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El verano musical español
La Filarmónica de Berlín en Madrid
Por Publicado el: 07/07/2013Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

Adiós, Diverdi, adiós

Adiós, Diverdi, adiós

No podía imaginar que, cuando el pasado abril, comentaba la desaparición del boletín “Diverdi” no estaba sino preludiando un hecho de aún mayor trascendencia: la muerte de la misma empresa matriz. Un escueto comunicado anuncia su desaparición a mediados de julio y la liquidación de sus existencias.

Diverdi era la principal distribuidora independiente en el mercado español, con multitud de sellos que importaba o representaba. Tras el boom discográfico de hace treinta años  llegaron internet y la crisis. Empezaron las descargas piratas y cada vez se vendieron menos unidades físicas. Los grandes del mercado sólo reaccionaron defensivamente ante las nuevas tecnologías, buscando poner puertas al campo en vez de aprovecharse de ellas. Se fueron devorando unos a otros o cayendo en manos de fondos de capital riesgo. Igual sucedió en el mundo del cine.  Los independientes fueron sobreviviendo. Diverdi se especializó en colecciones históricas, grabaciones en vivo, músicas antiguas e incluso contemporáneas y tuvo momentos de esplendor. Había en su equipo un espíritu ciertamente comercial, pero con mucho sentido de la aventura. No podía ser de otra forma dada la personalidad de sus fundadores. El mencionado boletín, nacido en 1992 y en el que colaboraron altruistamente la práctica totalidad de las firmas de la crítica y el periodismo musical español, se convirtió en una referencia. Como lo fue también la tienda del Auditorio Nacional y muy especialmente la del Teatro Real, ambas ahora cerradas. La reforma de las taquillas de este teatro, obligó a su desmantelamiento. Las medidas fiscales y presupuestarias de los diferentes gobiernos dieron la puntilla. Quedaba la supertienda de la calle Santísima Trinidad y, cómo no, la venta por internet, pero ni así ha sido posible. Las enormes devoluciones del comercio detallista y la fuerte competencia de plataformas tan poderosas como Amazón lo han impedido.

No es sólo Diverdi lo que sucumbe, sino un modo de vida musical compartido por muchos de nosotros. Ya es prácticamente imposible pasearse por estanterías hojeando, buscando y encontrando algo que llame nuestra atención. Los catálogos en web son mucho más aburridos.

Sigo creyendo que hay salidas para todo ello, que incluso Diverdi podría haber subsistido, pero hacen falta ideas. Los jóvenes de primer curso de ingeniería informática, que podrían aportarlas, escriben en sus exámenes “ipoteka” ante la pasividad de los responsables de planes de estudios y los maduros estamos bastante apaleados para seguir luchando en un mundo cada día más adverso. ¿Habrá Esperanza? Escribo la palabra con mayúsculas, porque lo merece más que nunca.

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