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Por Publicado el: 27/12/2019Categorías: Recomendación

Recomendación: Concierto de Año Nuevo 2020

Tules rojos, gasas blancas

Al lado de mi casa hay una peluquería. La dueña, que no goza de una especial sensibilidad hacia la música clásica, está, sin embargo, entusiasmada porque este año va a ir a Viena y ha podido conseguir entradas para el Concierto de Año Nuevo. Ya ven; así se las gasta el evento: sin duda a una mayoría de la gente que lo consume  le importa más bien poco las lindezas sinfónicas (a veces maravillosas lindezas) que lo adornan, pero queda boquiabierta ante el brillo de las cariátides de la gran sala dorada y borracha por los efluvios de decenas de miles de flores frescas que invaden el espacio. El espectáculo lo desborda todo. Pero, ¿qué otros elementos conjuga? Sin duda, salvado el principal, la misma música que se interpreta, hay otros.

La sustancia musical que se exhibe  puede llegar a fascinar hasta al más sesudo conocedor, pero su mítica es más que suficiente para desarmar emocionalmente hasta al más común de los mortales. Por eso en los muchos años que lleva funcionando el invento se han hecho todas las pruebas posibles en lo que a elección de repertorio se refiere, sin duda para los buenos aficionados auténtica madre del cordero. Para los que están de paso, sin embargo, este no es un asunto a tener muy en cuenta; no es plan de complicarse la vida, con tal de que al final se puedan dar palmas después de escuchar el bellísimo Danubio.  Los entendidos, sin embargo, hacen sonar la alarma pues están ya un poco hartos de que se escudriñe el baúl de las partituras para programar músicas nuevas, casi siempre bastante malas. Es posible que tengan razón cuando defienden que es mejor repetir lo muy bueno conocido que lo malo por conocer, pero la polémica persiste, aun en su esterilidad, porque el evento se sigue poniendo en pie como si nada. Alerto, no obstante, que este año, con la inclusión de las Contradanzas WoO 14 de Beethoven, germen de otros más grandes logros de su carrera, las cosas pintan bastante bien para las novedades. Habrá una pieza de Ziehrer, el vals Saludos de amor, de Josef Strauss; dos polcas (De golpe y porrazo, Flor de escarcha) del siempre ausente Eduard; piezas de Hellmesberger, Von Suppé y Lumbye,  y bastante Strauss Jr.: la polca Fiesta de las flores, los valses  Donde florecen los limoneros, ¡Abrazaos millones!,  Disfrutad de la vida y Dínamos. Etc. Músicas que no están entre los grandísimos títulos, pero que no son de relleno.

 Para quien esto escribe hay en el Concierto de Año Nuevo, fuera de la música interpretada, tres elementos que se repiten invariablemente y que otorgan al espectáculo una personalidad única. El primero apareció desde el primer momento, el segundo es más reciente y el tercero acaso sea el que más morbo aporta. En primer lugar, está la presencia de la Orquesta Filarmónica de Viena, el instrumento ideal y perfecto para este repertorio; en realidad, es el único que persevera en brillantez e idoneidad suceda lo que suceda en cada entrega. El segundo no aparecía en origen y ha ido a más cuanto más valor televisivo ha ido alcanzando el concierto al paso de los años. Se trata del reportaje que ofrece la Radiotelevisión austríaca en el descanso del concierto. A veces parece más un anuncio publicitario que otra cosa, pero siempre está realizado con un estilo y una limpieza únicos. Y siempre es muy bello. Cuenta con la participación de músicos de la orquesta, que invariablemente tocan de escandalosamente perfecta manera. Por último el tercer elemento es el director invitado. ¿Por qué tiene bemoles su elección? Pues porque, naturalmente, son siempre batutas famosas, que aceptan a exponer sus posibles, y a veces muy plausibles, debilidades ante millones de personas, así, sin más, en vivo y en directo.  En todo caso, este es solo asunto para la crítica, que cada vez pinta menos, para qué nos vamos a engañar, ante los millones de aficionados (¿) que siguen el concierto. Pero los críticos tenemos la obligación de seguir manejando referencias necesarias. Por el Concierto de Año Nuevo han desfilado en las últimas temporadas maestros que poco tienen que decir en este repertorio a pesar de su gran nombre. Para dirigir a los Strauss y aledaños se ha de ser un buen estilista en el género (que ya es difícil) y un gran director sinfónico. Este año subirá al podio Andris Nelsons, un director de  mucho talento, que en teoría tiene los mimbres correctos para interpretar esta música de enormes tules y gasas: canta bien y su espíritu sinfónico centroeuropeo es magnífico. Pero ir de la garantía a la realidad es todo un paso. Veremos.

Por último, unas palabras acerca de las opciones para aquellos que no estarán en la sala vienesa. Una vez más acudiremos a la retransmisión;  en España, a Radio Clásica y TVE, por supuesto. Y, una vez más, nos acordaremos de José Luis Pérez de Arteaga, ahora transmutado en Martín Llade, a quien alguna vez se le ha criticado que imita a José Luis. De ser así, sería virtud más que defecto. Pedro González Mira

CONCIERTO DE AÑO NUEVO, 2020.  Orquesta Filarmónica de Viena. Dir.: Andris Nelsons. Obras de Johann I, Johann II, Jozsef y Eduard Strauss; Ziehrer, Von Suppé, Charpentier, Hellmesberger, Lumbye y Beethoven. Miércoles 1 de enero de 2020. Primera parte: a las 11.15 h. Reportaje: a las 11.51 h. Segunda parte: a las 12.15 h.

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