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Por Publicado el: 07/11/2007Categorías: Crítica

“Carmen” en Valencia: Un deambular sin concepto

“Carmen” en Valencia
Un deambular sin concepto
“Carmen” de Bizet. J. Gertseva, M. Dvorsky, C.Álvarez, A. Voulgaridou, M. Petrenko, J.A.López, F.Previati, V.Esteve, S.Vázquez, A.Zabala. L.Martínez, escenografía. P.Moreno, vestuario.J.L.López Linares, iluminación. C.Hoyos y J.A.Jiménez, coreografía. Coro de la Generalitat valenciana. Escolanía de la Mare de Déu dels desemparats. C.Saura, dirección escénica. L.Maazel, dirección musical.
“El hombre propone y Dios dispone” dice el refrán y bien se ha cumplido en Valencia. Las inundaciones obligaron a retrasar una semana esta “Carmen”, encargada a un gran nombre del cine y supuestamente experto en el tema, tratado por él en varias ocasiones anteriores. Pero un gran fichaje no es sinónimo de éxito porque el cine no es ópera. Saura ha demostrado no poseer ningún concepto firme de la obra lírica, más bien parece como si su trabajo hubiera sido un deambular por enfoques distintos. El resultado es que cualquiera, no precisamente un genio, podía haber firmado esta “Carmen”. El manejo del coro en obras de este tipo da siempre idea de la capacidad del director escénico de turno. Pues bien, aquí prácticamente no se mueve sino que canta frente al espectador y tampoco hay trabajo actoral digno de mención. Es pobrísima, por ejemplo, la escena de la seducción. Los decorados, precedidos por los conocidos grabados de Gustavo Doré, resultan bastante simples, apenas unos paneles traslúcidos que deberían haber permitido cierto juego de luces y sombras que no acaba de cuajar. Falto total de coherencia el decorado del tercer acto, de un realismo rocoso fuera del concepto del resto. Claro que “no hay mal que por bien no venga”, dice otro refrán que también se cumple, porque gracias a su simpleza ha bastado una semana para poner las cosas en orden y poder estrenar. Notable el vestuario, aunque la iluminación lo difumine y empaste excesivamente los colores. Tampoco Cristina Hoyos ni Juan Antonio Jiménez se han roto la cabeza con la coreografía.
Lorin Maazel desconcierta. Destroza la “Habanera”, dirige primer y segundo acto con lentitud extrema, llegando a anular el carácter de todo el cuadro inicial del segundo acto. Sube enteros en el preludio del tercero, donde parece empezar a despertarse y generar la tensión que no había aparecido hasta entonces y, tras una incomprensible pausa de diez minutos con el público en sus asientos, se despierta totalmente en el cuarto, con un inicio espectacular. Ahí sí es el Maazel de las grandes ocasiones. Hasta entonces García Navarro o Frühbeck de Burgos le daban cien vueltas.
Julia Gertseva posiblemente no haya cantado muchas Carmenes, puesto que al personaje le falta mucho por hacer en lo vocal y en lo escénico. La voz es importante, pero le falta sutileza. Miroslav Dvorsky es el menos bueno de los dos conocidos tenores hermanos. Resolvió a trancas y barrancas el lírico dúo con Micaela y se estrelló en el agudo que corona un aria de la flor dicha sin aroma alguno. Los problemas de afinación también aparecieron en el tercer acto mientras que, como toda la producción, dio lo mejor en el cuarto. Pasó sin pena ni gloria la Micaela de Alexia Voulgaridou, voz importante no controlada del todo. A Carlos Álvarez ni su peor enemigo le hubiera vestido así, de luces, ceñido, con un chillón fajín morado… hasta deambulando por el monte. Como sucede en Escamillo con todos los barítonos sufrió en lo bajos, pero demostró una clase muy superior al resto del reparto. Entre los secundarios mención especial para Mikhail Petrenko.
Correcto el coro, bien el infantil y la orquesta lo mejor de la noche, justamente ovacionada al máximo por un público muy frío hasta que llegó el último acto. El excelso nivel del “Fidelio” del año pasado no siempre se puede lograr. Gonzalo Alonso

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