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Por Publicado el: 30/10/2015Categorías: Entrevistas

Ludovico Einaudi: «Repeticiones existen incluso en un preludio de Bach»

 

 

 

 

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  • Para mí es una necesidad contar con elementos que retornan.
  • Me gusta el contacto con el público joven
  • Mi espacio natural sería aquel en el que se consiga crear un clima de intimidad con el público

 

Ludovico Einaudi (Turín, 1955) pertenece a una dinastía de grandes nombres. Su abuelo Luigi fue el segundo presidente de la República Italiana; su padre, Giulio, fundó la prestigiosa editorial que lleva el apellido de la familia. Él ha logrado hitos sin precedente en la música, por la que apostó, convirtiéndose en referente del minimalismo latino. Encabezando las listas de clásicos en el mundo, o superando -sólo en el Reino Unido y con el respaldo de las nuevas tecnologías- la vertiginosa cifra de 130 millones de escuchas streaming. Estos días aparece su nuevo disco, Elements, un homenaje a Luciano Berio que paseará en concierto por todos los países de Europa. Incluyendo España, donde recalará en la próxima primavera, cuando podría estar gestando su primera ópera centrada en la obra de El Bosco.

 

P. Elements, ¿marca un punto y aparte en su creación?.

R. Es una nueva reflexión, en la línea en que acostumbro a acometer cada proyecto. Esta vez, tratando de establecer un paralelismo con la arquitectura. Más concretamente, con arquitectos que en su momento hicieron un modelo de edificios con una tipología en torno al mismo esquema. Arquitectos que reflexionan profundamente todo lo que hacen, y en cada ocasión se plantean preguntas como por qué una ventana debe tener determinada forma o cuál es la función de un espacio o de un elemento determinado. En cierto modo, me parecía la ocasión para centrarme en preguntas que se habían planteado otros, en ocasiones de forma muy distinta. Me he sumergido en lecturas de textos como el libro de Kandinsky Punto, línea y superficie, donde analiza los fundamentos del lenguaje pictórico partiendo del punto en la pintura para, seguidamente, vincularlo con la escritura. Estableciendo hasta una relación con la música, cuando dice que el punto es un momento en el que terminan las palabras y comienza el silencio. A partir de ahí me centré en la observación de la tabla periodica de elementos, intentando comprender el orden de las materias de las que está hecho el universo, del que formamos parte. Por ultimo, me interesé por los escritos sobre la geometría de Euclides. Incluso por la teoría de Empédocles cuando, a través de una especie de fábula mitológica, describe el combate entre los elementos que tuvo como resultado la creación del mundo…

P. Planteamientos muy profundos

R. Siempre me han interesado aquellos pensadores, escritores y artistas del pasado que han tenido que ver con lo que hago. Que se han interesado de manera distinta por las mismas cuestiones sobre las que pienso hoy. Cada vez que he tenido una idea, me he planteado quien había reflexionado del mismo modo o mejor. Procediendo de esa forma, se abre ante tí un mundo en el que explorar y experimentar a través de visiones y pensamientos distintos a los tuyos, probando cómo trasladar a la música cosas que no pertenecen a ella. Como hizo el arquitecto Renzo Piano al diseñar un eropuerto para Osaka a partir de un dibujo con la forma de una ola. O lo que es lo mismo, concibiendo su arquitectura a partir de la transcripción de una forma natural. Siempre me ha parecido interesante la transmigración de un elemento a otro; de una idea a otra. Me lleva a hacerlo mi formación humanística. Como mi cabeza funciona así, me gusta ver el mundo con perspectiva de 360º. Estableciendo una relación global; no solo en mi campo específico.

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P. Mediante esa síntesis, con Elements ha querido rendir homenaje a su maestro Luciano Berio ¿qué aprendió de él?

