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Festival de Salzburgo

Puccini frente a Berlioz, de lo popular a lo infrecuente

Obras de Liszt y Berlioz. Julia Kleiter, Saimir Pirgu, Ildar Adrazakov. Orquesta Filarmónica de Viena. Ricardo Muti, director. Grosses Festspielhaus.

“La Boheme” de Puccini. A.Netrebko, P.Beczala, M.Cavalletti, N.Machaidze, A.Arduini, C.Colombara, etc. D.Michieletto, dirección escénica. D.Gatti, dirección musical. Grosses Festspielhaus. Salzburgo.

Desde1972, miprimera visita al festival y hace ya cuarenta años, muchas cosas han cambiado en Salzburgo y muchas etapas se han quemado. Algunas han muerto para siempre, mientras que otras se recuperan. Entre estas últimas las numerosas personas en la puerta de las funciones con el ya clásico cartel “Ich suche Karte” en la espera, este año vana, de ser agraciado con una entrada que a alguien le sobre en el último momento. Estas peticiones, habituales en la época de Karajan, desaparecieron en las de Mortier, Ruzicka y Flimm y sólo han vuelto ahora con el regreso al “star system” que proclama Alexander Pereira, el nuevo intendente que debuta en esta edición. No sólo se trata ya de la presencia de los cantantes más estelares en los repartos líricos, como Netrebko, Bartoli, Domingo o Kaufmann, sino también de la recuperación de la en su día célebre semana sinfónica final. En ella estarán la Gustav Mahler Jugendorchester, Sinfónica de Londres, Filarmónicas de Viena y Berlín, Cleveland, Gewandhaus, Concertgebouw y Teatro de la Scala. Una vuelta en cierto modo a los postulados de Karajan. Falta hacía ya que el comercio local se había resentido notablemente, llegando a manifestarse solicitando la dimisión de Mortier en 1996 y publicando una esquela a toda página en la prensa tras su marcha, pero sin desde entonces acabar de levantar cabeza. Este año ven con esperanza el futuro.

“La Boheme” es quizá el espectáculo más solicitado de la presente edición, no en vano jamás se había representado en el festival. A primera vista sorprende que la producción de Damiano Michieletto sea compartida con el Gran Teatro de Shangay, cuando en China priman las puestas en escena clásicas y espectaculares. Sin embargo su filosofía contiene connotaciones comunes. Las críticas negativas han sido abundantes en la prensa germana y buena parte del público también mostró su desaprobación. La escena elimina mucha de la poesía que intenta sugerir la música y ni siquiera el texto es respetado en el tercer acto, ubicándolo en medio de una autopista por la que afortunadamente no transita vehículo alguno. Un tenderete para refrigerios en la cuneta es cuanto hay hasta que los semáforos son sustituidos por un enorme decorado de fondo consistente en la página de un callejero delante de la que se interpreta el conocido cuarteto. Los protagonistas son desahuciados de su buhardilla y se han de mudar para el cuarto acto debajo de un puente con todas sus pertenencias embaladas, bombona de butano incluida. Así Mimí muere convertida en homeless. Unos trazos finales, escritos por unos dedos anónimos con su nombre en un gran cristal empañado trasero y borrados por la mano entera tras su óbito, intentan trasladar emoción al espectador, que ha visto toda la historia desde el alféizar de una monumental ventana. La lágrima llega porque la Filarmónica de Viena suena maravillosamente bajo la experta batuta de Gatti, porque la música es la que es y porque, a pesar de todo, algo acaba por funcionar en el escenario. El regreso de Anna Netrebko tras su aclamada “Traviata” era esperado con expectación, pero la producción no le hace justicia. Pasen los tatuajes en cuello y brazo de la costurera o los demás aditamentos propios de un París menos que mileurista del XXI, pero el vestuario acaba por destrozar la figura que perdió tras su maternidad. Afortunadamente no es que cante igual que antes, sino todavía mejor, puesto que la voz ha ensanchado tanto como su cintura y se ajusta perfectamente a las exigencias de un papel que aborda desde la madurez artística. Casi a la altura de las Freni y Cotrubas. Piotr Beczala justifica el primerísimo lugar que ocupa en el repertorio e tenor lírico-ligero, si bien el tercer acto le queda un punto central, y Nino Machaidze da perfecta réplica a Museta. Curioso que los tres grandes triunfadores en una “Boheme” sean una rusa, un polaco y una georgiana, porque los italianos Cavalletti y Colombara no brillan a la misma altura. Dato adicional: precios de70 a400€.

El día anterior se subió al podio Riccardo Muti para ofrecer uno de esos programas que tanto le gustan ahora a base de obras “recuperadas”. El manuscrito de la “Misa solemne» de un veinteañero Berlioz, cuyas copias él mismo destruyó, fue descubierto en 1991 en los archivos de una iglesia, a donde fue a parar tras varias herencias. Algunos de sus temas fueron reutilizados por el compositor para obras posteriores -así el pastoral de la “Fantástica”- pero, lejos de la homónima de aquel Beethoven que pronto escucharía Berlioz, reúnen consistencia el final del «Kyrie», el potente «Et resurrecit» de coro y bajo –impactante la emisión de Adrazakov- y el tiempo final. La interpretación fue ovacionadísima. Mucho menos interés ofrece el casi desconocido «Von der Wiege bis zum Grabe», uno de los últimos poemas sinfónicos de Liszt, que junto con el sí popular “Les Prèludes”, abrió un concierto peculiar, admirablemente cantado, tocado y dirigido. Puede discutirse si se trata de lo que el espectador prefiere escuchar de orquesta y director, pero no cabe duda que partituras así o se escuchan con esta calidad o mejor dejarlas a un lado. Gonzalo Alonso