Se cumple el primer centenario de la muerte de Felip Pedrell
Cataluña y Madrid celebran el legado del compositor, musicólogo y pedagogo recuperando parte de su catálogo y dedicándole una exposición en el Museu de la Música
El 19 de agosto de 1922 fallecía en Barcelona el músico Felip Pedrell i Sabaté, figura esencial en la configuración de la musicología española, autor de un nutrido catálogo que abarca un amplio abanico de géneros, y maestro de Granados, Albéniz y Falla, entre otros.
Nacido en Tortosa, el 11 de febrero de 1841, Pedrell recibió las primeras lecciones de solfeo, piano, armonía, contrapunto, instrumentación y composición en la escolanía de la Catedral de esta ciudad. A los 15 años firma su primera composición musical, un Stabat Mater para la procesión de Viernes Santo, y en 1859 asiste por primera vez a dos funciones de ópera en Barcelona: Lucia di Lammermoor e I Putitani. Esto reconduce sus intereses a las fantasías de ópera y a permanecer en esta ciudad, a la que se traslada definitivamente en septiembre de 1873. Durante sus primeros meses en Barcelona, Pedrell colaboró con una compañía de opereta como director e inició sus primeras investigaciones musicológicas.
El Teatre del Liceu presentó la primera ópera de Pedrell, L’ultimo Abenzeraggio, terminada en 1868, en 1875, que fue favorablemente acogida por el público. Este éxito permitió un segundo estreno en el Liceu, el de su segunda ópera, Quasimodo. Este último le abrió las puertas del extranjero gracias a una beca de las Diputaciones de Tarragona y Gerona, por la que se trasladó a Francia e Italia para continuar su formación. Durante estos años compuso parte del ciclo de canciones Orientales, los lieder Consolations, los poemas sinfónicos La veu de les muntanyes – revisado posteriormente como Lo cant de les muntanyes – (1877), Excelsior e I trionfi (1880).
En 1882 regresa a Barcelona, donde retoma con mayor fuerza la investigación y divulgación musicológica. Es entonces cuando empieza a publicar Salterio Sacro-Hispano y la revista Notas Musicales y literarias y realiza los trabajos preliminares de su ensayo sobre los músicos españoles, un estudio que cristalizaría en 1886 como Celebridades musicales.
Como recoge Paulino Capdepón Verdú, el 6 de octubre de 1889 se estrenó con éxito en el Teatre Líric de Barcelona la versión definitiva de su primera ópera, L’ultimo Abenzeraggio. De aquella misma época datan la ópera cómica Mara, la zarzuela Los secuestradores y los dos ciclos de canciones titulados Aires andaluces y Aires de la tierra del cantaor Silverio.
Posteriormente emprendió la composición de la trilogía Els Pirineus, al mismo tiempo que anotaba toda una serie de reflexiones que configuraron “un cuerpo doctrinal que era a la vez una exposición metodológica y el verdadero manifiesto del nacionalismo musical español”, en opinión de Francesc Bonastre (de dichas reflexiones nacería el 1 de septiembre de 1891 su obra Por nuestra música). Los reconocimientos públicos no tardaron en llegar: en 1892 le fue concedido el primer premio de composición de la Societat Catalana de Concerts de Barcelona por el poema sinfónico Lo cant de la muntanya, escrito catorce años antes, y cuya versión integral fue dada a conocer el 19 de octubre de 1892 en el Teatre Líric.
Un tanto frustrado por la negativa del Teatre del Liceu a representar Els Pirineus y animado sin embargo por el premio obtenido en el concurso del Teatro Real de Madrid en 1891, decidió trasladarse a la capital de España, donde se encadenarán una serie de éxitos: así por ejemplo, en 1895 fue nombrado académico numerario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando así como catedrático de Conjunto Vocal del Real Conservatorio de Madrid; cinco años después regentó la cátedra de Historia de la Música en dicho Conservatorio, función que asimismo desempeñó en la Escuela de Estudios Superiores, nueva institución fundada en 1896.
A finales de diciembre de 1904 decidió abandonar Madrid e instalarse de nuevo en Barcelona, llevando consigo una nueva ópera, El comte Arnau, escrita durante los últimos meses madrileños.
En la capital catalana, además de ejercer la crítica en La Vanguardia (ya desde 1902), comenzó a colaborar en la Revista Musical Catalana, órgano del Orfeó Catalán, para la que preparó la serie “Músichs vells de la terra”; además compuso la cantata escénica La Matinada, el poema Visió de Randa, el salmo Super flumina Babylonis, la Glossa o sinfonía jubilar con motivo de la inauguración del Palau de la Música Catalana en 1908, Canciones arabescas, Glosa a lo divino y las Coplas “del alma que pena por ver a Dios”.
Igualmente notoria fue su labor como pedagogo, entre la que destaca su implicación en la formación de Isaac Albéniz, Manuel de Falla, Rosa García Ascot, Enric Granados y Ricard Viñes. Su último alumno fue Robert Gerhard, a quien consideró “su mejor fruto como pedagogo y su alter ego”.
La presencia de Pedrell será una constante en el próxima temporada de L’Auditori de Barcelona, que recuperará parte de su obra. Destaca el programa que ofrecerán la directora Marta Gardolińska y la Orquesta Sinfónica de Barcelona (3 y 5 de marzo), con la presentación del poema sinfónico I trionfi. Además, el Museu de la Música, asociado a L’Auditori, inaugurará el 22 de septiembre una muestra dedicada a su vida y obra que podrá visitarse hasta el 8 de enero de 2023.
Además, el Teatro de la Zarzuela inaugurará su temporada lírica con la recuperación de La Celestina, obra de madurez del compositor catalán que sonará por primera vez porque, a pesar de que estaba previsto estrenarla en el Liceo en el año 1902, nunca vio la luz.
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