R. Posiblemente, todo lo que he contado él lo sentía también en gran medida. Pensando y entrecruzando los lenguajes musicales con los de lingüística y filosofía, Era un buscador incansable de conexiones entre mundos, culturas y demás cosas distintas. Sintetizaría en forma de testimonio la experiencia que viví con él cuando vino a la casa familiar que tenemos en Langhe. Una tarde, mirando el cielo en aquellos campos, de repente vimos una bandada de pájaros que se desplazaba creando al volar unas formas muy complejas. Abriéndose y cerrándose en una especie de danza geométrica. Dijo él entonces que sería muy interesante hacer una transcripción para orquesta de aquellas figuras que describían. En Elements ese es el concepto: que a través de la observación de otras muchas cosas se pueden inventar, descubrir, y experimentar nuevas posibilidades en las que se entrecruzan todas las experiencias humanas susceptibles de evolución o de cambio. Porque si todo permaneciese igual, inmutable, se escribirían todas las sinfonías tal y como lo hacía Mozart.

P. ¿Es Berio su único referente? ¿Donde deja a Nono, Ligeti, Maderna, Scelsi, Sciarrino…?

R. Todos ellos son compositores que he admirado. Con algunos, como Nono o Sciarrino existió incluso una relación personal. Hasta hice un curso con Stockhausen, una figura increíble que también llegó a apasionarme. Pero si tengo que señalar un maestro, sería Luciano Berio. Con su música me he identificado más, por su conexion con la cultura contemporánea. Incluso por su filosofía de la vida, incluyendo el amor por la música popular, que en alguna forma lo hacía incluso más humano: menos aislado en una torre hermética de experimentación.

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P. Su formación es tradicional. ¿Tocaba al piano Schubert, Chopin…. ?

R. En mis primeros años si. La tradición musical en nuestra casa viene por parte de mi madre, que tocaba el piano como aficionada. Procedía de una familia musical. Su padre fue compositor y director de orquesta. Con ella comencé a escuchar el piano en casa: Bach, Chopin… Pero también las canciones populares francesas, que dejaron en mi un poso fundamental. Como aquellas nanas de antiguas raíces que me proporcionaron el primer sabor de música popular, que amo desde entonces.

P. ¿Por dónde llegaron las otras influencias?

R. Por los miembros mayores de la familia, que cuando yo tenía siete u ocho años me ponían discos de los Beatles. Por esa vía se abrió ante mi una nueva esfera de amor hacia esa otra música ligada a los acontecimientos de finales de los años 60 y comienzos de los 70. Mi niñez quedó marcada por aquella revolución que no era solo musical, sino también influyó en el modo de vestir y en muchas más cosas frente a un mundo que en alguna medida se estaba quedando viejo para las nuevas generaciones. Tras aquellos descubrimientos, la música empezó a formar parte de mi vida.

P. Y decidió formarse en ese terreno

R. Eso es. En un primer momento recibí clases particulares, pero como desde los 14 ó 15 años me fui dando cuenta de que, por exclusión, no podia hacer otra cosa, decidí estudiar en el Conservatorio de modo más regular piano y composición. Siempre, con un interés en el que predominaba mi tendencia a la composición, porque nunca había considerado la posibilidad de llegar a ser seriamente un pianista clásico de concierto. Lo que me interesaba de la música era su aspecto creativo. Supe así que, sin alejarme del piano, mi verdadera pasión la encontraba en la lectura, el análisis, el estudio de la armonía y el contrapunto… En esas estaba cuando, en torno a mis 23 años tuvo lugar el encuentro con Luciano Berio. Fue mi gran escuela de perfeccionamiento. Con él empecé a trabajar como asistente durante tres años, hasta que percibí que podia poner en práctica lo aprendido de las experiencias que viví con alguien que había sido tan generoso conmigo. Hasta el punto de que la primera vez que le mostré una composición mía, me pidió que la transcribiese para orquesta y él mismo la dirigió en Italia. Más tarde me encargó otra obra para voz y orquesta que estrenó en Roma. Aquellas experiencias fueron fundamentales para mí, porque me dieron confianza. Por eso: por haber sido el primero en hacerme sentir seguro de lo que estaba haciendo, lo considero doblemente mi maestro.

