Crítica: Chaikovski en su salsa. Josu de Solaun, junto a la Orquesta RTVE
CHAIKOVSKI EN SU SALSA
Obras de Chaikovski. Josu de Solaun, piano. Christoph König, director. Orquesta Sinfónica RTVE. Teatro Monumental, 21 de noviembre de 2024.
Programa Chaikovski. Primero la caudalosa, melodramática, en parte autobiográfica, Sinfonía Manfred y después el archifamoso, melodioso y caluroso Concierto para piano nº 1. En esta obra reencontramos al pianista valenciano Josu de Solaun (1981), un artista muy personal que siempre encuentra nuevos caminos para expresar, sentir, evocar y recrear. Su toque es muy sutil y de sus interpretaciones siempre nos queda la impresión de una aproximación a los pentagramas tras un largo y pormenorizado estudio.
Manifiesta un indudable respeto a lo escrito pero desde una óptica en todo momento muy suya. Sin dejar de lado por supuesto los detalles más enjundiosos y expresivos. Firmeza de la digitación, intencionalidad del fraseo, finura de la exposición, capacidad para calibrar intensidades. En esta nueva oportunidad nos fascinó su arrolladora entrada en la imponente y espectacular apertura del Concierto. Presuroso fraseo, puede que en algunos momentos excesivamente veloz lo que a veces determinó ciertas borrosidades.
Pero la brillantez del sonido, la fantasía en la acentuación, lo personal de las resoluciones, la agilidad, el manejo del pedal se impusieron a lo largo de un discurso que nos mostró a un Chaikovski de rasgos finos y al tiempo apasionados. Solaun se embebió y enfocó la recta final a toda presión en el tempestuoso Allegro con fuoco que, de la mano de König y la Orquesta Sinfónica RTVE, se desarrolló con una rara y contagiosa intensidad; sin descuidar los remansos líricos, por supuesto, bien cantados en el Andantino semplice.
Tras el Concierto, dos bises: un vals de Brahms tocado a cuatro manos con el director y un preludio de Debussy. Aquí Solaun mostró una especial delicadeza y sentido del color.
La sesión había comenzado con una interpretación de la a veces algo farragosa Sinfonía Manfred, que König, apoyado en una más que cumplidora Orquesta, inició pausadamente, marcando a buril los ominosos acordes de apertura y exponiendo luego los distintos y repetidos episodios con buena preparación y desarrollo de los numerosos clímax.
Nos pareció que la claridad y precisión de los episodios que edifican el segundo movimiento no rayaron a gran altura, más allá de que la siempre clara batuta del director batiera con donosura y elegancia. Pastoril, como es lógico, el tercer tiempo, y solemne, melodramático el cuarto, decidido y bien marcado en su comienzo. Las imitaciones y los pasajes fugados fueron bien resueltos, aunque no sin ciertos confusionismos derivados de una planificación discutible. La Orquesta funcionó, con cita especial para la cuerda de chelos.
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