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RAPHAEL BLECHACZ, JUVENTUD INDISCRIMINADA
Por Publicado el: 27/03/2011Categorías: Crítica

«Elixir» en Valencia: Un Dulcamara camello

Temporada Opera en Valencia
El camello Dulcamara
«Elixir d’amore» de Donizetti. A.Kurzak, R.Vargas, F. Capitanucci, E. Schrott, I. Mataradze. orquesta de la Comunitat Valenciana. Coro de la Generalitat Valenciana. P. Fantin, escenografía. D. Michieletto, dirección escénica. O. Meier Welber, dirección musical. Palau de les Arts. Valencia, 26 de marzo.
Empieza el coro cantando «…reposar bajo un haya al pié de una colina…», para continuar hablando del sol y los segadores. En la escena hay sol, porque el «Elixir de amor» se sitúa en una playa valenciana, pero pueblerinos segadores ni uno…. Quizá en bañador. Dulcamara se convierte en el auténtico protagonista de la obra, no como un viejo charlatán sino como un joven chulo de playa que, en vez de vender frascos de elixir, vende bolsitas de plástico con un contenido blanco. Aduna es la propietaria de un chiringuito de playa, Nemorino sigue siendo el buenazo tontón y Belcore el soldado petulante. Eso sí, convertido en el perdedor de la historia por partida doble: se queda sin Adina y un perro de la policia detecta en su poder la droga que Dulcamara le ha traspasado inadvertidamente para escaparse él del registro playero. Al fondo el mar, en medio la torreta de socorristas, tantas tumbonas con sus bañistas como en Benidorm y hasta un tobogán que se llena de espuma en la celebración de la despedida de soltera de Adina. Pues todo ello funciona con sentido para hacer pasar un rato agradable y amable al sonriente espectador. Al fin y al cabo eso es lo que pretendió Donizetti. Mortier se apuntó a coproducir la obra y se verá en el Real en dos temporadas.
Sin duda hay muchas Adinas más en el papel que Aleksandra Kurzak, pero logra ir de menos a más aunque se eche de menos mayor facilidad por arriba. El rol de Nemorino ha sido muchas veces rol de vuelta, en los finales de carreras. Así fue con Bergonzi, Carreras o Pavarotti y a Ramón Vargas le falta ya frescura vocal y abusa del mezzoforte, pero muestra que quien tuvo, retuvo y convence. Fabio Capitanucci cumple como Belcore y Erwin Schrott se lleva el gato al agua con su vozarrón, su frecuente «parlado» y un dominio apabullante de la escena.
El nuevo titular, Omer Meier Welber, empezó nervioso por la responsabilidad, con algunos desajustes con tenor y coro, pero se fue tranquilizando -quizá demasiado- y supo respirar con los cantantes, manteniendo apagada una orquesta a la que da pena restar brillantez. El público disfrutó, aclamó y no tuvo ninguna prisa en levantarse de sus asientos. Triunfó la sonrisa. Gonzalo Alonso

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