P. El siguiente paso decisivo sería su beca en Tanglewood

R. Pasé allí dos meses, donde también estaba él, En Tanglewood escribí otra pieza, que se ha interpretado mucho, incluso está grabada. Aquel tiempo marcó el final de nuestra colaboración, también en el terreno laboral. Fue duro, pero habíamos hecho ya muchas cosas juntos y resultaba inevitable.

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P. Su experiencia americana unida a su lado italiano ¿fructificaron con el tiempo en un minimalismo latino?

R. Nunca había considerado esa idea de minimalismo latino, pero tal vez podría servir como clave de lectura para lo que hice cuando, después de mi experiencia con Berio, me centré en la observación de lo que estaba sucediendo en la música en aquellos momentos. De los que no nos identificábamos completamente con aquel lenguaje de la vanguardia a partir de experiencias como la de Philip Glass y todos aquellos que abrieron nuevas perspectivas a generaciones posteriores, nacieron muchas experiencias que hasta ahora siguen vigentes y nos muestran otra escuela; otra visión a partir del modo en que iba el mundo y como había evolucionado la música.

P. El calificativo latino lo aplicaba porque la música que usted hace es más cálida y más próxima que la frialdad de Glass siguiendo los patrones de John Cage y su escuela.

R. Es cierto que en la música de Glass, a quien considero un gran compositor, se percibe la “frialdad” americana, que puede producir una especie de desapego. Nosotros somos de naturaleza más cálida. Yo cuando escribo música estoy totalmente implicado, incluso emotivamente, en lo que estoy haciendo.

P. ¿Llega por igual su música en América y en Europa?

R. Mi música tiene ahora una gran difusión en Europa, después de tantos años paseando mi trabajo, haciendo regularmente giras por todos los países, Pero también es muy apreciada en algunas partes de América, sobre todo diría que en ambas costas de Estados Unidos, donde me sigue mucho público. Aunque claramente se percibe la diferencia respecto a Europa, donde he dedicado mucho más tiempo y  constancia a sembrar mi trabajo. Pero América es tan grande que deberíamos tener una segunda vida para recorrer tantos lugares. El año pasado hice allí una serie de conciertos y regresaré el año que viene, porque antes no tengo tiempo, como consecuencia de tantos compromisos cerrados en Europa. Puedo decir también que en Sudamérica, donde por esa falta de tiempo que decía no he conseguido aun estar, se ha creado una gran expectativa respecto a mi música, porque no dejo de recibir mensajes para que vaya a Argentina, Brasil, Uruguay, Chile…

P. En esos casos, qué espacios prefiere ¿la cava de jazz o el gran auditorio sinfónico?

R. Mi espacio natural sería un lugar intermedio. No me gustan los demasiado grandes. Digamos que el ideal sería un espacio para unas 350 personas, en el que se consiga crear un clima de intimidad con el público. Lo que ocurre es que a veces, para no estar repitiendo conciertos cada tarde, me toca aceptar lugares mucho más grandes para satisfacer a tanta gente como quiere acudir. Pero estoy pensando con la vista puesta de aquí a dos años, que me gustaría hacer una gira de conciertos en solitario en lugares pequeños: una semana en Berlín, otra en Roma, una más en Madrid…

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P. Dentro de la prevista estos meses con Elements se anuncia su presencia en España. ¿Dónde se le podrá escuchar?

R. Creo que estaré por aquí en abril, pero aun no están decididos los lugares. Por ahora se habla de Madrid y Barcelona, pero no me constan con seguridad los teatros. Al parecer en Madrid se maneja como propuesta el Teatro Real, pero hay una duda pendiente de resolver. Y es que mi política es la de que en mis conciertos las localidades no tengan precios altos, porque me gusta estar en contacto con el público joven. .

