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Por Publicado el: 27/09/2013Categorías: Crítica

Volodos, en busca del piano íntimo

EN BUSCA DEL PIANO ÍNTIMO

Obras de Schubert, Brahms y Schumann. Arcadi Volodos, piano. Grandes Intérpretes Fundación Scherzo. Auditorio Nacional, Madrid. 24-9-2013.

Este pianista ruso (San Petersburgo, 1972) se distinguió siempre por su acabada técnica. Las obras más difíciles parecían fáciles en sus gordezuelos dedos. Han pasado los años y Volodos, que mantiene su oronda figura, ha asentado su estilo, puliendo sus maneras y trasladándose de la superficie de las notas hacia un mundo más interiorizado y al tiempo más poético, en el que no todo es fulgor. Aunque a veces nos da la impresión de que ese lento viraje hacia dentro, ese giro en busca de una mayor musicalidad, respetando el sentido de las partituras, más allá de las notas escritas, es excesivo. Y nos deja con ganas de sentir un piano más franco y sobrio, no tan minuciosamente elaborado.

Sucedió, por ejemplo, durante la ejecución, impecable sin duda, de la temprana “Sonata D 279” de Schubert, dicha desde el principio con una concentración y un cuidado exquisitos, con un intimismo en el que no cabía la frescura de una pieza realmente lozana. En todo caso bien subrayadas las modulaciones del Allegro inicial, claros los contrapuntos, trío del Menuetto estupendamente danzado y realización con insólitos roces del Finale. Los tres “Intermezzi op. 117” de Brahms fueron expuestos con suma delicadeza y variado pero discreto colorido; muy bien diferenciada la estructura tripartita.

Todo fue suavidad, matiz y finura en las “Escenas de niños” de Schumann, en donde los silencios alcanzaron gran expresividad. Nos pareció algo exagerada la lentitud y cercanos al amaneramiento ciertos efectos. El gran pianismo entró con la “Fantasía op. 17” del mismo compositor, obra grande que requiere interpretación mayúscula. Lo fue la de Volodos, que pudo desmelenarse en el “Moderato con energia”, practicando ligeras y rotundas octavas sin pestañear. Buen fraseo, sólo un punto efectista, en el “Lento sostenuto”. Nos faltó algo de fantasía en la exposición del primer movimiento. El artista cerró su actuación con cuatro bises, la “Cançò del somni” de Mompou y la “Malagueña” de Lecuona entre ellos, en arreglos virtuosos y discutibles. Arturo Reverter

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