Crítica: Pacho Flores, música en vena

28 FESTIVAL DE JAZZ DE VALÈNCIA. Programa: Obras de Gershwin-Flores (Un Americano en París), Freiberg (Historias de flores y tangos), Márquez (Danzón número 2) y Flores (Lábios Vermelhos, para trompeta y orquesta. Albares, concierto para fliscorno y orquesta). Orquestra de València. Solista: Pacho Flores (trompeta y fliscorno). Director: Manuel Hernández Silva. Lugar: Palau de la Música. Entrada: Alrededor de 1.000 espectadores. Fecha: viernes, 4 julio 2025

Pacho Flores triunfó en Valencia

Entre los grandes músicos internacionales radicados en València, el trompetista venezolano Pacho Flores (San Cristóbal, 1981) es uno de los más involucrados en la vida musical de la Comunitat. En esta ocasión, y tras el resonante éxito del pasado mes de febrero con Gustavo Dudamel y la Orquestra de València, en el legendario concierto por las víctimas de la Dana, ha vuelto al escenario del Palau de la Música en el marco propicio del 28 Festival de jazz.

Como entonces, con la Orquestra de València, pero en esta ocasión dirigido por el también venezolano Manuel Hernández Silva. Como Dudamel y como tantos otros artistas venezolanos, Flores y Hernández Silva llevan la música en vena. Y eso, ese genio natural del ritmo y la melodía, por el sabor y color de la mejor música, se transmite al espectador. De ahí el enorme, efervescente y bien labrado éxito de esta cita sinfónica con ínfulas jazzísticas.

Flores recaló en su triple condición de compositor, arreglista y trompetista de primerísimo rango mundial. Como arreglista, Hernández Silva y los sinfónicos municipales estrenaron con carácter absoluto el arreglo que Flores ha realizado de Un Americano en París, el “poema sinfónico” que Gershwin compone en 1928 y en el que “retrata las impresiones de un estadounidense que visita París; mientras pasea por la ciudad, escucha varios ruidos callejeros y absorbe el ambiente francés”. Flores retoca con olfato, sentido práctico y mano habilidosa la orquestación original; reduce la problemática orquestación, elimina los saxofones y la celesta, y pasajes superfluos.

Todo ello adecúa la obra a la plantilla sinfónica arquetipo y facilita sustancialmente su programación. El resultado en absoluto rebaja el fuste sinfónico del original. Al menos en la viva, opulenta y matizada realización de Hernández Silva, quien gobernó con criterio y gestualidad precisa los mimbres de la Orquestra de València.

Fue el preludio de un programa todo él cargado de atractivos. Los tiene, y muchos, Historias de flores y tangos, el brillante concierto para trompeta y orquesta en dos movimientos que compone el argentino Daniel Freiberg (Buenos Aires, 1957) sugestionado por el arte interpretativo de Pacho Flores, pero también por la música venezolana y, por supuesto, el tango de sus años porteños. Freiberg no escatima recursos técnicos y efectos, consciente de las posibilidades que brinda un solista de la dimensión virtuosa y expresiva de Pacho, cuya alianza con el podio y con la propia música propició una lectura plena de alquimia, entendimiento y brillo instrumental.

Al final, el propio compositor, radicado en Nueva York, recogió en persona la aprobación entusiasta y rotunda del público a obra e intérpretes.Luego, tras la pausa y el clásico y siempre bienvenido Danzón número 2 del mexicano Arturo Márquez, Pacho, trompeta y fliscorno en mano, se adentró en su propia música con dos páginas tan perfiladas como el breve pero sustancioso Lábios Vermelhos, para trompeta y orquesta, y el concierto para fliscorno y orquesta Albares, cuyos tres movimientos -incluida la cita entrañable y pertinente del Himno de la Comunitat– son un canto y homenaje del compositor a la tierra en la que ha decidido vivir.

Tres movimientos con el fiel de la nocturna y bellísima Milonga en Mislata como quieto episodio central. El concierto, que encontró en su solista y compositor al mejor intérprete imaginable, contó con el concurso no menos ideal del maestro paisano Hernández Silva, el cuatro venezolano de Marcel Montcourt, las maracas implicadas del timbalero Javier Eguillor y una Orquestra de València encumbrada por el gobierno claro y efectivo de Hernández Silva.

Después de un aluvión de aplausos y un sinfín de bravos y salidas y entradas a saludar, la gran noche sinfónica del 28 Festival de Jazz de València se cerró en plan camerístico, con la interpretación fuera de programa del joropo venezolanísimo El diablo suelto, de Heraclio Fernández, con Pacho Flores (trompeta), Marcel Montcourt (cuatro venezolano) y el maestro Hernández Silva, que dejó la batuta para relevar a Eguillor con las maracas. Inolvidable.

En el éxtasis de la música, el maestro maraquero, con la emoción en las venas y su inapelable categoría de músico y ciudadano del mundo, se dirigió al público y soltó desde el alma un “Caracas fue hermosa, es hermosa y seguirá siempre hermosa”. Sí: ¡Viva Venezuela, sus músicos y su Sistema prodigioso!

Justo Romero

(Publicada el 6 de julio en el diario LEVANTE)

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