lo hizo sonando “moderno” – y aún hoy día nos suena así- en ese reciclaje de materiales viejos que integraba con elementos que contrastaban. Así en el mismo inicio citado se superponen una fanfarria y varios “ritornellos”. Canto gregoriano, fanfarria, ritornello y fabordón crean un conjunto sorprendente, muy en el estilo del cercano y anterior “Orfeo”.  Prescindir de alguno de estos elementos contrastantes no es sino un error. En él cae Alessandrini al elaborar su propia trascripción, en la que pasa por alto el gregoriano. Sin él, con la ayuda de una sobriedad innecesaria, difumina perfiles y se entrega a una monotonía de la que sólo logra salir a partir del “Nisi Dominus”, cuando la reducida plantilla orquestal se amplía. Herrewegue o Jacobs logran versiones más atractivas a base de enfoques y lecturas más contrastados. Los solistas, más que correctos, incluían un nombre más conocidos que el resto: el de la supuesta contralto Sara Mingardo. Ni es exactamente esa su topología vocal ni el caudal permite lucimiento, aunque la fidelidad estilística sea encomiable.  Y, hablando de fidelidades, se encontraba en la sala Odón Alonso, fiel a la partitura desde finales de los años sesenta. Entonces no se abordaba el barroco como ahora. Quien firma recuerda sus “Vísperas” en cinemascope, pero las recuerda con inmenso cariño, no en balde fue una de sus primeras experiencias concertísticas y, desde luego, las primerísimas “Vísperas” que escuchó. Entre el concepto de unas y otras media un abismo. ¿Dónde realmente está la verdad? Gonzalo ALONSO 

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