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Por Publicado el: 12/10/2017Categorías: En vivo

Blancas sublimiza los Cuatro últimos Lieder

Blancas sublimiza los Cuatro últimos Lieder

Badajoz. Palacio de Congresos. 5-X-2017. Programa: Obras de Strauss (Cuatro últimos Lieder) y Prokófiev (Sinfonía número 5, en Si bemol mayor). Solista: Ángeles Blancas (soprano). Orquesta de Extremadura. Director: Álvaro Albiach.

No ha podido tener mejor inicio la nueva temporada de la Orquesta de Extremadura, que gira toda ella en torno al tema recurrente Conflictos. El primer programa, que más que bien ha sido un programón, agrupó dos obras tan disímiles y casi coetáneas como los postreros Cuatro últimos Lieder que compone Strauss en 1948 roído por el desastre de la II  Guerra Mundial, y la Quinta sinfonía de Prokófiev, escrita en el verano de 1944, en plena Guerra, en tiempo difícil y arriesgado, más aún en aquella Unión Soviética estalinista. Pero, a diferencia de Strauss, que en sus  últimas canciones mira al pasado con nostalgia y hasta melancolía,  Prokófiev se asoma con optimismo a un futuro para él esperanzador, y culmina así esta sinfonía que él considera “un himno para un hombre libre y feliz”.

Muy ampliada con aumentos bien seleccionados, la Orquesta de Extremadura sonó de modo más que notable en este programa cargado de exigencias técnicas y artísticas. Álvaro Albiach, su director titular, ha realizado una labor a todas luces admirable, promoviendo un sonido cuidado, nítido y plagado de sobresalientes intervenciones instrumentales, desde las del concertino invitado (Enrique Palomares, sobresaliente en los Lieder de Strauss), a la trompa solista en Strauss o los cuidadísimos y perfectamente afinados flautines en esta misma obra. Hubo angustia, desasosiego, ternura, amor, pasión, esperanza, nostalgia y dolor en una lectura realmente intensa y sutil.

La gran protagonista fue Ángeles Blancas, soprano de fuste que tiene tres cualidades fundamentales para salir airosa de la difícil empresa de dar vida a esta cima de la literatura vocal: ser una artistaza de los pies a la cabeza, poseer una vocalidad poderosa que hoy día le va como anillo al dedo a los Lieder de Strauss, y algo tan nada baladí como haber nacido en Múnich, cerca de Strauss y de su idioma maravilloso. Su voz –como la de su madre, la inolvidable Ángeles Gulín- ha viajado en el tiempo desde aquellos papeles ligeros con los que tanto deslumbró –Norina, Reina de la noche, Adina, Marie (La fille du régiment)…- a una vocalidad más ancha y spinto, con la que triunfa en papeles de carácter como Santuzza, Katia Kabanovà, Kostelnička, Salome o Kundry-, y que se adecúa perfectamente a su interpretación straussiana. La Blancas, en su visión apasionada, visceral, sutil, honda y extravertida a un tiempo, no eludió ese  pensamiento perplejo de la muerte, su misterio, su espacio ignoto […] presagio de melancolía por la amada ausente” al que se refiere Guillermo García-Alcalde en uno de sus eruditos textos, en los que considera estas cuatro canciones compuestas por el anciano Strauss -84 años- como “canto sublimado que trasciende la cota máxima de la belleza”.

Nada apuntaba que era la primera vez que la diva muniquesa interpretaba los Cuatro últimos Lieder. Con solera straussiana y desde lo más profundo de su alma de artista, transcendió, efectivamente, la belleza y sublimizo más allá de ella sentimientos, sensaciones y el sentido intenso de los versos de Joseph von Eichendorff  (Im Abendrot) y Hermann Hesse. Contó con el acompañamiento implicado de Álvaro Albiach, que se metió en la piel de la partitura en generosa armonía y complicidad con la solista. Estupenda la crecida Orquesta de Extremadura y estupendísimo el público pacense, que guardó un fascinante silencio durante toda la interpretación, y que luego, tras concluir la interpretación, aún se prolongó durante largos y emocionados segundos. Como si fuera la Herkulessaal de Múnich.

Luego, en la segunda parte, en la otra cara de la moneda, la Quinta de Prokófiev encontró una versión arrolladora. Intensa y brillante. También lírica. Armada en una prestación orquestal entregada y de pronunciadas dinámicas, que Albiach organizó con pericia y saber hacer. Destacó el tacto con que estratificó las tensiones y expansiones que se suceden en los cuatro movimientos. Fue el colofón de una gran noche de arte en el musicalísimo Palacio de Congresos de Badajoz, espacio que por sus notables condiciones acústicas y definida naturaleza estética bien habría de llamarse Auditorio. Justo Romero

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