P. Se dice que el minimalismo consiste en dar con un tema pegadizo y repetirlo una y otra vez. ¿Existe una fórmula? ¿Es cuestión de oficio? ¿de artesanía?

R. No existe fórmula como tal. Ahora que claramente hay «minimalismo y minimalismo». Las primeras experiencias de Philip Glass y su entorno estaban unidas al hecho de experimentar sobre la idea de la repetición de algo que se expandía de un modo lento y gradual. Pero ellos mismos acabaron por alejarse de aquello. Personalmente, nunca pensé en la música de ese modo. Aunque debo decir que las repeticiones existen incluso en un preludio de Bach. En algunos de los que escribió aparece una figura que se repite, y en ella encontramos las variaciones armónicas en continua evolución. Las repeticiones forman parte también de la arquitectura en las grandes misas del pasado basadas en el cantus firmus. La música está llena de rondos, de repeticiones a través de las cuales anclamos la percepción en determinados elementos. Algunos compositores de la vanguardia apostaron por la variación continua, y el carecer de cualquier referencia perceptiva dificultaba las cosas a la hora de recordar una pieza de esa naturaleza. Para mí es una necesidad física contar en mi música con una serie de elementos que retornan. Pero no se trata de repetirlos de modo automático.

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P. Teniendo como usted un padre tan literario no ha tenido la tentación, como Glass, de escribir una ópera

R. La tentación está ahí. Hace algunos años, trabajando en contacto con escritores compuse una obra de teatro-danza, y cuando escribí el ciclo de piezas para piano Le Onde (Las olas), inspiradas en el libro de Virgina Woolf  The waves, en alguna ocasión lo retomé en teatro utilizando parte de los textos de la novela.

P. Pero una ópera propiamente dicha…

… No lo se. El otro día estuve visitando el Museo del Prado, porque me han sugerido hacer un documental para los 500 años de la muerte de El Bosco, que se cumplen en 2016, y nos han pedido a varias personas que comentemos sus cuadros. En un momento dado empecé a hablar con el director sobre la hipótesis de crear una ópera sobre los cuadros. Esa podría ser tal vez la ópera por la que me pregunta.

P. Algunos especialistas en música antigua han simultaneado su actividad con la contemporánea por la proximidad que percibían entre ambas. En su obra se pueden ver vínculos con Bach, los madrigalistas…

R. Es cierto. Digamos que el discurso de la repetición está totalmente imbricado con las músicas populares, siempre llenas de motivos tomados de ritmos de las danzas en las que se basan. En mi caso el discurso es aun más amplio del que viene ligado al minimalismo, porque he tenido interés especial en las músicas populares del mundo. Hasta he vivido ciertas experiencias de colaboración con la música africana; con el folklore del sur de Italia, con la música turca, la Armenia… Incluso en aquellas canciones  de mi madre, que sigo amando. Si considero tan afortunado mi encuentro con Berio es en gran parte también por tratarse de un gran conocedor y amante de estas músicas, a las que rindió homenaje es sus bellísimas Folk songs.

P. ¿Imagina qué pensaría su abuelo sobre el momento que atraviesa la cultura en general y la música en particular?

R. Tratándose de un politico, yo posiblemente iría a hablarle y le recordaría que, como bien sabía él, la música en tiempos de los griegos, unida a la matemática y a la filosofía, gozaba de uno de los primeros lugares en la formación y en la evolución del hombre. Sería preciso empezar por ahí para conseguir esa educación a la que todos, desde niños, pudiesen tener acceso. Sólo a través de la música se pueden crear conexiones abstractas el pensamiento, que eleven al individuo espiritualmente y sirvan para el desarrollo de las relaciones humanas, que son tan fundamentales.

Juan Antonio Llorente

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