CADAQUÉS, CUARTO CRECIENTE

CDMC, Temporada 2007/08
TORRES. Episodios. PADRÓS: La sala de la Suprema Armonía. PARRA: Abime-Antogone IV. SCHÖNBERG: Pierrot Lunaire. Marianne Pousseur, recitadora. Ensemble de la Orquesta de Cadaqués. 26 de Noviembre de 2007, Auditorio 400, Centro de Arte Reina Sofía.
Hace poco más de quince días, y en el mismo ciclo y auditorio, los músicos ingleses de la veterana London Sinfonietta, 40 años de gloriosa existencia musical, brindaban una exhibición de su categoría técnica, sobre todo en la ceremonia procesional del “Cortejo” de Harrison Birtwistle. El último programa de la serie, con la actuación de ocho solistas, con mayoría española, de la Orquesta de Cadaqués, la formación creada en 1988 y (espiritualmente) dirigida por Llorenç Caballero, fue un antídoto para quitar complejos, con prestaciones de nivel no menos considerable a cargo de instrumentistas tan sensacionales como el clarinete Joan Enric Lluna, el siempre modélico pianista Juan Carlos Garvayo o el percusionista Raúl Camarasa, aunque la cita puede aplicarse a todo el excepcional Ensemble.
Al frente del mismo estuvo uno de los más interesantes directores jóvenes de la última hornada, el ruso Vasily Petrenko (San Petersburgo, 1976), ganador en 2002 del Concurso de Dirección de Cadaqués y desde el 2006 titular de la Real Orquesta Filarmónica de Liverpool. Petrenko abordó con encomiables resultados tres obras españolas en la primera parte: el quinteto “Episodios” de Jesús Torres (Zaragoza, 1965), página de 1999 que, con su agresividad, deviene de una etapa conflictiva del autor; el sexteto “La sala de la Suprema Armonía” de David Padrós (Igualada, 1942), obra de 1991 que, tras su solemnidad, no evita un cierto tedio; y “Abime-Antigone IV” de Héctor Parra (Barcelona, 1976), la página más moderna del programa (2002), que cierra una serie sobre el mito griego y que fue estrenada en el Japòn por el Ensemble Recherche, traducida aquí con devoción extraordinaria que alcanzó clímax en los solos del flauta Álvaro Octavio.
El eternamente joven “Pierrot Lunaire” de Schönberg, sobre los poemas de Guiraud, pieza clave en el devenir sonoro del siglo XX, cerró la sesión, con un trabajo de fábula por parte de Petrenko y su grupo, probablemente imantados por la magistral interpretación de Marianne Pousseur (Verviers, 1961) en ese prodigioso canto-hablado imaginado por el maestro vienés: la tercera hija del compositor Henri Pousseur, que lleva media vida vinculada al “Pierrot” –lo ha llevado al cine y lo ha grabado en disco- brindó un despliegue de facultades vocales, desde el expresionismo feroz en ‘Noche’ o la exaltación en ‘Las Cruces’ hasta el temblor de la voz en ‘La luna enferma’ –portentoso dúo con el precitado Álvaro Octavio-, el murmullo en ‘Nostalgia’ e incluso la imitación del habla gangosa en ‘Cancion del patíbulo’. Estuvo inmensa y los de Cadaqués también. José Luis Pérez de Arteaga