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Músicos indignados
Por Publicado el: 11/10/2011Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

Antonio Iglesias, un hombre de hierro

Hombre de hierro
Nos sentábamos juntos en el Auditorio cuando Marisol, su mejor compañía en los últimos años, no iba con él. Le veía escribir un montón de notas a lápiz sobre el programa de mano, que luego casi nunca reflejaba en sus críticas. Éstas eran siempre sinceras aunque no dijese todo y mayoritariamente benévolas, no en balde él mismo había sido artista. Antonio Iglesias (Orense 1918, Madrid 2011) estudio piano con Cubiles, Cortot y Long para trasladarse a EEUU entre 1948 y 1950 y relacionarse con Kusevitski, Copland, Bernstein y, muy especialmente, Stokowski, con quien estrenó la obra con la que obtuvo el premio extraordinario fin de carrera en el Conservatorio de Madrid (1944) y tocó el Homenaje a Walt Disney de Guridi, traduciendo también su libre “Música para todos nosotros”. Fueron muchos los que escribió sobre autores españoles, pero le quedó en el tintero lo que hubiera sido más interesante, sus memorias de setenta años de música en España, pues la Comisaría de la Música (1966-83) fue lugar propicio para participar en todos los sucesos acaecidos. Promovió el nacimiento de las Semanas Religiosas de Cuenca y de los cursos Falla en Granada o de Música en Compostela. Perteneció a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, de la que fue secretario hasta hace bien poco, a la Real Academia Gallega, la de San Jordi de Barcelona o la sevillana de Santa Isabel de Hungría.
Fue crítico en Informaciones y, hasta ahora, en ABC, donde tuve el placer de trabajar con él. Como responsable entonces de las páginas musicales me tuve que pelear mucho con él porque, todo hay que decirlo, sus críticas estaban relativamente mal escritas y él era una persona “brutota”, un hombre de hierro bastante inflexible y de genio vivo, pero desde nuestra mutua franqueza construimos cariño y amistad, en Los Molinos y en Madrid. Hacen falta muchas personas de su voluntad y tesón.
Ya sólo queda un representante de aquella gran generación de musicólogos y críticos –Carlos Gómez Amat- y va siendo hora de que alguien reconozca el trabajo, mal pagado y desagradecido, gracias al cual muchos divos triunfan y cosechan premios. La Comunidad de Madrid tiene en breve oportunidad para ello en sus próximas medallas.

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