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Por Publicado el: 08/07/2007Categorías: Crítica

BARENBOIM, O EL MAHLER EN QUE TODO SE OYE

BARENBOIM, O EL MAHLER EN QUE TODO SE OYE

56 Festival Internacional de Granada
MAHLER: Sinfonía nº 5. Staastkapelle Berlin. Director: Daniel Barenboim. Palacio de Carlos V, Granada, 7 de julio de 2007.
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Daniel Barenboim y su Staatskapelle –la orquesta de la Ópera “Unter-der-Linden” de Berlín- han acudido por cuarto año consecutivo a la clausura del Festival de Granada; el convenio entre el célebre artista y su conjunto con la Junta de Andalucía se prolongará hasta el 2009 y ya se anticipa que el cierre de la edición 57 de la muestra será un mini-festival Bruckner en tres jornadas, con las tres últimas Sinfonías. Entre tanto, Barenboim ha vuelto a acercarse a su moderno amor de los últimos años por el sinfonismo de Gustav Mahler, y lo he hecho con la que, acaso, haya sido la mejor interpretación de dicha música que se le ha escuchado por estos pagos, volviendo a la obra que marcó el inicio de sus interpretaciones en dicha parcela, la Sinfonía nº 5.
Si el arranque de la pieza fue todo un ejercicio, desusado, de imponencia sonora, con el que se pudo temer que lo único que preocupara al intérprete fuera atronar al auditorio, la lectura se reveló luego, sección a sección, como una obsesión sonora porque todo lo escrito -¡y no es poco!- en los pentagramas se oyera; Barenboim no sólo desgranó, casi persiguió algunos motivos –la célula de siete notas que se erige en sorprendente “segundo tema” del segundo movimiento, por ejemplo- en sus recurrentes apariciones dentro de ese devenir, tan mahleriano, de hacerlos pasar por toda la orquesta en infinitos ’flashes’ instrumentales. Esa insistencia en el microscopio sonoro no turbó para nada el gran brochazo, genuino fresco sinfónico, de la obra en su conjunto, ese trazo grueso sustancial al edificio cincelado por Mahler a golpe de buril. En el peligroso Adagietto, desencuadernado por tantos directores propensos a la sensiblería, Barenboim buscó fluidez sonora y progresión por capas de ‘pianissimi’, e hizo de su enlace e incardinación con el Rondó conclusivo un ejemplo de coherencia. La respuesta de la orquesta estuvo a nivel de gran conjunto, con algunos roces o entonaciones fallidas del viento que en nada empañaron un trabajo de nivel sobresaliente.

José Luis Pérez de Arteaga

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